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martes, 1 de enero de 2019

Mi bisabuela, la vidente de la luz en Año Nuevo

Hace apenas unos años atrás, cuando mi familia se reunía toda en Yaracuy, había una especie de tradiciones el 1 de enero. Una de ellas era ver el desfile de las flores que hacen en EEUU o en Londres, yo no lo sé porque nunca me gustó y no me quedaba a verlo. Le prestaba atención al recalentado que íbamos a desayunar y a las palabras de mi bisabuela.



Ana L, quien partió de este mundo hace casi cuatro años, se sentaba en el porche de la casa, veía hacia el horizonte y examinaba la luz. Mi abuela no era demasiado supersticiosa pese a ser de un pueblo que comparte ubicación geográfica con la Montaña de Sorte. 




Sin embargo, lo del 1 de enero era una de las pocas cosas sobrenaturales que recuerdo de ella. Dependiendo del brillo o de la nubosidad, mi abuela diagnosticaba cómo sería el año. La verdad no recuerdo un mal augurio, siempre decía algo como: este año va a ser bueno, miren cómo entró la luz. 




Tal vez mi abuela solo era ese puerto anclado a la esperanza y la transmitía a nosotros. 




Ya no tengo a mi abuela para que me haga las revisiones de los años, tampoco creo haber aprendido a hacerlo, pero hoy vi el cielo y me pareció hermoso, recordé su ritual y a ella. Creo que la luz de hoy le habría gustado. Pienso que le asignaría un buen presagio. 




Mientras conversaba con esa mujer que sigue a mi lado de otras formas, la palabra libertad no se me quitaba de la mente. 




No sé qué depara 2019, pero tengo este cielo que me sonríe, la sabiduría de esa abuela y la palabra libertad entre el corazón y el pensamiento.


Gracias por tanto a Ana Lucía. 

La mujer que me inspira a echarles este cuento corto.



El Hilo de Ariadna

jueves, 13 de septiembre de 2018

Mi amigo mexicano

Acabo de notar que extraño tener WhatsApp por una razón. Conocí hace unos meses o tal vez un año a un periodista mexicano del que sé poco o casi nada. Usa seudónimo en Instagram, nunca publica fotos de él. La primera vez que conversamos, tuvimos una charla extraña, hablamos no recuerdo de qué, pero me sorprendió su arrojo y la forma en la que articulaba las palabras. Creí que se trataba de una broma de alguien, insistí en que me dijera su nombre hasta que dijo "Jorge", todavía dudo que se llame así.

Sin embargo, meses después compartimos algo de literatura y algunas fotografías, siempre me pide que le regale las que tomo en los mercados y verdulerías, las publica sin darme el crédito, me da algo de rabia y después recuerdo que fue un regalo. Una vez intercambiamos teléfonos y le pregunté cosas sobre México, sobre el PRI y AMLO, también llegamos a compartir percepciones sobre la violencia en nuestros países, la normalización de los secuestros, los asesinatos, la corrupción: la violencia. En varias ocasiones nos enviamos por WhatsApp artículos o trabajos que publicaríamos y servimos de editores.

Descubrí que extraño esa mensajería virtual para leer a mi amigo que bien podría tener otro nombre u otra cara. A menudo encuentro que voy construyendo relaciones misteriosas, particulares, inesperadas, que me dejan algo de nostalgia, como si todos se fueran a alguna parte o como si de pronto solo están en mi cabeza, en mis recuerdos. Gracias a él conocí a Pedro Lemebel y a otros autores que ahora indago.

Jorge o como se llame, a veces me leía poesía, las enviaba por notas de voz, eso me parecía extremadamente raro. Solo una persona había leído antes algo para mí y aquella vez tuve la misma sensación.

No sé ni siquiera si Jorge me cae bien o si en persona seríamos amigos, me cuesta estrechar lazos cuando siento desconfianza o cuando simplemente no tengo claro lo que tengo en frente. Si algún día llego a ir a México, muy probablemente compartamos un café o mezcal, mientras tanto seguiré deseando que no le pase nada a mi amigo mexicano cuando escriba de corrupción.


