miércoles, 1 de noviembre de 2017

Rctv: un canal que duele así pasen mil años

Hoy me crucé con Ámbar Díaz en el trabajo, ya es casual ver gente de Radio Caracas Televisión (Rctv) pues muchos trabajan aquí. 

Ámbar no vino a una entrevista, ni tampoco como actriz, hoy es psicóloga y por la prisa parecía que andaba en cosas de trabajo, su cara la recordé de inmediato, crecí viendo ese canal, el 2, el único que se veía nítido en Albarico. 

Rctv era mi recreo, mi merienda, las noches de café con Radio Rochela. Rctv era como otra familia, ver a Ámbar no solo me conmovió, sino que “me aguó el guarapo”. 

Hoy lleva el cabello liso, sigue siendo gordita y su cara no ha cambiado en nada, ella era la actriz cándida de los eternos risos, que interpretó aquel personaje famoso llamado María Solita, la amiga o novia de Macho Flaco en “Hay amores que matan”. 

Ver esos rostros y escuchar esas voces que desaparecieron un 27 mayo de 2007, por orden de Hugo Chávez, me revive uno de los peores días para la libertad de expresión en Venezuela y para los hogares de los venezolanos.

Hoy comprobé que llevo a Rctv en el pecho, a sus producciones, sus mensajes de navidad, Rctv fue una cantina de chucherías que llenaba de alegría las salas de la casa. Solo uno sabe cuánto duele un país cuando se cruza con su gente. 






El Hilo de Ariadna


lunes, 11 de septiembre de 2017

Café Noisette

El sábado fuimos a Café Noisette, nos sentamos en una pequeña mesita de dos sillas, al frente teníamos un cuarteto de jazzistas que se lucieron con cada tema. Tuvimos una charla maravillosa. Siempre es grato hablar con ella, me contó sobre El Museo del Teclado y me dijo que allí se formaban unas rumbas buenísimas y que iban los mejores músicos de Caracas.

Hablamos de nuestros amores con la misma franqueza de siempre, hablamos de heridas profundas, del perdón, de la violencia, de la comida, del país, de nuestra familia, hablamos de todo, mientras al fondo se escuchaba La Vie En Rose.

Ella bebía una pepsi light y yo un té verde frío, entre cada sorbo, aplaudíamos al grupo y disfrutábamos de un ambiente agradable y clandestino, totalmente aislado de la violencia caraqueña. Mientras conversábamos notaba cómo el reflejo de las plantas le daba en la cara, cargaba unos lentes de pasta morados que le quedan muy bien y la hacen lucir más joven.

O siempre ha sido muy complaciente y lo atribuye a que solo tiene dos sobrinos, esa noche no fue la excepción, me invitó como tantas veces una cena riquísima, así que pude disfrutar de un Tartine de Sardine y de su compañía que es mejor que el jazz, el tartine o todas las crepes de este mundo.

En nuestra familia somos parcos de nacimiento, a veces me provoca darle un apretón o hacerle cariño en sus brazos gordos, pero eso la incomodaría así que me limito a observar sus gestos y a escuchar con atención todo lo que dice. Es una mujer muy sabia y cada cosa que pronuncia es para dejar huella.

Nos acercamos a la caja a pagar la cuenta, el dueño siempre está allí, nos hizo un gesto cariñoso y como otras veces preguntó qué tal habíamos pasado, respondimos que maravillosamente y que no teníamos ganas de marcharnos, pero ya eran las ocho y no es prudente andar por allí. Él asintió con la cabeza y se despidió con un: merci.

Yo quise responder merci beaucoup, pero siento que no me sale bien, así que solo dije: merci.

Tomamos el metro hasta la casa, al salir de la estación caminamos rapidito deseando llegar a la entrada del edificio y sentirnos a salvo, en el trayecto escuchamos una explosión, un impacto raro, yo creí que se trataba de un disparo y me puse nerviosa, corrí hacia la puerta, ya estábamos cerca, ella se agachó, se detuvo. Se crió en un barrio donde los plomazos son constantes y el oído se afina, yo que crecí con el ruido de las ranas y de los grillos, aún no he podido identificar ese chasquido que hace como un -cloc- o un -plop-.

Luego de unos segundos, cuando escuchábamos la risa sádica de tres mujeres que disfrutaban  vernos correr como animales nerviosos, ella me miró con una profunda tristeza y pronunció -ya no podemos salir de noche Ariadna-, la vista la echó hacia la esquina de la calle donde se incendiaba un carro, todo estaba presto para infundir temor y yo cedí.

Subimos en el ascensor con el corazón en la boca, una cena magnífica había sido empañada por una serie de eventos extraños y desafortunados, con su mirada me lo dijo todo: no sabes defenderte de esta violencia y yo tampoco puedo hacerlo por las dos, pudo haber sido un disparo en vez de un triqui traqui, pudo acabar con lo más preciado que tengo, porque así es esta ciudad intranquila y violenta, La Vie en Rose ya no era rose, era un violeta intenso casi negro y sin mucho decir, el miedo fue más grande y nos sumió en un silencio desalentador.

Ya no osamos tomar bebidas en algún lugar, últimamente no hablamos, la calle continúa dando miedo y me sigue gustando el jazz, aún no sé reconocer ese sonido, ni quiero, pero sí sé que sé correr: yo sé correr.


El Hilo de Ariadna

viernes, 18 de agosto de 2017

Las marcas de una guerra

Hoy se sentó a mi lado (en el autobús) un joven con muletas, tenía un yeso en su pierna derecha, mi cabeza estaba muy activa en ese momento, todo comenzó desde que salí del centro Cultural Chacao y caminaba hacia Chacaíto, me era raro ver todo “en calma”, sin olor a gases lacrimógenos y sin restos de Maalox en el piso, decía: hace unos meses atrás sentía que eso era irreversible y que las protestas en las calles no tendrían retorno.

Al ver al muchacho me preguntaba ¿Cómo llegó su pierna a ese estado? ¿Será acaso una de esas personas que quedó lesionada por la represión del Estado? ¿Será uno de esos jóvenes que tantas veces vi recogiendo y devolviendo bombas? ¿Por qué su pierna lleva un yeso? Quería preguntarle y aclarar mis inquietudes pero eso habría sido un poco intimidador. 

Luego por la ventana vi a otro hombre, delgado, como de 30 años con una venda en la mano, creo que en la izquierda, las interrogantes regresaron ¿Será él otra víctima de la represión? ¿Quién indemnizará su mano? ¿Su vida? ¿Qué le pasó? ¿Comenzaré a ver a más gente con las marcas de una guerra? Aunque debo admitir que a estos los veo a diario, en las calles, en el metro, a las víctimas de este genocidio me las cruzo todo el tiempo.

Finalmente me bajé del autobús sin preguntar, pero con una leve certeza de que ellos sí estuvieron allí, de que las marcas en su cuerpo son el recordatorio de una brutal represión que duro más de tres meses, que aunque la calle se mueva con su ritmo habitual y se mantenga en silencio, las secuelas de esos días no los olvidaré jamás. 


El Hilo de Ariadna

Señora usted habla así de los venezolanos porque no me conoce a mí

Quedé atrapada en una nefasta conversación de autobús, creo que hoy pasaron miles de cosas en esos dos autos que tomé para ir al trabajo. Eran dos señores como de 60 años y hablaban de lo barato de las cosas en Bogotá y en otros países, pero hablaban de esos precios como una especie de suerte divina que cayó sobre esas naciones, durante toda la conversación no hubo un argumento económico, ni político de porqué esos precios no se parecían a los de Venezuela. 

La señora también contaba que un fulano en Perú había encontrado muchas "facilidades" para abrir una cuenta, alquilar un apartamento y hasta conseguirse una novia a los dos años. Hablaban de Venezuela como si este fuera un país desgraciado y hundido en la ruina desde su descubrimiento, tampoco le achacaron nada al gobierno, cosa que nunca falta en una conversación. 

Lo más cumbre fue cuando dijo -lo que pasa es que el venezolano es flojo- y me vi a mi en cuestión de segundos, en un dos por tres me hice una radiografía y recordé mis dos trabajos actuales, ambos suman 13 horas, sí trabajo 13 horas al día, también pensé en mis años de estudio cuando salía de una guardia nocturna para llegar a La Urbina y pasar otras tantas horas más a punta de Gatorade y agua. 

