lunes, 7 de octubre de 2019

La fiesta solo era en la Av. Sur 21

No es habitual que salga de la oficina cuando ya se ha puesto oscuro. Sin embargo, al irme ayer, era casi de noche. Crucé el semáforo y subí por la calle de la avenida Sur 21, me sorprendió ver el show de luces que hay en ese pequeño tramo de adoquines que, ahora se llena de cafés y sitios lujosos. Era una luz violeta con un techo de otras luces del color de la bandera. A mi lado derecho había un puesto de paletas y al izquierdo muchísima gente se tomaba fotos. En distintos pedazos de esa calle las personas fotografiaban. Unos pasos más adelante, en la plaza El Venezolano, había fiesta, música, gente. El lugar estaba algo oscuro, pero eso no impedía que estuvieran allí.
De pronto me sentí completamente ajena a esa juerga en la que no participaba. Yo caminaba con prisa por miedo a no hallar autobús y mis manos seguían heladas por el frío de la oficina o tal vez era el frío que me produce Caracas en las noches.

En el resto del camino había más música, milicianos afuera del Techo de la Ballena. Otros locales medio llenos, medio vacíos. La plaza Bolívar medio iluminada, medio oscura.
Esa calle con luces violeta me recordó que el resto de las calles del país ni tienen tanta vida, ni tienen tanta luz. Esa calle es tan ajena al resto de los hechos que se solapan día tras días. Esa calle era como el glacial que era mi cuerpo.
Alcancé la avenida y a los 10 minutos pasó un bus. Lo tomé aliviada. Comenzamos a rodar y como siempre yo clavaba la mirada en los autos que se volvieron viejos, en las calles en la penumbra o en los edificios roídos. Había gente y de nuevo me sorprendió, dado a que no paso a esa hora por allí. La plaza La Candelaria estaba a media luz, no precisamente daba un aspecto romántico, pero lucía llena.
Más adelante por el mercado Guaicaipuro una chica paseaba a su Golden retriever, en una calle donde crees que te despojarán de todo. Ella se movía con tanta serenidad que dije: ¡Indudablemente yo vivo en otro país -en mi cabeza-!
Un hombre que llevaba una bolsa con latas se subió al autobús y se quedó guindado de la puerta, como si él mismo se impusiera que un latero no puede sentarse en los asientos, igual que el resto. El carro viejo empezó a hacer un sonido raro. El conductor paró y su ayudante revisó no sé qué cosas en la rueda derecha. El auto hacía como un aparato eléctrico que te hará bajar de peso con vibraciones en la barriga. Sonaba cada vez más fuerte y mientras atravesábamos Maripérez yo rezaba para que no se accidentara en esa zona donde ya no quedaba luz.
Recé tres padre nuestros y pensé: cómo una va a ser atea en Venezuela si siempre estás implorando 'que no se vaya luz, que consiga autobús, que tenga agua en casa, que no se quede varada esta chatarra'.
El conductor se detuvo más adelante. Hubo que hacer una revisión más completa y el colector le explicó que debían sacar toda la pieza, al igual que había pasado entre semana. Allí mismo decidieron dejarle el asunto a un amigo mecánico para el sábado.
Seguimos en la ruta y el carro se fue vaciando. Apenas tres mujeres quedábamos allí. A medida que avanzábamos la luz en los faroles escaseaba más y más. El carro cada tanto nos recordaba su desperfecto y yo ya más cerca de casa dejaba de rezar el Padre Nuestro y empezaba a imaginar la cama y el gato que me esperaban.
Atravesamos la Universidad Central y esa sí que no sabe de show de luces, de juerga, de gente que baila. El campus era una selva oscura donde no alumbraban ni los ojos de algunos animales que deambulan por allí.
La fiesta solo era en la Av. Sur 21.
Caracas; viernes 4 de octubre.
Ariadna García
#elhilodeariadna

jueves, 15 de agosto de 2019

Hallar normalidad después de la luz

Caracas; 14 de marzo de 2019

Intento encontrarle la normalidad a los días. Estos que preceden a los oscuros que se multiplicaron por cinco. 