El Hilo de Ariadna

martes, 24 de julio de 2018

About that faces

I always believed that the skin of black people was made in a special way. In my
country the black people were tanned, shiny, and smooth, without any wrinkles,
just a simple beautiful skin, even the oldest did not have marks of their ages.

Really, the black people that I saw in the subway, on the street, in the juice shop or
in the hair extensions shop at Capitolio were happy people, without traces of
suffering or calamities. With white teeth, very white with a friendly smile.

Everything has changed. Now I see their emaciated faces, haggard, skinny. There
are no traces of those shining skins that evoked the tastiness of our tropical drums,
which just with their looks could catch you and bring to the coast.

Their laugh, light and hope is gone. The black people of my country are no longer
the same people, no one is already the same. The dictatorship has destroyed
everything, taking life, joy, kindness, dreams, smiles and even the desire to live; it
became a pandemic capable of damaging their faces and make them
unrecognizable.

The black people of my country are no longer the beach of the Caribbean Sea,
neither the sun, nor our toasted sugar cane. Today they are a bunch of scars, of
nights without sleep, hunger, cold and anger. Their faces are the proof of a
devastated and wounded nation, they are the skins of all of us, the cry and shout
that goes inside, the despair, they are our history and our present.

They are the faces.


Autor: Ariadna García
Translation: Ángel M. Borges
The original version: Sobre las caras 

miércoles, 2 de agosto de 2017

Eneida la trapecista

Hace algunos años conocí a una señora cubana de 70 y tantos años, recuerdo que la primera vez que nos quedamos solas, me pidió que le pasara "un pomo", me tomó varios minutos saber qué era, entre señas y adivinanzas por fin descubrí que se trataba de un pote.

Ella tenía un Accidente Cerebro Vascular (ACV) que le había inmovilizado la mitad del cuerpo, no podía valerse por sí misma. En aquel momento apenas comenzaba a conocerla y ella me contaba que había sido trapecista junto a su esposo, en algún circo cubano.

Yo dudaba de su cordura, primero porque no tenía referencia alguna de abuelas malabaristas, eso no figuraba dentro de las ocupaciones de las abuelas, al menos de las que yo conocía, en mi mundo se dedicaban a los trabajos del campo, a criar a los hijos, a vender tortas, arepas o majaretes para ganarse la vida y sacar adelante a sus familias. Venezuela es un país con una vasta historia de matriarcados.

Eneida me contaba historias fantásticas, con miles de contorsiones peligrosas que realizaba de la mano de su marido. Por las noches corroboraba esas anécdotas con su hija y ella me aclaró que todas eran ciertas, que el ACV solo había afectado la parte motora de su cuerpo mas no su juicio.

Ella era rubia y de ojos azules, bajita y siempre olía a flores. Le encantaba perfumarse, verse en el espejo y me pedía que la maquillara y le delineara las cejas, yo me esmeraba poniéndole rubor, porque de cualquier manera había que olvidarse de ese castigo que era vivir las 24 horas del día postrada en una cama.

Sus historias atrevidas se quedaron grabadas en mi memoria y sus malabares siempre serán la prueba de que las mujeres son heroínas, capaces de lograr las hazañas más feroces.

Para Eneida una mujer especial.



El Hilo de Ariadna

lunes, 24 de julio de 2017

Para ti mono

Caracas; 12 de julio de 2017

Hoy es tu cumpleaños, no sé por qué te escribo esto, ha de ser por la necesidad de expresar todo lo que tengo acumulado en los años que llevamos sin hablarnos. Nuestros cumpleaños siempre fueron especiales, tu te esmerabas por llenarme de sorpresas maravillosas y conseguías asombrarme como ninguna otra cosa en el mundo.

Recuerdo ese jabón con luces de colores que encendía cuando era puesto debajo del agua o aquel platillo con 300 bombones que luego tuve que repartir en bolsitas con los compañeros del trabajo, eran demasiados y no me alcanzaron los días para comerlos todos.