Me provocaba voltearme y decirle -floja será usted- pero la decencia nunca me permite esos arrebatos y por el contrario me enfoqué en ver las hojitas que se asomaban por la ventana y en el Foro -El Periodismo en el Totalitarismo del Siglo XXI- al que asistiría cuando me bajara del autobús. 

Recordé que cada día escribo mejor y que me siento orgullosa de eso, recordé que soy una venezolana trabajadora, buena ciudadana y que mi trabajo mejora cada día porque para eso me preparo, así que señora ahora sí le voy a decir lo que le voy a decir: usted habla así de los venezolanos porque no me conoce a mí.

El Hilo de Ariadna

jueves, 10 de agosto de 2017

La venganza de Delcy

Nicolás Maduro asomó la asamblea nacional constituyente (anc) en el mes de mayo (lo escribo así, en minúsculas, porque no reconoceré algo espurio), en ese momento citaba a Chávez, recuerdo que estaba de guardia ese domingo. En la redacción corrimos y me dijeron: "Maduro anunció una asamblea constituyente", en el video que había compartido VTV se tergiversaba la información, al escuchar el audio completo, comprobamos que en efecto, este citaba al fallecido expresidente.

Corregí la nota y quedó como un dejo de algo, una cosa que debía hacerse en algún momento, según las palabras del presidente, hoy dictador. Ese anuncio que parecía lejano, era la sentencia de la República, era la demolición de algunos poderes legítimamente constituidos, era el secreto a voces que venía a quitarle el velo al gobierno chavista, era la prueba irrefutable de que en Venezuela se había consolidado una dictadura.

Aunque la anc haya llegado para usurpar las funciones de los poderes y legalizar cuanta barbarie se les ocurra, considero que esto es una venganza: es la venganza de Delcy, es el desquite por ese 6 de diciembre que no pudieron soportar, es por los cuadros del difunto que les sacaron del Palacio Federal. No pudieron soportar que la gente eligiera la libertad y la democracia, que los venezolanos entregaran una mayoría absoluta a diputados de oposición. Ellos no lo vieron como unos comicios limpios, donde ganó el civismo y la Carta Magna, ellos lo vieron como una afrenta, una burla, como un desaire y ahora han llegado para cobrárselas, han llegado a ajustar cuentas con todo el arsenal.

Otra humillación que dejó muy afectada a Delcy fue la de los cancilleres en Argentina, imagino que esto la envió a un hospital durante varios días y luego seguramente se fue a París a pasar el mal rato, a hacerse el manicure y comer Pain Perdu. A este hecho se suma el de la OEA en donde la mujer no se cansó de hacer berrinches.

Esta anc es el último castigo que deseaban imponer a los venezolanos, la última miga de pan, la última aspirina vencida que tenían escondida en la despensa de medicinas que no llegan al seguro social. Esta anc consuma el horror de 18 años de destrucción. Finalmente el mundo le puso cara a un mito, un mito que creó Hugo Chávez y que endulzó a los países de la región, a la ONU, a la FAO, al mundo entero, un mito que se erigió sobre petróleo y muerte.

Hoy tenemos anc, el último telón, la última estocada, el último zarpazo a la democracia que quedaba en Venezuela, hoy sobrevivimos a un gobierno de facto que se muestra ante nosotros con la voz de esa insoportable mujer. Lo peor del chavismo no es su maldad, es su cinismo y su risita incómoda, es decir la palabra paz cuando es mejor que digan plomo, lo peor del chavismo no es que nos caigan a trompadas cada día, es su mala dicción y su falta de inteligencia, es tener que escuchar nada y luego escribirlo.

Lo peor de la anc no es su anc, es la mujer que escogieron para conducirla, creíamos que la anc venía a acabar con la propiedad privada, la autonomía universitaria, encarcelar a los disidentes, que traería más hambre y miseria, sí, la anc es todo eso, pero todo eso ya existía, lo que no se ha dicho es que la verdadera anc es la venganza de Delcy que viene con todo.



El Hilo de Ariadna

miércoles, 2 de agosto de 2017

Eneida la trapecista

Hace algunos años conocí a una señora cubana de 70 y tantos años, recuerdo que la primera vez que nos quedamos solas, me pidió que le pasara "un pomo", me tomó varios minutos saber qué era, entre señas y adivinanzas por fin descubrí que se trataba de un pote.

Ella tenía un Accidente Cerebro Vascular (ACV) que le había inmovilizado la mitad del cuerpo, no podía valerse por sí misma. En aquel momento apenas comenzaba a conocerla y ella me contaba que había sido trapecista junto a su esposo, en algún circo cubano.

Yo dudaba de su cordura, primero porque no tenía referencia alguna de abuelas malabaristas, eso no figuraba dentro de las ocupaciones de las abuelas, al menos de las que yo conocía, en mi mundo se dedicaban a los trabajos del campo, a criar a los hijos, a vender tortas, arepas o majaretes para ganarse la vida y sacar adelante a sus familias. Venezuela es un país con una vasta historia de matriarcados.

Eneida me contaba historias fantásticas, con miles de contorsiones peligrosas que realizaba de la mano de su marido. Por las noches corroboraba esas anécdotas con su hija y ella me aclaró que todas eran ciertas, que el ACV solo había afectado la parte motora de su cuerpo mas no su juicio.

Ella era rubia y de ojos azules, bajita y siempre olía a flores. Le encantaba perfumarse, verse en el espejo y me pedía que la maquillara y le delineara las cejas, yo me esmeraba poniéndole rubor, porque de cualquier manera había que olvidarse de ese castigo que era vivir las 24 horas del día postrada en una cama.

Sus historias atrevidas se quedaron grabadas en mi memoria y sus malabares siempre serán la prueba de que las mujeres son heroínas, capaces de lograr las hazañas más feroces.

Para Eneida una mujer especial.



El Hilo de Ariadna

miércoles, 26 de julio de 2017

Algo último

No sé qué pasará de aquí al 30, pero estos días se quedarán en mi memoria como los últimos del chavismo, así los siente mi alma, así los anuncia esa sirena que pasa todas las mañanas por la casa, no sé si será el fin de ellos o de nosotros, pero hay algo último.


El Hilo de Ariadna

lunes, 24 de julio de 2017

30 poemas y un fin


  1. Los días se volvieron más ruidosos y la herida ondeaba entre el hambre y la ruina.
  2. Contábamos los días con las manos apretadas y rezábamos para que no fuera 30.
  3. La garganta se secó y ya no encontraba las palabras.
  4. La única preocupación no era comer, era vivir.
  5. La Cruz Roja izó su bandera pero ya los muertos eran decenas y centenas.
  6. No había temor a él pero sí al gatillo que estaba más alegre.
  7. Los motorizados se multiplicaron al igual que las armas, todo antes del 30.
  8. Había una sensación de que siempre era fin.
  9. Los días no se vivían, nos vivían.
  10. Cada muerte me abatía como un recordatorio de que también era mi muerte.
  11. El agua faltaba, la comida faltaba, pero la risa nunca se nos fue.
  12. Todo se definía antes o después del 30.
  13. El 30 era una condena de muerte y la gente lo sabía.
  14. Nada se alejaba más como la vida y la libertad.
  15. El canto era democracia, como una palabra nueva.
  16. Las mujeres fueron tan fuertes que se volvieron los verdaderos soldados.
  17. Ni con trajes de tigres asustaban, lo habían perdido todo.
  18. La sangre de esos días era tan joven que a todos eclipsaba.
  19. Por la ventana solo se escuchaba muerte.
  20. El 16 fue una fiesta tricolor.
  21. Las amenazas eran tan reales como el sol que nos alumbraba cada día.
  22. Yo escribía esto con el pesar de los pasares.
  23. Cada día era un venezolano menos.
  24. Los niños regresaban de la escuela con el olor de una guerra.
  25. No había rendija por donde esconderse, la ansiedad te devoraba.
  26. Aprendieron a defenderse de las bombas como los noruegos del invierno.
  27. Altamira se cundió con dos palabras: tenemos hambre.
  28. La muerte no era lo peor, era la tortura y sus caras.
  29. Se creían invencibles pero el pueblo habló en más de siete millones de formas.
  30. La tiranía era real pero la gente también.
El Hilo de Ariadna

Para ti mono

Caracas; 12 de julio de 2017

Hoy es tu cumpleaños, no sé por qué te escribo esto, ha de ser por la necesidad de expresar todo lo que tengo acumulado en los años que llevamos sin hablarnos. Nuestros cumpleaños siempre fueron especiales, tu te esmerabas por llenarme de sorpresas maravillosas y conseguías asombrarme como ninguna otra cosa en el mundo.