Vengo aquí, a una plaza, me tomo un té, veo niños jugar con la pelota, gente pasear a sus perros, veo luz que sale de los postes y creo que todos ellos hallaron la normalidad primero que yo. Ahora mismo un grupo hace ejercicios. Suben las manos, bajan el cuello, giran el cuerpo de un lado a otro.

Todo indica que la vida siguió de la misma manera que sigue siempre. Inalterable, decidida, marcada.
La vida no tiene prisa, pero tampoco detiene sus pasos, solo sigue. 

Aquí y ahora la vida siguió. 

En cambio yo decido salir a la calle este jueves, justamente el día que recuerda esa oscuridad que nos atareó la rutina, las horas, el sueño, las comidas. Lo alteró todo. Se impuso como lo hacen ellos, sin piedad, sin levedad, sin temor. 

Elijo este lugar y en el camino hago un reconocimiento de las calles, los edificios. Los miro como si fuera la primera vez, como extraños, como si tantas otras veces no caminé por aquí. 

Siento como si por varios días estuve ciega y ahora tanteo las paredes con la punta de mis dedos. Veo la ciudad, los veo a ellos que están sentados en el piso, haciendo movimientos y creo que vuelvo, que la brisa trae lo perdido, que este dolor que descorazona el pecho se irá y que cuando menos lo espere estaré otra vez en una plaza, subiendo las manos, girando el cuerpo de un lado a otro.

Haciendo contorsiones. 

Nota: el 7 de marzo de 2019 Venezuela sufrió un gran apagón que se extendió por cinco días en la mayoría de los estados. En el Zulia el corte de luz se prolongó esa semana por 100 horas. Hasta la fecha se mantienen las fallas eléctricas en todo el país.



El Hilo de Ariadna

miércoles, 3 de julio de 2019

Empiezo a olvidar los cumpleaños

Caracas; 3 de julio de 2019


Son las 5:24 de la tarde, muevo la taza de té negro y miro la fecha en la pantalla de la computadora. Lo hice tres veces para revisar si había olvidado algún cumpleaños, la respuesta fue no. Mi prima cumple el 11, mi ex el 12 y mi bisabuela el 13. Las fechas están claras en mi cabeza, sin embargo, sé que hacía mucho tiempo que no me preguntaba por ello, que no tenía el cuidado de repasar a quién y cuándo llamar.

Mi bisabuela Ana Lucía nos recordaba hacerlo. En mi familia los natalicios eran sumamente importantes. El ring, ring, ring del teléfono se convertía en un jolgorio. Corríamos a tomarlo para pasarle la llamada al cumpleañero. Hablar con los de Maracay, Margarita o Caracas era una fiesta.

Hasta el último de los días mi bisabuela conservó la tradición. El 2 de marzo de 2015 hizo una llamada desde Yaracuy, era mi cumpleaños, a pesar de la flema y el cansancio que le generaban ya sus 92 años, tomó el teléfono y me habló, duró poco la llamada, pero es quizás el último recuerdo que tengo de su voz. Días después abandonó este mundo; un 15 de marzo a eso de las 7 de la noche, en Maracay.

No hace falta que la familia saque nuestras características al sol, yo misma reviso y encuentro que soy desperdigada, que con frecuencia vivo bajo mis propias reglas y olvido las que me enseñaron, sin embargo, mi abuela siempre viene a mí como una memoria firme e imborrable. Ella viene cada tanto con voz de susurro a decirme que los cumpleaños son importantísimos, que no los olvide, que llame, que escuche la voz de los míos, que celebre el milagro de la vida.

No sé qué era más recio en mi abuela, si sus manos o su voz. Era una morena tosca y ceñuda, parecía tan seria, que nadie hubiese podido creer que esa mujer sonreía. La moldedura de piedra le duraba hasta que sus nietos la rodéabamos. Su cuello fue tantas veces un lugar de refugio, un espacio cálido y tímido, en el que podíamos estar y pernoctar.

Mi bisabuela es lo más parecido a seguridad, con ella podías pensar que la casa no se caería con la lluvia, que la tierra sería siempre fértil, que no se acabarían jamás las tetas de la nevera.