Aunque yo no era tan creativa como tú, trataba de celebrarte de forma especial, una vez me fui a buscar un monito y encontré uno que se parecía exactamente a ti, lo acompañé con un pie de limón del Mc Donalds de La Castellana que tanto te gustaba. 

Hoy que estas en otro lugar, tan distante de mi vida, de mi realidad, hoy cuando tengo la certeza de que nuestras vidas no volverán a cruzarse, me pregunto si habrá alguien dándote una sorpresa y llenándote de mimos, si ya te han felicitado y arropado como un niño pequeño. Si alguien estará para ti cuando el exilio se vuelva mas frío.

Estas palabras no son para remover emociones del pasado, ni para exculparme, tampoco son un puñal de recuerdos torturadores, son amor, son los buenos momentos que pasamos juntas, son la alegría de ese tiempo, son las horas de la verdad y del perdón. Son las horas de tu cumpleaños que deseo sea hermoso, porque he descubierto que te amo para siempre.


El Hilo de Ariadna

miércoles, 26 de abril de 2017

El hombre que menazaba con paz

Él era un dictador, no tenía chispa, ni gracia, usaba un gran bigote que lo hacía ver ridículo y medía casi dos metros, su séquito bostezaba durante las cadenas y la esposa lo miraba con todo el odio del mundo, por más que intentara hacer algo bien todo le salía mal, hasta la risa le salía mal.

En su boca la palabra paz sonaba como una bala de fuego, su discurso estaba colmado por el odio, la violencia y el autoritarismo. Era un hombre ignorante con ínfulas de gran bailarín. El pueblo había jugado a escondidas a ponerle la cola del burro más de una vez.

Le encantaba asesinar, así que ideó un castillo repleto de armas con las más agresivas, las más sofisticadas, el número podía exterminar a toda la humanidad, también contaba con hombres a su disposición, hombres viles capaces de cometer los crímenes más atroces. Estos seguidores iban desde inexpertos, hasta pistoleros profesionales.

Cuenta la leyenda que el dictador se aburrió un día de  ejecutar a sus víctimas con armas de fuego y perdigones a quemarropa, por lo que decidió crear un enorme salón de torturas, para ello llamó a los chinos quienes le construyeron un cubo de aproximadamente 1000 metros, con tecnología avanzada. El dictador podía matar a las personas desde su habitación a través de una enorme pantalla táctil, los hacía jugar partidos de fútbol por horas y cuando ya estos no podían más les generaba un paro cardíaco con un botón.

Reía a carcajadas cada vez que veía una de sus presas caer al piso, a algunos les generaba convulsiones, porque le fascinaba ver salir espuma desde sus bocas, a otras mujeres les arrancaba los pezones con una aplicación creada por japoneses.

Más adelante incluyó a su cubo de torturas las recomendaciones rusas y cubanas, estas eran un poco ortodoxas pero las más letales, regularmente las ponía en práctica los domingos, cuando acostumbraba desde un megáfono a hablarle al pueblo. Mientras ejecutaba a alguna persona lo transmitía para que los habitantes escucharan y no se atrevieran a desafiarlo. Así transcurrieron unos diez años. Aquel hombre bigotudo había engordado hasta el hartazgo, matar personas ya no lo saciaba.

Los aldeanos cansados de sus abusos prepararon una jugada en su contra. Se organizaron por años y eligieron fusilarlo un primero de abril durante las fiestas patronales. Lo emborracharon a él y a sus soldados, los hicieron beber hasta enloquecer y los amarraron juntos, encendieron el fuego a un gran caldero y los echaron al vacío como huesos para sopa.

En diez años el pueblo no lo había acabado porque algunos no creían que fuera capaz de tanta maldad, otros estaban amenzados y a un pequeño número no le interesaba porque recibía buena recompensa al hacerle favores. Fue hasta  que murieron cerca de 300.000 personas cuando se unieron y decidieron exterminarlo.