Recuerdo ese jabón con luces de colores que encendía cuando era puesto debajo del agua o aquel platillo con 300 bombones que luego tuve que repartir en bolsitas con los compañeros del trabajo, eran demasiados y no me alcanzaron los días para comerlos todos.

Aunque yo no era tan creativa como tú, trataba de celebrarte de forma especial, una vez me fui a buscar un monito y encontré uno que se parecía exactamente a ti, lo acompañé con un pie de limón del Mc Donalds de La Castellana que tanto te gustaba. 

Hoy que estas en otro lugar, tan distante de mi vida, de mi realidad, hoy cuando tengo la certeza de que nuestras vidas no volverán a cruzarse, me pregunto si habrá alguien dándote una sorpresa y llenándote de mimos, si ya te han felicitado y arropado como un niño pequeño. Si alguien estará para ti cuando el exilio se vuelva mas frío.

Estas palabras no son para remover emociones del pasado, ni para exculparme, tampoco son un puñal de recuerdos torturadores, son amor, son los buenos momentos que pasamos juntas, son la alegría de ese tiempo, son las horas de la verdad y del perdón. Son las horas de tu cumpleaños que deseo sea hermoso, porque he descubierto que te amo para siempre.


El Hilo de Ariadna

martes, 27 de junio de 2017

Foráneos

Por unos pocos días fuimos foráneos en aquella tierra tupida de maleza y agua, por unos días nos miramos a hurtadillas, esquivando palabras y mosquitos, por unos días la corriente era tan fuerte que podía arrastrarnos y lanzarnos lejos, por unos días el cabello se me cubrió de arena y la sal me salpicaba en las mejillas, por unos días me sentí foránea en mi cabeza y quise controlarlo, por unos días fue en vano y sucumbí ante mis deseos, por unos días su piel lucía tostada como el cacao y yo me despedía de la playa y de todo, por unos días yo era una mujer alegre y por otros era como las nubes cuando se condensan.


El Hilo de Ariadna

Todavía quiero a mi ex

Hace casi un año que terminamos, se supone que la distancia de por medio lo hace más fácil, sin embargo, me doy cuenta de que todavía lo extraño.

Fue este domingo cuando fui al Festival de Cine Alemán y vi "Entre nosotros", era sobre una pareja de alemanes de unos 30 años que luchaban contra sus marcadas diferencias para seguir juntos. El acento del protagonista y sus rasgos, me lo recordaron; de pronto me encontré llorando en la sala, llorando con todas mis fuerzas porque lo extrañaba y porque todo en esa película era él.

Al llegar a casa estuve a punto de escribirle un mensaje y contarle todo lo que me había pasado, pero luego pensé que eso solo sería doloroso para ambos y que tal vez a él ni siquiera le interese.

Allá son seis horas más de diferencia y al pensar en escribirle, lo imaginé tendido en la cama con el teléfono en silencio y la alarma puesta a las 07:00 am para que lo despierte cuando vaya al trabajo, lo veo silenciando el celular una y otra vez porque quiere dormir 15 minutos más.

Sale retrasado en su auto blanco y pasará a más de 100 kilómetros por hora, le llegará una nueva multa de 30 euros y le mentará la madre al gobierno alemán.

Recuerdo el intenso y claro azul de sus ojos y por un tiempo breve siento que acaricio de nuevo sus suaves pies. En mi cabeza abrazo su enorme cuerpo y le doy un último beso en la boca.

Ha pasado casi un año, pero todavía quiero a mi ex.


El Hilo de Ariadna

sábado, 6 de mayo de 2017

Perdí los tomates (crónica)

Esta mañana desperté muy ansiosa en ir al mercado Guaicaipuro a comprar cosas para un picnic, tomé el bus en la Libertador a eso de las 9 de la mañana, miraba la ciudad con tristeza y añoraba poder recorrerla a todas horas, el auto se fue llenando, en el primer asiento, al lado del chofer, iba un cargamento de papel toilet capaz de surtir un orfanato, a mi lado se sentó una joven con un bebé en brazos y bolsas aparatosas que obstaculizaban la salida.

Me bajé del carro desesperada pues no cabía una persona más, en la puerta había un señor con medio cuerpo afuera y otro le gritaba que se montara en el segundo piso. Entré al mercado y recordé que necesitaba comprar un coleto, fue lo primero que llevé, había varios tipos con diferentes precios, toqué la textura de dos y me decidí por uno que no parecía algodón pero tampoco nailon.

Caminé hasta el puesto de frutas, no encontré fresas así que bajé al segundo piso, me detuve en el tarantín de flores, los girasoles eran altísimos y parecían montañas de oro desplazando todo lo que se encontraba a su alrededor. Pregunté por unas florecitas rarísimas de color blanco, eran extremadamente pequeñas y parecían de papel. Noté que la muchacha encargada llevaba gorra y que su cabello se había caído por una terrible enfermedad, me atendió con amabilidad y aunque en ese momento no compré nada, una hora después volví a para llevar algunas, fue allí cuando aprendí que las flores que me gustan se llaman: gerberas.

Caminé pocos metros hasta donde venden las moras, el kilo estaba en 6.000 bolívares, el doble del mes pasado, así que llevé solo 1/2, al frente de mí estaba un señor como de 70 años con una pequeña bolsa que contenía varios tubérculos, uno de los vendedores se acercó y dijo que estaba robando, "¡todo eso es robado, todo lo que lleva ahí, arranca (márchate) de aquí pa` que salgas barato!". El anciano tartamudeó algunas palabras y se retiró en silencio, luego apareció otro vendedor un poco más alterado dispuesto a golpearlo, sin embargo, el hombre ya se había perdido entre la multitud y yo deseaba que siguiera siendo así.

En el puesto de al lado los tomates se veían tan rojos y maduros que pensé en llevar albahaca para hacer una salsa, compré 1/2 kg por 1.500 bolívares, yo misma los escogí, me fijé en que estuvieran maduros pero sin abolladuras, también llevé una lechosa, la albahaca y algo de hierbabuena para preparar té.

En la cola para tomar el ascensor había una chica muy joven, embarazada y languidecida, se paró casi a mi lado, parecía algo nerviosa, entramos al elevador y la ascensorista nos recibió con el mismo carisma de siempre: buenos días muchachos, buenos días muchachas, ¡pasen adelante! El aparato bastante viejo tiene un rosario por uno de los lados y de fondo casi siempre se escuchan rancheras, aunque nunca estuve en México, cada vez que me subo allí, imagino que debe sentirse así.

Me fui a la calle a tomar el bus de regreso a casa, en una mano llevaba una bolsa grande con ropa y en la otra: las frutas, los tomates, la albahaca con la hierbabuena y las flores. Pasó un carro a los pocos minutos, estaba abarrotado, me enredé un poco al subir, un hombre muy gentil se ofreció a ayudarme y tomó mis bolsas, yo me quedé de pie con las flores y la albahaca entre las manos, noté que el señor bajó la cabeza al agarrar mi mandado, pero no pude ver lo que había ocurrido, detrás de él se desocupó un puesto y pude sentarme, toqué tímidamente su espalda y le hice seña que ya podía encargarme de mis enseres, le di las gracias y me los pasó, al recibir las bolsas, sentí que el peso no era el mismo; de unos seis tomates solo quedaban dos, revisé todo y le pregunté al señor: disculpe, creo que se me cayeron los tomates, respondió -¿será la bolsa que se rompió?-, no sé, tal vez, no se preocupe, no importa, dije.

La bolsa no estaba rota, en el intercambio, los tomates rodaron por el piso, lo supe después de un rato, cuando uno llegó hasta mi pie derecho, pude salvar a ese, al resto no los encontré. Fue así como supe, que mis flores favoritas se llamaban gerberas y que perder tomates perfectos no es una gran desgracia, que una gran desgracia hubiese sido que golpearan al anciano o que el último no hubiese saltado a ofrecerme ayuda. Después de todo las flores vuelven a crecer y los tomates a madurar.