Ana Lucía cumplirá años pronto, el 13 de julio y no sé cómo se celebran los cumpleaños entre el espacio terrenal y el espiritual, nunca había pensando en eso.

Hace cuatro años se fue y probablemente su natalicio ha pasado como pasan estos días veloces en Venezuela. No lo olvido, pero tampoco lo mantengo vivo, no le pico tortas, ni prendo velas, no guardo tradición alguna. No sé si se inventan.

Prefiero pensar en el espacio que seguimos compartiendo los Pérez y los García, esa frontera terrtorial que se extiende entre Yaracuy, Caracas, Maracay, Margarita y Ocumare. Ahora también con Ecuador, Colombia y Perú, porque arreció el horror en nuestro país y muchos de mis primos se fueron. Las llamadas son un poco más lejos, más cortas, con menos jolgorio como las que sucedían en nuestra casa, ubicada en ese pueblo diminuto, donde no faltan las ranas y las matas de lochos.

Empiezo a olvidar los cumpleaños, pero no a ella, ni a su voz. Olvido la rutina, la disciplina, olvido tantas cosas con frecuencia, pero no olvido que es la vida lo más valioso, que es el respeto y la celebración lo que los une, que son nuestros cumpleaños la fiesta de la vida, el gesto que nos hace humanos, es el cariño en la distancia. Eso era su voz y su felicitación: un cariño en la distancia.




Ariadna García
#ElHiloDeAriadna

jueves, 13 de junio de 2019

Lo peligroso del "paren de parir" venezolanas de Claudia Palacios

"Cada vez que veo un venezolano en las calles pidiendo dinero con un bebé en sus brazos, me pregunto por qué las personas con el futuro absolutamente incierto traen hijos al mundo". La pregunta se la hace la periodista colombiana Claudia Palacios en su artículo de opinión "Paren de parir", publicado este jueves 13 de junio en el diario El Tiempo, dirigido a las migrantes venezolanas que residen en Colombia. La inquietud de Palacios pudo haberse resuelto si conociera las altas cifras de embarazo adolescente en la región. América Latina posee la segunda tasa más alta de embarazos precoces en el mundo. En este artículo se intentará darle respuesta a la pregunta de Claudia Palacios y a los claudios del mundo, que lejos de investigar y empatizar, hablan desde la ignorancia y el desprecio. 

República Dominicana encabeza la mayor tasa de embarazo adolescente con 100,6 nacimientos por cada mil menores, le sigue Nicaragua con 92,8, Guatemala con 84, Venezuela con 80,9, Panamá 76,5 y Ecuador con 77,3 por cada mil jóvenes. Estos cinco países registran las tasas más altas de embarazos precoces en América Latina, según cifras de la División de Población de Naciones Unidas. 

De manera básica responderé la inquietud de la periodista ¿Por qué estas mujeres se embarazan? ¿Por qué si son tan pobres, si no tienen un techo, comida, por qué se "reproducen"? ¿Por qué no dejan de "parir"? ¿Por qué no se cuidan? Porque: desde el Estado venezolano se plantea y se informa sobre el embarazo como vía de superación, porque desde 2015 y antes no existen campañas de educación sexual y reproductiva, porque el Ministerio de Salud no entrega cifras, porque hoy en pleno 2019 los venezolanos desconocen cuál es la tasa de natalidad, porque más del 60% de la población vive en pobreza extrema y 87% en pobreza por ingreso, según la Encuesta Sobre Condiciones de Vida en Venezuela 2017, porque una persona a la que sus ingresos mensuales no le permiten costear una alimentación básica, no destinará lo poco en anticonceptivos, porque es una población vulnerable que emigra en condiciones de refugiada y porque en resumen: la falta de educación hará de Venezuela y de América Latina una región con la tasa de embarazos más alta del mundo.