A pesar de las 300.000 fosas que construyeron en honor a las víctimas, la gente que visitaba el pueblo no creía aquella historia de horror, de un hombre que amenazaba con paz.




El Hilo de Ariadna

domingo, 20 de noviembre de 2016

Carta al amor de mi vida que no conozco

Caracas; 20 de noviembre de 2016

Hola, no te conozco pero decidí hacerte una carta hoy 20 de noviembre de 2016, espero que la leas algún día.

Nunca le he podido decir a nadie: eres el amor de mi vida, tal vez, porque le doy muchas vueltas a todo, lo analizo todo, lo racionalizo todo. Pensar en el "amor de mi vida", es pensar en toda una vida, una vida que no sé cuánto durará, ni cómo vendrá, o si existe tal cosa, por lo pronto, me he concentrado en vivirlos, sin llamarlos o etiquetarlos por algún nombre.

Pero a ti, si existes, quiero decirte un par de cosas...

No me importa cómo lucirás, si serás hombre o mujer, si serás bajito, alto, rubia, morena, fuerte o despeinado. 

Me interesa que tengas empatía con la gente, me gustaría que fueras honesto, compasivo, que no seas indiferente ante la desgracia ajena, también quisiera que seas justo, que no seas machista, que me respetes, que seas amoroso y comprensivo.

Me enloquecería que te involucraras en mi vida, seguramente te dejaré sacudirla toda, me gustaría que leyeras lo que escribo, porque luego me encantará escuchar las críticas o que aprendieras a conocerme tanto, que de vez en cuando me compartas imagénes de ilustraciones colores pasteles que tanto me gustan o que sepas también que los cactus me fascinan, así termine pinchada muchas veces.

Me gustaría que aprendieras a detectar cuando quiero estar sola o cuando sólo necesito un abrazo. No estoy ansiosa por conocerte, aunque quisiera saber de qué color lucen tus ojos frente al sol, si sonríes, si tienes cara redonda o de pan cuadrado, si te gusta pintar o prefieres enseñar. Me interesa saber qué hay dentro de tu corazón y si este es capaz de abrirse y de mostrarse sin temor a ser lo que es. 

Quiero que seas libre, verdadero, aunténtico, quiero que te escuches y que me escuches, quiero que me prestes atención cuando te hablo, porque seguramente en ese segundo no habrá nada más importante para mí que tú, quiero que sepas que todo me lo tomo en serio, que las horas contigo serán en serio porque vivo los días intensamente y me cuesta desaprovecharlos, quiero que me digas cuando algo no me queda bien o cuando me vea hermosa, quiero que seas maduro, que no me juzgues, que no me ates, también quiero que estés.

Quiero sentir que puedo confiar en ti y apoyarme cuando mis hombros sean débiles, quiero que sepas que aprendí a estar sola, pero también acompañada, quiero que me des aliento y que me hagas creer que el mundo es bello cuando yo haya perdido la fe en todo.

Quiero que te parezcas al sol, pero sin quemarme.



 El Hilo de Ariadna

domingo, 5 de junio de 2016

¿Qué es El Hilo de Ariadna?

Nunca había definido esto, hasta ahora y creo que es oportuno echar este #cuentocorto creé este blog hace aproximadamente tres años y en aquel momento era parecido a un diario, lo tomaba y lo dejaba y escribía cuando estaba irremediablemente triste.

Como estudiaba Comunicación Social, fui agregando algunas de mis tareas, crónicas, reseñas y desahogos. Hace seis años, me hice amiga de unos arquitectos que hoy son mis grandes amigos y una de ellas, la srta Luna, siempre pensaba en comida.

Ella tenía un librito donde recomendaban sitios gastronómicos de la gran Caracas y casi siempre se iba a conocer alguno, yo me anoté muchas veces y esa práctica despertó algo en mí, luego vinieron algunos viajes que también me cambiaron y comencé a apreciar más, todo lo que me rodeaba.

El ojo se volvió más agudo y empecé a sentirme turista, siempre... Pasó lo que ni yo misma me imaginaba, me enamoré de Caracas, de su comida y de sus lugares; comencé a visitar sitios y sin darme cuenta a recomendarlos. 