El Hilo de Ariadna

miércoles, 26 de abril de 2017

Una bomba que detiene un corazón

Una bomba lacrimógena detuvo este miércoles el corazón de Juan Pablo Pernalete, un joven de 20 años, imagino a Juan entre la multitud, entre las banderas tricolores y las camisas blancas, lo veo allí en la calle, parado, sudando, aguerrido, luchando por Venezuela, luchando con todas sus fuerzas por rescatarla y llevarla a un lugar mejor.

Imagino los brazos de juan, brazos fuertes, los de un atleta, esquivando bombas, devolviéndolas a las manos de la Guardia Nacional Bolivariana, corriendo de un lado a otro, huyendo del humo, de ese humo que pica en los ojos y en la garganta hasta hacerte vomitar.

Imagino a Juan ayudando a una señora que se asfixia, lo veo tomando algo de aire para regresar con más fuerza, lo veo allí en esa calle totalmente vulnerable, solo con sus ideales y con la convicción de que está cambiando la historia de su país.

Imagino a Juan corriendo con fuerza junto a sus amigos, imagino la bomba venir con furia y él solo tiene su pecho para detenerla, para pararla en seco y decirle: basta, aquí estoy yo, todo esto soy yo, no tengo miedo, no hay más, solo mi pellejo. La bomba no cede, impacta fuerte contre él, la bomba golpea su corazón hasta detenerlo.

Imagino a Juan en una camilla, luchando, luchando por vivir, porque sabe que su misión no está completa, Juan quiere salvar a Venezuela y no tiene ganas de perder, imagino su corazón henchido de alegría y de tristeza, imagino su pequeño corazón tomando de la mano a Venezuela, imagino a Juan diciéndole: no te rindas que yo no te defraudé, no te rindas que yo seguiré aquí entre tus recuerdos, no te rindas que yo te daré la fuerza, no te rindas que yo no lo hice.

Una bomba detuvo la vida de Juan, la congeló en un segundo, detuvo sus sueños y la esperanza de los que anhelan ser salvados, una bomba detuvo su sonrisa que debió de ser hermosa, detuvo la carrera de un estudiante, su beca, detuvo una juventud que no conoció la libertad. Una bomba detuvo un corazón que latía con fuerza, porque Juan no estaba dispuesto a perder: “Unas veces se gana, otras se pierde, pero esta vez, no estoy dispuesto a perder. TE AMO VENEZUELA”.

En memoria a Juan Pablo Pernalete, asesinado el 26 de abril en una protesta contra el gobierno de Nicolás Maduro.



Ariadna García

El hombre que menazaba con paz

Él era un dictador, no tenía chispa, ni gracia, usaba un gran bigote que lo hacía ver ridículo y medía casi dos metros, su séquito bostezaba durante las cadenas y la esposa lo miraba con todo el odio del mundo, por más que intentara hacer algo bien todo le salía mal, hasta la risa le salía mal.

En su boca la palabra paz sonaba como una bala de fuego, su discurso estaba colmado por el odio, la violencia y el autoritarismo. Era un hombre ignorante con ínfulas de gran bailarín. El pueblo había jugado a escondidas a ponerle la cola del burro más de una vez.

Le encantaba asesinar, así que ideó un castillo repleto de armas con las más agresivas, las más sofisticadas, el número podía exterminar a toda la humanidad, también contaba con hombres a su disposición, hombres viles capaces de cometer los crímenes más atroces. Estos seguidores iban desde inexpertos, hasta pistoleros profesionales.

Cuenta la leyenda que el dictador se aburrió un día de  ejecutar a sus víctimas con armas de fuego y perdigones a quemarropa, por lo que decidió crear un enorme salón de torturas, para ello llamó a los chinos quienes le construyeron un cubo de aproximadamente 1000 metros, con tecnología avanzada. El dictador podía matar a las personas desde su habitación a través de una enorme pantalla táctil, los hacía jugar partidos de fútbol por horas y cuando ya estos no podían más les generaba un paro cardíaco con un botón.

Reía a carcajadas cada vez que veía una de sus presas caer al piso, a algunos les generaba convulsiones, porque le fascinaba ver salir espuma desde sus bocas, a otras mujeres les arrancaba los pezones con una aplicación creada por japoneses.

Más adelante incluyó a su cubo de torturas las recomendaciones rusas y cubanas, estas eran un poco ortodoxas pero las más letales, regularmente las ponía en práctica los domingos, cuando acostumbraba desde un megáfono a hablarle al pueblo. Mientras ejecutaba a alguna persona lo transmitía para que los habitantes escucharan y no se atrevieran a desafiarlo. Así transcurrieron unos diez años. Aquel hombre bigotudo había engordado hasta el hartazgo, matar personas ya no lo saciaba.

Los aldeanos cansados de sus abusos prepararon una jugada en su contra. Se organizaron por años y eligieron fusilarlo un primero de abril durante las fiestas patronales. Lo emborracharon a él y a sus soldados, los hicieron beber hasta enloquecer y los amarraron juntos, encendieron el fuego a un gran caldero y los echaron al vacío como huesos para sopa.

En diez años el pueblo no lo había acabado porque algunos no creían que fuera capaz de tanta maldad, otros estaban amenzados y a un pequeño número no le interesaba porque recibía buena recompensa al hacerle favores. Fue hasta  que murieron cerca de 300.000 personas cuando se unieron y decidieron exterminarlo.

A pesar de las 300.000 fosas que construyeron en honor a las víctimas, la gente que visitaba el pueblo no creía aquella historia de horror, de un hombre que amenazaba con paz.




El Hilo de Ariadna

sábado, 22 de abril de 2017

A los que salen en defensa de Venezuela y de Hans Wuerich el joven desnudo en una protesta

Hace rato entendí de qué manera ser activa, eficiente y constructiva en mi país y no es precisamente desde la crítica, me sabe si la gente se va, se queda, si marcha, si cacerolea, si grita, nada de eso me interesa, tampoco los miles de audios que envían a diario por WhatsApp, ni las fotografías y vídeos que se vuelven virales, pero hoy recibí una cadena sobre el joven que se desnudó en una concentración, Hans Wuerich, con quien por cierto creo vi clases en la Universidad Santa María. 
El texto estaba escrito por la profesora Juymar García, docente de esa casa de estudios. Uno debe cursar Servicio Comunitario con García porque es la única profesora que lo da o al menos en el momento que yo estudié. 
Recuerdo el primer día de clases, humilló delante de todos nosotros a una muchacha que supuestamente se expresó de forma incorrecta hacia ella en el grupo de Facebook que había para esa cátedra, el reclamo me pareció desmedido, siguió y siguió, hasta ridiculizarla frente a todos, quise salir corriendo de allí, pero tuve que quedarme para pasar esa materia obligatoria, además ya me habían advertido sobre su trato. 
Hoy escribe en defensa de un estudiante, esos que ella misma ha vilipendiado en la Universidad Santa María, tantas veces, no creo en sus palabras hacia ese muchacho que, sin duda, es más que valiente al quitarse sus ropas frente al mundo. 
Hans fue símbolo de paz, de valentía y de libertad en medio de tantas vejaciones para los venezolanos, sin embargo, no dudo de que existan personas aprovechándose de la situación para ganar fama y lucrarse de esta terrible crisis. 
A los que salen a las marchas a cazar buenas tomas para hacerse famosos, a los que escriben sobre Venezuela para viralizarse, a los que actúan bajo esa premisa les digo esto: detrás de esas marchas hay mucho dolor, muchas familias destruidas, niños con hambre, enfermos, gente muriendo, hay un río de sangre también, que ha crecido en estos lamentables 18 años, hay gente llorando, impotente, hay luto, hay un dolor que debe respetarse y en momentos así es mejor guardar silencio, respetar, respetar a las víctimas, respetar el dolor y respetar a Venezuela.
Ariadna García

sábado, 4 de marzo de 2017

Un día de playa en Venezuela (crónica)

El día lunes 27 me fui a la playa con un amigo argentino que lleva casi dos años viajando por toda América Latina en su camioneta bautizada "La Vagabunda". En Venezuela ya lleva tres meses. Salimos dispuestos a celebrar los carnavales en busca de las hermosas playas de este lado del trópico. Al bajar a La Guaira nos encontramos mucha cola y alcabalas de rutinas. El carro de Diego lleva un cartelito que dice: me ayuda con un galón de gasolina o una ducha, por lo que varias personas nos sonreían y en un momento de la cola, un joven se acercó a ofrecernos un baño, nos dejó su número de teléfono y se marchó. Dos días después le escribió a mi amigo y nos enteramos que se habían ido hasta Todasana a ver si nos conseguían. Gracias Víctor.