Por qué son tan peligrosas las palabras de Claudia Palacios y por qué merecen toda la atención y respuesta de organizaciones de derechos humanos y de la mujer, así como de los ciudadanos que aspiran a una región más justa, con desarrollo y oportunidades para los jóvenes. Porque el lenguaje de Claudia Palacios incita a la xenofobia, estigmatiza a los migrantes venezolanos y podría tener eco dentro del Senado colombiano, ONG, personas influyentes, quienes se sentirían persuadidas con "Paren de parir", por citar ejemplos.  Claudia Palacios le habló a esos claudios del mundo, que solo están a la espera de un llamado para desatar el odio y los ataques a una población vulnerable. No se trata de alguien sin peso dentro de un país, se trata de una periodista reconocida y del medio con la mayor circulación y antigüedad en Colombia.

Lo primero que pensé al leer el texto fue en las prácticas de Alberto Fujimori en Perú, en las que se esterilizaron a miles de mujeres en contra de su voluntad y por las que el expresidente fue condenado a prisión. Es ingenuo pensar que es exagerado, todo mensaje produce reacciones y tiene impacto en la sociedad. El Tiempo sirvió de plataforma para reproducir mensajes que casi pudieran compararse con los antisemitas. 

"Pero, queridos venezolanos, acá no es como en su país, y qué bueno que no lo es, pues a punta de subsidios el socialismo del siglo XXI convirtió en paupérrimo al más rico país de la región. Así que la mejor manera de ser bien recibidos es tener conciencia de que, a pesar de los problemas internos, Colombia se las ha arreglado como ningún país para recibirlos, pero si ustedes se siguen reproduciendo como lo están haciendo, sería aún más difícil verlos como oportunidad para el desarrollo que como problema", en esta otra parte del artículo la periodista habla de lo bueno que resulta que su país no sea como Venezuela, aquí también le aclararé algo.

Nadie quiere, idea, piensa que otro país puede ser mejor que el de ellos. Los cuatro millones de migrantes venezolanos que huyen de una crisis feroz no lo hacen porque Venezuela haya dejado de ser mejor que Colombia, no. Esa gente que hoy duerme en otros lugares, en plazas, en cuartos que no son los suyos, casas que no huelen a las suyas. Esos extranjeros que usted desprecia, muchos de ellos, se acuestan hoy soñando con poder volver al país que dejaron. Le apuesto que para ellos las empanadas en el desayuno jamás serán igualadas por una arepa boyacense o un pan hojaldrado. Para los venezolanos Venezuela siempre será mejor y su artículo Claudia Palacios nos recuerda que "qué bueno que nuestro país no es como el suyo". 

Que Venezuela se volvió un problema para la región, sí. Que el Estado colombiano mantiene deudas con hospitales de Cúcuta por atenciones a venezolanos, sí. Que los migrantes afectan la economía fronteriza por ventas ilegales, sí. Que el número de personas que llega afecta la estabilidad laboral de los colombianos, probablemente. Que el nacimiento de 20.000 niños en suelo colombiano sea un reto, sí. Depende de los Estados definir políticas migratorias que garanticen el respeto a los DDHH de los migrantes y también de la estabilidad de sus habitantes. Depende de las autoridades reaccionar eficientemente ante a la presión que genera la crisis migratoria más importante de la historia reciente de América Latina y, depende de sus ciudadanos educar, ser empáticos y contribuir a la construcción de un mundo donde nadie tenga que huir y ser rechazado en ninguna parte del mundo, uno donde no exista más un "paren de parir". 

Los datos de embarazos precoces fueron sacados del medio Deustche Welle, en el trabajo: América Latina y el desafío de reducir las altas cifras de embarazo adolescente. 

jueves, 25 de abril de 2019

La ruralización de Ocumare del Tuy viaja en Metro hasta Caracas

La ruralización de lo que se ha convertido la vida en Ocumare del Tuy, Santa Teresa, Los Valles, viaja en Metro a Caracas, así lo presencio todos los días. Cada vez es más común ver personas con sacos de verduras al hombro, racimos de cilantros en las manos.

Hoy un hombre llevaba una bolsa llena de algo que parecía sardinas y que dejó el piso encharcado de sangre. Los hedores también se concentran de un lado a otro en los vagones. Los mendigos, los desnutridos también son más, cada día más.