Me aferré a estas cosas, para vivir una ciudad que agota, que asusta y que se desmorona, pero como todo enamoramiento yo ahora sólo puedo ver lo bello y eso es lo que #elhilodeariadna quiere mostrarle a ustedes, lo bello para que recuperen la fe y se enamoren.


#Elhilodeariadna muestra esto en su cuenta de Instagram: @Ariadnagarci a través de #cuentoscortos


Ariadna García

jueves, 2 de junio de 2016

Hablo desde la crisis

Antes escribía mucho por aquí (Facebook), luego me ausenté, me ausenté hasta de mí, y lo hice por una razón, me daba cuenta de que quejarme no cambiaba nada de lo que pasaba a mi alrededor y lo que pasaba a mi alrededor era mucho. 

Medité y medité, me rompo la cabeza cada día evaluando de qué forma puedo ayudar a otros, de qué manera puedo hacer algo y eso que ha estado dentro de mí desde que era una niña volvió a encenderse. 

Mi mamá siempre ha tenido miedo, siempre quiso apagar esa cosita que veía en mi, esas ganas locas de alzar mi voz, siempre me dice "Ariadna tu no vas a cambiar el mundo" y sí, tal vez no lo cambie, pero voy a insistir en hacerlo. 

Recuerdo cuando tenía como 11 años y a un amigo le gritaron mariposón en la escuela, para aquel entonces él también era un niño y seguramente ni siquiera sabía que era gay, yo tampoco lo sabía, pero sí sabía que no podía tolerar eso que estaba pasando y lo defendí, le grité a los otros niños que lo dejaran en paz, él era tímido y no les dijo nada, finalmente se marcharon. 

Y así he sido siempre, detesto las injusticias, mas de una vez por la tranquilidad de mi madre me he callado y he dejado pasar cosas, luego me las reprocho.

"Ariadna hija controla ese carácter tuyo, tu eres muy alebrestada"  y con esta frase, me fui apagando y fui dejando pasar cosas, el manotón en el Metro, la irresponsabilidad de la Universidad por entregarme mis notas a destiempo, el mal trato de la vendedora, y un gran etcétera. 

Mi mamá también me dice "Caracas es muy peligrosa, la gente anda muy violenta y cualquiera tiene un arma, no digas nada, si te empujan te haces la loca, no reclames".

Y sí tiene razón, pero esto nos hace sucumbir ante el abuso, el irrespeto y la humillación, a la que uno no debe acostumbrarse nunca. Corro peligro para mi madre, porque prefiero morir, antes que arrastrarme, nunca marché, nunca voté, el miedo fecundado nunca me persuadió. 

La frase "hay que cuidar el trabajito" tampoco ganó, la dictadura sigue airosa, cada vez más llena de crímenes, cada vez más encochinada de muertes y de detenciones injustas, pero de mí no ha obtenido nada, sobre todo no ha obtenido mi dignidad, porque eso es lo único que uno tiene más preciado después de la vida.

Tal vez más adelante tengan mi compasión, pero sólo, cuando los responsables de esas muertes reciban su castigo. Las familias tienen el corazón roto y además de eso tienen hambre. Los enfermos mueren de mengua y nos necesitan.

El hambre y la violencia carcomen nuestro país y ya simplemente no quiero callar más, no quiero un abuso más, necesito alebrestarme.


AG

sábado, 27 de febrero de 2016

La mujer de la esquina Pueyrredón

Buenos Aires; 23 de febrero de 2013





Eran las siete de la mañana, salí al trabajo como de costumbre, esperaba el bondi, de pronto llegó una chica muy atractiva, llevaba una falda azul muy ajustada hasta la pantorrilla, una camisa abierta color crema y tenía un cabello marrón brillante que se soltaba por todas partes, me vio de reojo se rascó el labio inferior, siguió mirándome, yo ya estaba un poco nervioso, escudriñaba todo su cuerpo con mis ojos, sentí que me metía en sus piernas, fue evidente que me provocó una erección, ella sonreía y movía el meñique de su mano izquierda como en una especie de tic.