Una hora más tarde entramos al pueblo de Osma, decidimos quedarnos allí porque La Vagabunda se estaba recalentando, teníamos más de cuatro horas manejando. Estábamos cansados, paramos en una bodega compramos algunas cosas para comer y al llegar nos instalamos plácidamente en la playa. 

Las olas subían como la espuma y varios niños no se separaban de ellas, tomamos Fernet Branca, vimos muchas aves pasar, jugamos Uno y aunque yo misma le había enseñado a Diego las reglas del juego cada tanto me perdía y las olvidaba. 

Nos sentamos en dos sillas a tomar el sol que quedaba, a conversar sobre las cosas más tontas e importantes de la vida, esperamos a que cayera la noche y vimos cómo las estrellas aparecieron como un show de luces para nosotros. Diego buscó su guitarra, tarareamos un par de canciones, entre esas Volver y Por una cabeza, fueron horas de paz y de disfrute en aquel paraíso oculto entre las montañas.

En la noche preparamos un par de arepas en su camioneta, hasta yucas chips, yo observaba todo con curiosidad porque era la primera vez que acampaba en la playa y la primera vez que compartía ruta con un viajero. Un viajero que esconde tesoros maravillosos en esa furgoneta, latas que contienen té, esencias aromáticas y música.

Al lado de nosotros había una familia de mariachis que más tarde tocaron junto a Diego temas alegres que nunca faltan en las fiestas. Pasamos una noche tranquila, el día martes la lluvia nos dio los buenos días, pero el sol saldría más tarde con toda su fuerza causándome una insolación que todavía me hace arder las rodillas. 

Estando en la playa Diego me hace una pregunta inusual "¿Ari yo estoy muy drogado o ashllá hay un perrito azul?". Yo pensé: a este cuate ya se le fundieron las neuronas, pero al virar la mirada comprobé que efectivamente se trataba de un perrito azul.

Estuvimos bajo el sol casi tres horas, entre entradas y salidas al mar y al río, vimos a un hombre con pinta de jeque árabe tropical y a muchos niños surfear con sus maravillosas tablas. Compramos cervezas en un kiosco que tenía los niños más obedientes del mundo, ayudaban a sus papás en los quehaceres del negocio con tanta diligencia que me asombraba y hasta le hice el comentario al padre.

Nos despedimos de esa playa sin ningunas ganas, pero al día siguiente yo debía estar temprano en Caracas. Cogimos carretera hacia La Guiara, al pasar por Los Caracas nos detuvimos a admirar ese inmenso azul que es capaz de arroparlo todo, Diego subió al techo de la camioneta y lo seguí, nos hicimos un selfie y luego continuamos el viaje entre charlas honestas y melodías radiales.

La Vagabunda no tenía caucho de repuesto así que decidimos parar en una cauchera. Eran las 5:30 de la tarde, al salir de allí Diego dio una vuelta en U y nos incorporamos a un elevado, en ese momento aparecen de la nada dos hombres en una moto, le muestran la pistola a mi amigo y le dicen que se detenga, él me dice "Ari nos van a robar pásame la cámara". Le paso el bolso con todo, allí veo por el parabrisas que tenemos a los dos hombres al frente, uno llevaba una camisa roja y el otro una negra, -vestían de civiles- automáticamente pensé: nos van a robar, nos van a matar.

Diego no les hizo caso y giró como pudo al final del elevado, sin importar que venían carros en sentido contrario, más tarde me diría: lo hice para salvar la vida, solo pensaba en eso. Estacionó el carro en una calle y se lanzó del vehículo, yo me quedé adentro con la cabeza entre las rodillas, hablando con Dios, implorándole que nos ayudara porque sentía que nos iban a matar. Los hombres se bajaron de su moto y apareció otro en su defensa, en total eran tres. Cerca había una licorería y salieron alrededor de diez personas, en ese momento me sentí más "segura" y salí del carro, los hombres me gritaron "¿quién más está allí?" -Yo, nada más estoy yo, nada más estoy yo- les dije.

Estaban muy alterados y agresivos, repetían continuamente "si nos hubieran matado, ah, cómo vas a dar esa vuelta así, eres loco". Diego les pregunta ¿Quiénes son ustedes? "Somos funcionarios y te vamos a detener el vehículo, te vamos a poner una multa y si no lo puedes manejar, me lo llevo yo", respondieron.

Uno de los hombres se acerca al carro y comienza a registrarlo por la puerta del piloto, Diego se sube por el otro lado y le pide que por favor no revise su carro, el hombre se enojó mucho más y lo agarró por el cabello, le estrujó la cabeza hacia abajo. Mi amigo se bajó del carro y le dije que me dejara hablar con ellos para ver si conseguía calmarlos.

-Cuál es el problema, no te hicimos nada, venimos de un día de playa no queremos causar ningún inconveniente- les digo. El tercer hombre que salió de la nada era el más insistente de todos y seguía con que los hubiésemos podido matar. Horas más tarde Diego me contó que esos hombres nunca estuvieron en el mismo canal que nosotros, de hecho iban en sentido contrario.

En el momento que estoy tratando de mediar con ellos, una de las personas que había a nuestro alrededor le dijo a Diego que al lado quedaba un módulo policial, él corrió hasta allá y regresó con dos policías, estos desenfundaron sus armas, detuvieron a dos de los hombres y se los llevaron hasta la unidad. Estuvimos allí como una hora. Aparecían más y más policías, uno que llegó de último, dijo: "esos querían pegarles un quieto. Quiébralos porque yo no voy a apoyar sinvergüenzuras". En ese momento sentí que se me helaba todo el cuerpo, a Diego le hacían muchas más preguntas que a mí, -qué cuanto tiempo tenía en Venezuela, si era argentino, si tenía los papeles en regla-. No veíamos la hora de que todo aquello terminara.

Al cabo de un rato, comencé a avisar a mi familia, a mi jefa que también es periodista y le expliqué en qué lugar exacto estábamos, mandé el número de pasaporte de Diego, la placa del carro, mi número de cédula, no podíamos confiar en la policía, puesto que minutos antes habíamos sido emboscados por unos supuestos policías, todo podía pasar, incluso sembrarnos droga y aparecer al día siguiente en la prensa como: dos turistas que traficaban droga en Venezuela se enfrentaron a una banda criminal.

De allí tuvimos que ir a un cuerpo de investigaciones de un municipio cercano, nos tomaron las declaraciones, un oficial le habló a Diego en inglés, otro le preguntó que qué era lo que más le había gustado de Venezuela, él respondió que no quería ser descortés pero que no estaba de ánimos para hablar de eso -Solo quiero llegar a salvo a Caracas oficial perdónémé-.

Lo peor había pasado, pero seguíamos allí, yo sabía muy bien que habíamos salido "barato" como decimos en Venezuela. Solo podía agradecer a Dios por estar bien y estar con vida, sentía una suerte de alegría, en un momento le di un abrazo a Diego y le dije -estamos bien, vamos a salir bien-.

A pesar de los vicios evidentes que existían en ese cuerpo de seguridad, los oficiales nos ayudaron, nunca intentaron sobornarnos, al final uno me hizo preguntas muy específicas sobre lo que había ocurrido, porque según él era muy justo y no quería que los oficiales quedaran destituidos de sus cargos.

Ya eran como las 9 de la noche, una oficial me preguntó si Diego era mi pareja, le dije que no, que era mi amigo. Imagino que la pregunta no representaba nada en aquel procedimiento de rutina, pero la comidilla no puede faltar en esas instituciones desgastadas por el tiempo.

Diego le insistió a uno de los oficiales en que nos custodiaran hasta Caracas porque teníamos miedo, ya eran las 10 de la noche y encima el tercer hombre se había esfumado. Accedieron a enviarnos con dos policías. Eso es algo que aún les agradezco.

Al llegar a la casa solo quería ver a mi gente ir a ver a mi tía y darle un fuerte abrazo, que supieran que estábamos bien, que seguíamos aquí completicos, que nadie nos había arrebatado la vida, que pudimos tener un final feliz como el que pocos pueden, que nuestro día de playa no estaba tan arruinado.