Viajar todos los días en la Línea 3 es enfrentarse a una población que cambia, que pierde la urbanidad. Me convenzo de que pronto veré gallinas, conejos y de todo lo que la gente pueda traer a la ciudad para comerciar, para sobrevivir.

Una vez vi a un señor que llevaba en las piernas la piel de un chivo, desconozco cuál es el proceso, pero el animal aún olía, parte del vagón estaba impregnado. El anciano le dijo al alguien "De aquí salen 15 pares de zapatos". La escena era rarísima. Nueva.

Hace como dos años en una conversación con amigos dije: "Me preocupa la ruralización de Caracas", todos se rieron, yo también. Hoy el chiste se volvió verdad, nuestros modos de vida se desdibujaron. La ruralización nos alcanzó.

Ariadna García

miércoles, 6 de marzo de 2019

Cuchillo

Me he salvado tantas veces que ya no sé si es astucia o suerte. 

¿Cuándo será la próxima? ¿Quién será? ¿Quién dará el primer golpe?

La inteligencia y la intuición ayudan, pero hay una cuestión de fuerza y de poder que no se puede olvidar. Hay un desenfado en los varones que los hace apuntarnos con sus pijas, con sus dedos, con sus revólveres. 

Me salvé de ese monstruo ¿Cuántas más pueden decir lo mismo? ¿Cuántas somos? ¿Dónde estamos? Cuántas luego de eso, nos volvimos cuchillo, garganta, miedo. 

¿Quiénes somos después de ser tocadas por la violencia de un hombre? ¿Quiénes se pararon de la cama y decidieron cerrar la puerta? Atarla, enterrarla, botar las llaves. Quiénes salimos de ese cuarto para nunca volver, para no mirar atrás ni siquiera en busca de respuestas.

Qué es una violación, qué es el abuso. Es tan fácil confundirlo, turbarnos. No saber. Es tan normal la violencia que dudamos cuando nos toca. 

¿Quién era ese hombre de colores que nos tendía trampas para entrar a nuestra vida y romperla? 

Hay varones que solo saben cortar mujeres, por pedacitos, en la falda, en el cuarto, en la cama. Las arrugan, las envuelven, las ocultan. Les acaban. Las trastocan, las aíslan, las engañan. Las embarazan. Las barren. Las vuelven confeti y luego las lanzan por el lavaplatos. 

La violencia -a las mujeres- nos acompaña como una marca de nacimiento. No hay descanso, no hay consuelo. 

Esa mujer clavó un cuchillo en su vientre para que doliera menos. La enloqueció hasta sacarla de este mundo, sus muñecas se quedaron sin pulso, su padre la halló tirada en la cama, jamás volvió a ser la misma, quiso arrancarse la piel, quiso no haber nacido, quiso la muerte, quiso olvidarlo todo. Quiso que el dolor se la comiera por dentro, así como lo hizo él.

Algo pasa después de que se pierde el brillo en los ojos. Arrecia el desencanto, el desconsuelo. Nadie sabe lo que significa ser mujer hasta que un miembro decide irrumpir en tu cuerpo. Decide sin ti, decide confiado, decide altanero. Decide cuando quiere porque así se le enseñó, decide cómo, cuándo, hasta dónde. Decide el tiempo. Decide, así te quedes seca y tu piel lo expulse como veneno, serpiente o condena. 

Decide cuando ya no gritas y cierras los ojos para volar. Decide cuando quieres masticar botellas, cascada. Decide cuando el tarugo en la garganta es una soga que te ahorca y te deshoja. Decide cuando el amanecer no llega y la memoria trae el pasado hasta la orilla, que te recuerda que no es nuevo, que hubo otros, unos más viriles, más astutos, más venenosos.

¿Qué clase de cepa es esta? Aceptada, bendecida, solapada. Qué significa la palabra macho, qué es ser hombre, en qué se ha vuelto la masculinidad, qué es un varón, qué busca, qué deja, qué olvida, qué quiere de nosotras cuando dormimos y nos violentan a hurtadillas, en medio de la noche.

