lunes, 20 de febrero de 2017

Belief

Escribo esto porque con frecuencia observo que algunas personas se resisten a aceptar las cosas tal y como son, a aceptar la verdad, dudan de la palabra, dudan de la gente, de lo que ven, dudan de todo y entiendo que duden de la palabra porque es algo que a menudo no se toma en serio, yo me la tomo en serio, en parte porque mi trabajo depende en un 40% de ella, el otro 50% es la veracidad, 5% brevedad y 5% sencillez. 

Si ahora mismo te dijera a ti que me estás leyendo que puedo cocinar dormida, tal vez no me creerías, dudarías y pensarías ¿no? ¿imposible? ¿estás jugando? Aunque eso no es cierto, me he topado con situaciones similares y un ejemplo verdadero es este:

Dentro de una semana cumplo 26 años y hasta ahora no he consumido ninguna droga ilegal, entiéndase: marihuana, cocaína, etcétera. Sólo he ingerido alcohol y fumado cigarrillos un par de veces, aclaro, esto no me hace mejor persona o especial, simplemente no he querido hacerlo, yo encontré la forma de drogarme con chocolates y cafés.

Pero si le dices eso a alguien, seguro no lo creerá y te insistirá ¡es mentira! ¡lo hiciste! ¡ja, por favor! ¡no te hagas la virgen! Lo cierto es que no tienes que demostrarle nada a nadie, solo debes ser tú, confiar en ti y en lo que quieres, el hecho de no drogarte no te hace una mojigata, simplemente eres tú, es tu esencia y eso está bien.

Aunque más de una vez tuve peleas inútiles con gente sorda, luego te das cuenta de que no valen la pena, de que malgastaste segundos en palabras vacías que para esa persona nunca tendrán sentido y es mejor no librar esas batallas.

Mientras escribo esto, escucho Cámara lenta de Javiera Mena y me siento tranquila de no tener que demostrar nada, de no tener que gritarle más a los sordos, porque no tengo que convencer a nadie con mi credo, porque ya tengo mayoría de edad para mandar a la mierda y porque simplemente lo que me resulta molesto no le doy muchas vueltas.

Y aunque más de una vez defendí mi verdad, ya hoy no me importa, al final siempre creerán lo que quieran. Lo importante es qué haces tú con eso. 

Lo importante es cómo te defiendes tu de ti, cómo peleas por mantenerte único y fiel a tu ser, sin limitaciones, sin curitas, sin temores, sin vergüenza, lo importante es que tú sepas la verdad de quién eres y de qué quieres. Lo realmente valioso no es que digas la verdad, es que aprendas a escucharte a ti cuando estás dormido o cuando estás despierto, que sepas hablarte y acariciarte.

En el Hilo de Ariadna no hay espacio para los complejos, para las poses o los prejuicios, yo no critíco, no dudo,  yo creo y vivo. Cuando creo en la palabra creo en que todo es posible y si es posible, tal vez algún día pueda cocinar dormida.

Es mejor creer que pasarse la vida dudando.


El Hilo de Ariadna

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