Al final le dije a Diego: hay dos cosas que no olvidaremos de este día, esto y el increíble perrito azul.





El Hilo de Ariadna


viernes, 24 de febrero de 2017

No puedo repetir las bromas de Maduro

Empiezo contando que yo nunca he sido la más graciosa, ni la más sarcástica o la más optimista, de hecho me considero bastante aburrida. Lo cierto es que desde niña me tocó hacer de grande, pues estaba en el medio de dos adultos que no eran capaces de resolver sus problemas sin incluirme y eso me llevó a encargarme de mí, de mis cosas, de mis tareas y en algunos casos hasta de mis fiebres. 

Para mí la vida siempre fue algo muy serio y desde pequeña supe cómo iban las cosas a mi alrededor. Así que hoy me resulta imposible hacer bromas con "la dieta de Maduro", la yuca amarga, los penes, las millonas y millones. Me es impensable hacer eco de los "chistes" que hace el presidente de Venezuela, porque detrás de esa yuca amarga van diez muertos y detrás de la "dieta de Maduro" van cientos de niños desnutridos, cientos de personas sin medicinas, presos políticos, criminalidad, narcotráfico, hambruna, desidia, pobreza... La lista es larga y me faltaría espacio para enumerarlas todas. 

Basta con entrar a un vagón del Metro de Caracas para ver el estado en el que se encuentra la gente, miradas perdidas, rostros cadavéricos, angustia, ropas que delatan que ya no son de la talla de esos cuerpos, se respira pobreza y violencia. Y es muy difícil hacer bromas con cosas tan serias o al menos para mí es así. 

Tal vez soy una amargada o demasiado vieja, pero esa es una de las cosas que más me separa de mis compatriotas, esa facilidad que tienen para convertirlo todo en una burla, esa manía de hacer de nuestra cruda realidad un meme, una mofa, un chiste malo.

Ahora el tema es el supuesto deportista Adrián Solano y digo supuesto porque desde que apareció su nombre en la palestra pública todo ha estado empañado de polémica y de hechos un tanto extraños. Primero una deportación desde Francia y luego una competencia con un desempeño terrible que se ha vuelto viral y que le ha valido el nombre de "el peor esquiador del mundo". 

Nicolás no se reirá de esto, de esto no hará chistes como lo hizo con la yuca amarga refiriéndose a una persona que "tuvo inconvenientes", "inconveniente" morir, un comentario tan burdo y tan desalmado, sobre un lamentable caso en el que una familia murió tras consumir este tubérculo.

Me cuesta prestarle atención a Solano y a sus memes o a los ñames de Maduro, me cuesta hacer chistes de este desastre que tiene al país sumido en la ruina. Me cuesta hacer bromas con "la dieta de Maduro" cuando veo que mi prima ha rebajado más 10 kilos y la miro como si no pasara nada, pero ambas sabemos qué pasa, pasa que ya en su casa no se hacen tres comidas al día sino dos o una como en tantos hogares venezolanos.

Pasa que pasan cosas gravísimas como que un parámedico no puede salvar vidas porque los motorizados simulan lesiones para robarle la moto y luego dispararle como a un perro. Pasa que una joven fue asesinada a golpes por sus compañeras de clase porque esta violencia desmedida se asentó como un cáncer en nuestra sociedad.

Pasa que no me río porque hay muchas familias que hoy lloran a sus hijos muertos o lloran porque se les fueron a otro país. Me cuesta mucho reirme de este caos porque cada caso es más grave que el anterior, porque nada se atiende y el desespero es muy grande. Pasa que ya los niños no van a las escuelas porque deben hacer colas por comida con sus padres.

También pasa que el Seguro Social ya no entrega las medicinas a tiempo y el reloj corre y las enfermedades no esperan. Pasa que las bolsas Clap no alimentan a una familia entera. Pasa que hay bebés muriendo en los hospitales por falta de medicinas y de equipos para ser atendidos.

Pasa que jugar con la vida de la gente me resulta dantesto y pasa que no puedo permitir que mi boca reproduzca las palabras de un dictador. 

El Hilo de Ariadna

lunes, 20 de febrero de 2017

Belief

Escribo esto porque con frecuencia observo que algunas personas se resisten a aceptar las cosas tal y como son, a aceptar la verdad, dudan de la palabra, dudan de la gente, de lo que ven, dudan de todo y entiendo que duden de la palabra porque es algo que a menudo no se toma en serio, yo me la tomo en serio, en parte porque mi trabajo depende en un 40% de ella, el otro 50% es la veracidad, 5% brevedad y 5% sencillez. 

Si ahora mismo te dijera a ti que me estás leyendo que puedo cocinar dormida, tal vez no me creerías, dudarías y pensarías ¿no? ¿imposible? ¿estás jugando? Aunque eso no es cierto, me he topado con situaciones similares y un ejemplo verdadero es este:

Dentro de una semana cumplo 26 años y hasta ahora no he consumido ninguna droga ilegal, entiéndase: marihuana, cocaína, etcétera. Sólo he ingerido alcohol y fumado cigarrillos un par de veces, aclaro, esto no me hace mejor persona o especial, simplemente no he querido hacerlo, yo encontré la forma de drogarme con chocolates y cafés.

Pero si le dices eso a alguien, seguro no lo creerá y te insistirá ¡es mentira! ¡lo hiciste! ¡ja, por favor! ¡no te hagas la virgen! Lo cierto es que no tienes que demostrarle nada a nadie, solo debes ser tú, confiar en ti y en lo que quieres, el hecho de no drogarte no te hace una mojigata, simplemente eres tú, es tu esencia y eso está bien.

Aunque más de una vez tuve peleas inútiles con gente sorda, luego te das cuenta de que no valen la pena, de que malgastaste segundos en palabras vacías que para esa persona nunca tendrán sentido y es mejor no librar esas batallas.

Mientras escribo esto, escucho Cámara lenta de Javiera Mena y me siento tranquila de no tener que demostrar nada, de no tener que gritarle más a los sordos, porque no tengo que convencer a nadie con mi credo, porque ya tengo mayoría de edad para mandar a la mierda y porque simplemente lo que me resulta molesto no le doy muchas vueltas.

Y aunque más de una vez defendí mi verdad, ya hoy no me importa, al final siempre creerán lo que quieran. Lo importante es qué haces tú con eso. 

Lo importante es cómo te defiendes tu de ti, cómo peleas por mantenerte único y fiel a tu ser, sin limitaciones, sin curitas, sin temores, sin vergüenza, lo importante es que tú sepas la verdad de quién eres y de qué quieres. Lo realmente valioso no es que digas la verdad, es que aprendas a escucharte a ti cuando estás dormido o cuando estás despierto, que sepas hablarte y acariciarte.

En el Hilo de Ariadna no hay espacio para los complejos, para las poses o los prejuicios, yo no critíco, no dudo,  yo creo y vivo. Cuando creo en la palabra creo en que todo es posible y si es posible, tal vez algún día pueda cocinar dormida.

Es mejor creer que pasarse la vida dudando.


El Hilo de Ariadna

domingo, 12 de febrero de 2017

Una mujer que fumaba cigarrillo en los 80s

Cada vez que puedo le pregunto a mi tía cómo era la Venezuela de los 80s, ella tenía 20 años y me cuenta que era la época de plena bonanza petrolera, carros lujosos, el Bulevard de Sabana Grande se jactaba de contar con la casas de los diseñadores más reconocidos en el mundo, drogas, apareció el VIH. Caracas era una ciudad cosmopolita, atractiva para los extranjeros, era la meca de la región.

Soda Stereo, Hombres G, Queen, Mecano, son algunas de las bandas que se escuchaban por aquellos años y fumar estaba de moda. Mi abuela tenía unos 44 años, cada vez que quería se iba de viaje a Miami -sola- con un dólar a 4,30, fumaba, trabajaba, no le pedía permiso a su esposo en lo absoluto, era una feminista nata.

Pregunté si mi abuela no era considerada una perdida, por fumar cigarrillos, mi tía aclaró que para nada, "en aquel momento era muy nice fumar, las mujeres que lo hacían tenían clase, incluso eran vistas como poderosas. En esa época no existían campañas en contra del tabaquismo, eso vino después, en los 80s pasaban comerciales fabulosos, recuerdo que había uno de la Belmont que comenzaba con: tucu tucu tucu tuu".