Intuí que debía caminar, me metí hacia la esquina de Pueyrredón, no me atrevía a voltear, quería que esa chica me siguiera, pero era algo loco y desenfrenado, seguí caminando atónito, me sentía como un pibe de 18 años, hasta que empecé a oír sus pasos. La calle parecía estar sola, me detuve, nos vimos frente a frente, comenzamos a besarnos apresuradamente, mi pene estaba totalmente rígido, su aparatosa falda gustosamente se corrió y dejó entrar mi mano, pude tocar y sentir lo húmeda que estaba, me besaba, tenía un olor como a hierba, era fresca y cálida.

No habían pasado ni cinco minutos, eran tocadas y lamidas por segundo, su mano se sentía pequeña y suave, me apretaba fuerte, yo ya no podía más, saqué un condón y me lo puse, la penetré, su cara era de gozo, parecía desmayarse sobre mí, apreté sus glúteos, pude sentir su carne, la besé, la besé en los ojos, como hubiese querido tocar y besar su senos, la levanté un centímetro del piso y fue como si   me elevaba, aquello me estaba llevando a otra dimensión. No dijimos ni una sola palabra, no supe su nombre, ni su dirección , nada.

Han pasado tres años y aún pienso en ella, aún siento como si la besara, no cambio la ruta, voy y espero el bondi cada día en el mismo lugar, no sucede nada.

Esa mujer apareció ese día para trastornarme, para atormentarme, la deseo, la quiero de vuelta.

Todas las mañanas la busco en la esquina de Pueyrredón, son 1095 días sin éxito.

Tiene que ser de verdad, llevo tres años recordándola, tres años buscándola y aún no he visto si quiera una falda parecida...




miércoles, 27 de enero de 2016

Nos llamaron Ana Frank

Lucía y Mariana, dos jóvenes venezolanas de unos veintitantos años, fueron a la misma universidad, comparten ciertos gustos, en fin, son amigas. Sin querer me he topado con su conversación y me ha causado mucha impresión. Sé que lo que escriba parecerá exagerado, desgarrador y melodramático, pero estas niñas me han conmovido, y la verdad es que sus quejas, sus reproches, son injustos y les doy la razón.


Lucía es de padres colombianos, fue hace poco a visitar a su familia a Medellín, relataba que tomando en un bar con sus primos a las 11 de la noche, de pronto se halló llorando en medio de todos, porque hacer algo así en Venezuela podría costarle la vida, ella le decía a las amigas que no le creerían, yo le creo.



Mariana, una chica del interior que vive en Caracas hace varios años, contaba que ahora tiene un teléfono nuevo y lo deja en casa, porque le da pánico ser asaltada por culpa de ese aparato. Lucía, se nota que es apasionada y con rabia le decía -es injusto chama, por qué tienes que dejar tus cosas, algo tan normal como un celular, por qué-.



Lucía dice -yo desde que llegué de viaje vivo encerrada en mi casa, en lo que va de año he leído cinco libros y he visto diez películas, así será mi vida hasta que me vaya del país, vivo ¡alarmada!



Entre tanto otra chica dijo -Lucía pareces Ana Frank, tampoco se puede vivir así...



Lucía menciona, al menos en aquel momento había una guerra declarada. Aquí está muriendo mucha más gente y nada...



Hubo un silencio entre estas dos, que sienten que comparten una cárcel a los veinte años, una cárcel injusta, una cárcel que ningún joven desea. Estas chicas quieren ir de noche a un bar, estas chicas sólo quieren ser chicas.



La conversación deja de ser grupal, una sabe exactamente cómo se siente la otra y le escribe por privado. 



Mariana dice-conozco esa sensación de desapego que sientes, yo tampoco me acostumbro ni me acostumbraré a este mal vivir. Caracas es la segunda ciudad más peligrosa del mundo, no hay forma de que esto no nos afecte. Al igual que tú, vivo encerrada, no sé lo que es salir a tomar algo en meses, por ahora disfruto de lo bello que aún queda, para sobrevivir a esta ciudad me he vuelto una turista.