Fiestas descontroladas y grandes hombreras eran otro rasgo de esa época fluorescente, enormes peinados, afros, maquillajes fuertes y cinturones capaces de cortar la respiración, las mujeres comenzaban a deslastrarse del rol de amas de casa y venían usando jeans desde los 70s.

Esa mujer que fumaba cigarrillo en los 80s, planificó tener tres hijos, no más, le decía a su hija que se graduara y se comprara un marido para que cuando este no sirviera lo botara. Era una mujer que no tenía reparo en decir lo que pensaba y que hacía exactamente lo que quería. 

Perfumaba la ropa con Estée Lauder y doblaba las camisas en papel de seda, hasta hoy su closet conserva el olor, era extremadamente celosa con sus labiales y poseía un par de pelucas; cuando el médico le prohibió viajar (por la aneurisma que padecía desde hace varios años), comprendió que ya era vieja y decidió cambiar los tacones por unos mocasines Sebago color vinotinto.

La tía dice que era una "chica plástica" de esas que sudaban Chanel como la canción, sin embargo, esa mujer parca, recibía a todos los amigos que su hija se traía de la escuela, más adelante recibió a muchos homosexuales con el mismo amor, fue una madre para varios de ellos y tenía el don de la palabra. 

Era una época en la que todo era nuevo para todos, lo elemental estaba por averiguarse y el asombro era parte del día a día. La dictadura de Pérez Jiménez había terminado en el 58 y la gente disfrutaba de vivir en democracia.

"Los 80s fueron una época de mucha explosión, el arte te lo encontrabas en todas partes, las obras de: Soto, Cruz Diez, Mateo Manaure, Pascual Navarro (lo veías en la calle a cada rato), Lía Bermúdez, Jacobo Borges, Elsa Gramcko, Pedro León Zapata, estaba la Cátedra del Humor en el Aula Magna de la UCV ¡Eso era lo máximo qué época!", relata mi tía con sollozo.

Los 80s son para mí una década fascinante, soy una fiel exploradora de ella y sobre todo de su música, la percibo como unos eternos carnavales, donde la gente reía, bailaba y la serpentina lo cubría todo. El Caribe rozaba su punto más caliente y el sol se reflejaba en los Fiat Supermirafiori de tonos estridentes. 

Imagino que "Ágarrense de las manos" se escuchaba en los hogares y que ser diferente también estaba de moda y todos estaban en sintonía de estar a la moda. Se leía en los labios la palabra libertad y las mujeres y los hombres se bamboleaban en un ambiente de sensualidad.

Era una Venezuela amigable que recibía inmigrantes como arroz, era el país de las mujeres bellas, de la salsa y del guaguancó. Era una mujer que fumaba cigarrillo en los 80s, así fueran muy caros.




El Hilo de Ariadna

miércoles, 8 de febrero de 2017

Y descubrí cómo me gusta el café

En Yaracuy, en las tardes, casi siempre tomábamos café con leche. Recuerdo que mi abuela acostumbraba a mojar el pan dentro y este se volvía completamente aguado hasta desintegrarse.

Mamá lo tomaba igual, para aquel entonces yo no conocía que existían otras formas de prepararlo, ignoraba que le ponían nombres extranjeros o aderezos como la canela o el cacao, mucho menos que se estudiaba para convertirse en barista. No sabía que el café era un arte.

En Albarico la vida era simple y rutinaria, yo comencé a tomar café después de los 10 años, creo, pero poco. Crecí convencida de que a mí también me gustaba con leche, lo que llamamos en Venezuela: un tetero. Hoy, luego de unos años he descubierto que lo prefiero marrón claro, con poca azúcar y bien espeso.

También he encontrado otros hallazgos como que me gusta saborearlo sola, sentada en una mesa por donde transiten la brisa y las personas y ponerme a escribir en cada sorbo.

Por estos días la vida es más compleja, pero recurro a la pausa de esos tiempos, a la quietud de ese pueblo, recurro a las manos grandes de mi abuela, la invoco y la siento cerca de mí, la escucho respirar más fuerte que los árboles, incluso siento que sus hojas me tocan desde lejos.

Ya la taza está por terminar, pero la brisa sopla con más fuerza así que me detengo para percibir cómo barre todo lo bueno y malo que pulula por las calles. La corriente me lleva lejos pero al final me devuelve entera.

Tomar café siempre será una mágica tradición, un ritual para reecontrarme con mi abuela.





El Hilo de Ariadna

domingo, 29 de enero de 2017

Una historia para dormir

La noche además de oscura debería ser clara, así la pienso, serena, en calma; la imagino con un cielo lleno de estrellas y con una ponchera de agua que me cubrirá hasta los pies, al mismo tiempo no da frío, solo es agua y con ella me dejo correr.

Quiero que guardes de esta noche un recuerdo bonito, uno que te lleves hasta el amanecer. Haz de la siesta un ritual sagrado, apaga las luces, enciende una vela, un incienso, coloca música bajita, esa que llena, esa con voces que acurrucan y que te traen al oído cosas bellas.

Hoy mientras leas esto, deseo que tus orejas se sientan consentidas, que tu cuerpo se desplome y se transforme en arena. Esta es una historia para dormir y yo he venido a mecerte.

No olvides apagar las luces y decirte que te quieres, no olvides refugiarte en eso que mañana te hará soñar, nunca te olvides de ti, ni de tus ancestros, toma la punta de los dedos de tus pies y siente lo vivo que estás. Agarra una bocanada de aire y sopla hacia la luna, vístete de blanco, de azules, de turquesas, corre entre el pasto y desvístete mientras lo haces. En la mañana no recordarás nada, pero tu cuerpo lo sabrá apreciar. 

Sueña hasta que puedas y sujétate fuerte, piensa en caracoles, en ríos, piensa en la lluvia que corre mientras duermes, imagina que pisas grama y que la humedad de la tierra es un consuelo, sueña que mañana podrás con todo así ni siquiera puedas levantarte. Intenta cambiar las cosas aunque sea una vez y diviértete cuando lo haces.

Imagina que muerdes cerezas y que un poco de jugo se derrama por tu cuello, convéncete de que tus manos no están tan viejas y de que mañana pilarán maíz con más fuerza. Agárrate de donde no puedas y levántate, sueña con el alba y con la noche, con la risa y con el llanto, abraza la lluvia y la sequía, abraza lo que te rodea porque un día ya no estará más.

Sueña que eres liviano y que eres capaz de ceder, cambia una opinión, doblégate; mira a tu alrededor y entiende que no somos tan grandes. Sé el niño o la niña que se bañaba en la lluvia, sé el niño o la niña que reía, escondéte cuando ya no puedas más y sal cuando seas verdaramente fuerte. Date la mano y aliéntate a hacerlo, duerme y apagad la soberbia, descuídate un rato y sorpréndete.

Toma la manta y susurra palabras que mañana no entenderás, ve hasta donde está tu amor y róbale un beso. Se necesita velentía, pero puedes hacerlo, estás dormido y ya mañana no recordarás. Hazte el aguerrido y no pienses en lo avergonzado que estarías, prueba una vez que nada es tan difícil.

Es curioso pero dormidos somos capaces de todo, lo vimos, lo hicimos, lo sentimos. Intentá mañana hacer eso mismo, pero despierto.



A.G
#Elhilodeariadna


jueves, 26 de enero de 2017

El amante

No sabía si su intuición era una bendición o un castigo, pero podía revelar historias con solo ver miradas.

Esa tarde sus gestos lo delataron. Él era un soldado aunque ese día parecía un triste esclavo, ella percibió lo que haría minutos más tarde y supo que debía marcharse.

Su error fue pensar que siendo un chico de su misma edad era tan ingenuo como ella. Sus rasgos blandos, esa piel lozana y su barbilla perfectamente esculpida como el mármol, lo hacían ver como un ángel y hasta algo adolescente, aunque sus manos de amante experto parecían que habían amado el cuerpo de una mujer por más de un siglo.

Sabía en qué lugar colocar los brazos, la boca y el deseo, era muy joven para conocer tanto, pero lo sabía y ella disfrutaba de ese manjar que le proveía su buen amante. La primera vez que lo hicieron él se las arregló para emborracharla de locura, sus tamaños eran dignos y no generaron ninguna duda, al contrario, ella se entregó como agua que lleva el río y dejó que ese fuego intenso se apagara lentamente con cada lamido.