Lo único que queda es estudiar, prepararse, al final estudiar aquí, sigue siendo más barato que en otras partes.



Lucía le responde -nos llamaron Ana Frank, somos prisioneras.



Mariana dice -hablar de esto es delicado la gente está muy sensible, los venezolanos hemos cambiado mucho.



Planear una reunión entre amigas, es más difícil que llegar al Everest. No puede ser tarde, debe ser céntrico, deben coincidir los horarios, no debe ser tarde.



Muchos jóvenes desesperanzados. Trabajos mal pagados, sueldos que no alcanzan, noticias aterradoras, sin posibilidad de tomarse alguito en el café de la esquina, ya no se sabe a dónde ir, ni por qué se lucha, ya los sueños se van quedando más lejos. Las ganas de quedarse y hacer algo, se vuelven un bosque empantanado, que pesa en los pies, pesa y no deja avanzar.



Mariana se queja, -lo más fastidioso de tener que irte o de decidir irte, es que sientes como si fuese una patada que te echa de tu propia casa.



Lucía asienta con un emoji triste y llorón.



-Ya no nos preocupamos si Raquel me robó el novio, o si fueron a la playa y no me avisaron. Nos quitaron muchos años chama.



Sus prioridades y preocupaciones son otras, aquí no hay muchachos viviendo pendejadas, aquí hay muchachos padeciendo, sufriendo, encerrados, muchachos leyendo cómo cada cinco minutos asesinan a uno de los de ellos. Viendo a los amigos partir, a las familias, viendo como todo se desmorona.



Mariana y Lucía, serán amigas por chat, por mensajes, serán amigas siempre, pero desde la distancia, serán amigas separadas por su realidad.



No serán las de la foto, no compartirán un café, no se echarán en la grama de la plaza a tomar fotos, ni irán a la Gran Sabana pidiendo cola.



Les quitaron muchos años a estos chamos... Les quitaron esas experiencias tontas de la vida.









AG





domingo, 28 de septiembre de 2014

Kakao una chocolatería que te deja sin aliento


Kakao es una tienda de chocolates 100% artesanal, ubicada en el centro comercial Paseo Las Mercedes. Al bajar las escaleras ves al fondo la pequeña tiendita de bombones, que espera por ti.

Esta chocolatería cuenta con una amplia variedad de productos, hechos con  cacao venezolano. La historia dice que, la primera planta de cacao nació en Venezuela hace más de 7.000 años al sur del Lago de Maracaibo y se llamó: Cacao Criollo, posteriormente en el Amazonas, nace otra conocida como cacao Forastero y la unión de ellas dos, da origen a una nueva variedad: Cacao Trinitario, también se dice que en Venezuela se da el mejor cacao del mundo.

Al llegar al local del concurrido centro comercial, lo primero que ves es la amplia vitrina llena de bombones, algunos con forma de corazones, de bocas llamativas, unos dorados, otros parecen una mezcla de acuarelas y olor a chocolate caliente que es inconfundible.

En la tienda me recibió la señora Alicia López, quién sugirió que acompañara el postre con: té verde, té negro o té de jazmín, yo me decidí por el de jazmín. La señora Alicia no solo me atendió, también me regaló una revista sobre la historia del cacao venezolano, que trae una gustosa información sobre los orígenes de esta planta y además un pequeño chocolate de obsequio, sin duda, fue una experiencia muy grata.

Luego de observar tantos bombones, los seleccionados fueron: sarrapia, baileys, parchita, sal de Araya y pistacho con vodka, me senté en una de las mesas y degusté los chocolates con el rico té de jazmín que es servido con un trocito de ponqué.

Kakao, es una excelente opción para degustar infinidades de sabores exóticos que la chocolatería elabora para el público. Jamás, pensé probar un chocolate salado que supiera tan dulce, con toda seguridad, el bombón sal de Araya es muy interesante.

A.G