Esa noche y esa mañana se amaron incansablemente, ella se sintió cómoda y pensó por un momento que él no solo sería su amante sino su novio, porque la complicidad entre ambos era como la de una pareja que comparte risas y secretos de toda una vida. 

Su nombre era Jonás, no parecía ocultar nada, era un muchacho joven pero enfocado, siempre se mostró maduro y con tan buenos modales que parecía haber salido de un claustro de monjes tibetános.

Sus encuentros fueron pocos, él vivía retirado de la ciudad y había dejado claro que no quería nada que lo comprometiera demasiado, ella por respeto a eso no hacía muchas preguntas y se limitaba a disfrutar el momento. Sin embargo, al conocerse, Jonás le habló de una familia a quien le tenía mucho aprecio por su apoyo y hospitalidad, para ese entonces ella no levantó sospechas de algo más, tenía la mala costumbre de creer en la palabra de la gente, vivía en un mundo distinto, se concentraba en lo que realmente le importaba y no perdía el tiempo en especulaciones.

Varias noches, las noches en que Jonás pernoctaba en casa de esa familia, casi no le escribía, incluso hubo veces en que se esfumó como aquel personaje de ojos vendados que ocupaba las tardes de los niños que no tenían cable.

En esa casa había una mujer madura y muy atractiva, ella era la que se encargaba de todo, los llenaba de invitaciones y de regalos, no solo a él sino a resto de jóvenes que allí se reunían. Él hablaba de aquellas veladas sin muchos detalles, pero sí con una intensa devoción. 

Mónica le hacía mimos y lo admiraba, lo veía como un buen muchacho, uno que no sería capaz ni de dañar el ala de una mosca. 

Esa tarde se encontraron en un café y él parecía lejano y algo confundido, le dijo que pasaría la noche en casa de esa buena familia, pero ella sintió una sensación extraña e intuyó que había algo más, actuó normal y terminó la plática con temas triviales, se despidieron en la estación de trenes con un dejo amargo, sus ojos marrones se volvieron más oscuros y la barbilla de él ya no le parecía tan hermosa.

Ella bajó unas cuantas escaleras pero luego decidió devolverse para seguirlo, agarró calle arriba y lo divisó a los lejos, él llevaba pantalones oscuros y daba pisadas firmes, en el trayecto se detuvo en un kiosco a comprar rosas, Mónica observaba a hurtadillas y al ver aquella escena sentía que el corazón pulsaba con más y más fuerza.

Pensó que era ridículo seguirlo pero al mismo tiempo quería saber que se ocultaba detrás de aquella fachada de niño bueno. La respuesta era obvia pero necesitaba verlo con sus propios ojos para finalmente marcharse. 

Jonás seguía caminando con sus rosas en la mano, pero no se veía como un enamorado sino mas bien como un muerto andante, cruzó la avenida Crisanti y Mónica lo seguía con ganas de no haberlo hecho, se sentía tonta y ajena a todo lo que ocurría.

Él se detuvo en un edificio verde con rejas negras y se sentó en la acera, ella esperó una cuadra antes dentro de un centro de llamadas que estaba a punto de cerrar. Eran las seis y media de la tarde y Bogotá lucía más fría y peligrosa que nunca. 

Luego de un par de minutos se atrevió a salir de su escondite y vio a Jonás de pie, hablando por teléfono a un lado de la entrada. A los diez minutos apareció una mujer de unos 45 años, muy elegante de cabello oscuro y piel tersa, llevaba un vestido negro que dejaba ver el buen estado de su figura. Él le entregó las flores y le mordió el labio inferior, rieron como dos amantes de larga data. 

Mónica supo de inmediato que era la mujer de las reuniones, la misma que ella creía era una madre para él. Se dio media vuelta y caminó tan rápido como pudo, tenía una sensación extraña en el cuerpo, en esos segundos la imagen que tenía de Jonás se había evaporado y con ella la ilusión de un romance honesto.

Aquel hombre ya no era un muchacho fresco, sino un hombre curtido y mozo de esa mujer que le doblaba la edad. En ese instante comprendió las ausencias, los silencios y esas manos expertas que la hicieron gritar. También supo que él no era su amante sino el de ella.

Así como decidió caminar de prisa se juró olvidar, no entendía por qué no le habría dicho la verdad, pero ya no tenía caso, tomó un bus y sacó un libro de la cartera, comenzó a leer de camino a casa, esa sería la última vez que vería a Jonás y la última vez que se le ocurriría perseguir a alguien. 




Ariadna García
#Elhilodeariadna


martes, 10 de enero de 2017

Una torta y un café

Martes. Estaba dispuesta a tomar un café, decidí ir a Monsieur, un pequeño restaurant francés con techo rojo que tiene poco menos de dos años en Caracas. Aquí las crêpes no son excelentes, pero el café moca que preparan sí, este contiene una densa capa de chocolate de avellanas que se asienta al final, capaz de hacerte perder la razón por varios minutos y sumergirte en un baño dulce que huele a pecado, por otra parte, la atención del mesonero es maravillosa y eso me basta para volver una y otra vez, además de que él aprende a ser barista en Youtube y cuando voy practica con mi marrón, al que le pone rostro de cerdito.

Este mesonero se llama Angelo y desafortunademente no lo conocerán para cuando vayan, pues, me enteré hace poco que renunció al petit café, para ir tras unos planes más ambiciosos en Barquisimeto.

De camino al lugar mientras subía las escaleras del metro pensaba: ¿en serio irás a tomarte un café, de verdad te comerás una torta? ¿sabes que tu sueldo mínimo no alcanza para esos lujos? eres periodista y encima trabajas en Venezuela, hice caso omiso a los reproches que la Ariadna realista me hacía y seguí presta a consumar mi pecado vespertino.

De pronto me dije: solo quiero hacer lo que me gusta hacer por un instante, así deje todo el salario allí, lo único que deseo es caminar, ver las nubes sobre el Ávila y sentir el inusual frío de Caracas. Al salir de la estación, di pocos pasos y al llegar al café noté que estaba cerrado, había olvidado que no abre los lunes. 

Opté por ir a Amelie otro café cercano, al transitar, clavaba la mirada en el piso, en los adoquines que alguna vez fueron marrones o rojos, ya están muy sucios y gastados, luego observé hacia el norte y vi el cerro, sereno, blanco, limpio, sentía que me aferraba a aquella ciudad ruidosa y al mismo tiempo que me despedía, recuerdo que las nubes aún se veían, el cielo estaba azul y al fondo había un aviso del Hotel Monserrat y otro de Ron Cacice que decía: Ron venezolano el mejor del mundo.

Me detuve en el semaforo, pasaron varios motorizados con sus caras poco afables y sus manos casi siempre en posición extraña.  Inhalé  el humo denso de los viejos carros y esperé el cambio de luz en calma. 

En el trayecto le hablaba a Caracas y me hablaba a mí, explicaba que debo hacer estas cosas mientras siga viviendo aquí. Quiero aprovechar tus lugares, observar tus colores y guardar tus aromas, para escribir más adelante sobre ellos, para recordarlos intactos cuando los extrañe. En cada pisada que doy, siento que una parte de mí se queda

Al llegar a Amelie divisé que estaba abarrotado, por lo que pediría para llevar, es un sitio algo pequeño y con una acústica terrible, sin embargo, coincidencialmente mi amigo Nelson estaba allí, esperando por una mesa, nos saludamos con sorpresa, le reproché por unos desayunos pendientes y finalmente nos sentamos a conversar, a los pocos minutos, apareció otra amiga afuera, salí a saludarla y luego entré a continuar la plática con mi amigo politólogo.

En ese momento volví a hablarme adentro y decía: en otra ciudad no tendré amigos que aparecerán accidentalmente, no habrá caras ni sabores conocidos, tampoco cafés conocidos, me tocará buscarlos sola y descubrir cómo se le dice al guayoyo en esa otra ciudad, tocará construir una vida y hacer nuevos amigos, ver otro cielo y otras nubes, no estará Caracas, ni El Ávila, seguramente tampoco los motorizados, entonces mi corazón se detiene y pregunta¿perder todo eso por una torta y un café?




A.G
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