¿Qué violación se olvida? Qué nombre, qué mujer, qué historia, qué ocultan ¿Qué? 

Qué pasa cuando ese hombre sea cuchillo y te apunte a ti también, porque la violencia no distingue género. La violencia es violencia, es rápida, es impune, es desleal, es agazapada, es militante. La violencia es una culebra que pica a cualquiera, es una vara que se erige, que crece, que poda, es certera, es astuta. No es lenta. Está alojada, segura. Impávida. 

A todas las mujeres que hoy mismo caminan por un infierno. A ustedes que lloran sin consuelo, creyendo que la pesadilla jamás terminará. A sus vientres malheridos, a su corazón y su tristeza. Al amor que dieron y se volvió en contra. A sus pechos donde las lágrimas caen. A sus rostros sombreados por el rimmel que deja el llanto. 

Que el agua se lleve todo, que la pena se vuelva fuerza, que el amor y la compasión las traiga de vuelta. 

A quienes cuentan una vida tocada por la violencia de los hombres. A quienes vemos el machismo a la cara y le sacamos los ojos. A ustedes que gritan: ni una más. A ustedes que se han vuelto mi motivo de reflexión y mi gesto de empatía más genuino. A ustedes que me arrugan y me estiran el corazón con un relato.

A ustedes mujeres. Gracias. 


El Hilo de Ariadna

jueves, 28 de febrero de 2019

Se me acaba el detergente

Me quedo sin detergente y quiero pensar que no será una tragedia volver a comprar uno, que la hiperinflación será benevolente y que hallaré algún producto barato, que la ropa sabrá que estamos en crisis y que decidirá ensuciarse menos.

Quiero creer que mis pantalones me harán caso, que seré menos torpe y evitaré manchar las camisas al comer, eso que ha sido como un defecto congénito de nacimiento.

Seré cuidadosa.

Estiraré lo más que pueda el litro color rosado que no tiene mucho olor, ni tan buena calidad, ese que llevé en diciembre porque me pareció el menos costoso de los que habían en el anaquel.

También quiero pensar que ese monstruo que sube mes a mes más de 100%, tratará igual de bien a mis connacionales y que les dará la mejor oferta de jabón en polvo o líquido, que oleremos a lavanda, a vainilla, a bebé, a limpio, a tranquilo.

Te prometo economía que estiraré este pote, que alejaré a mi gato de las sábanas, que no me quitaré los zapatos y caminaré el piso con mis medias.

Lavaré, lavaré lo malo, la hierba, la rabia. Lo lavaré todo.

Me quedaré con las flores, la lavanda.

Ariadna García

Gracias M por mostrar otra cara de Cuba


Necesito abrir este hilo y hablar sobre Cuba. Nunca lo dije, ni creo haberlo tenido tan claro, pero si hay un lugar en el mundo que siempre me generó curiosidad es esa isla. 

Todo empezó con las historias que me contaba aquella doctora inmigrante que vivió casi veinte años en Venezuela. Lo que yo sabía de Cuba era casi siempre sobre Fidel, la revolución. Los Castro. Las escuelas al campo, las injusticias, abusos, privaciones. Dolor.

No tenía idea de cómo vivía la gente allá, sobre todo, en la actualidad. Las múltiples restricciones que enfrenta la población, el cerco a la libertad de expresión, al internet, me hacían sentir que ese país estaba prohibido, que jamás llegaría a estar un poco cerca. No tenía contacto alguno con el mundo real de Cuba, con su gente, con los jóvenes, con las calles, con las guaguas. 

Leía 14ymedio, a Yoani, pero me quedaba la sensación de que no terminaba de cruzar la barrera hacia lo que verdaderamente era la cotidianidad en Cuba. 

Una vez, hace años, agregué a Aníbal en Facebook, un viejo amigo de esa doctora de la que les hablé al principio. Le envié la solicitud por mera curiosidad. Me preguntaba si ¿realmente Aníbal tendría internet para chatear conmigo? ¿Aníbal estaría allí? ¿Aníbal tendría la suficiente libertad para contarme algo? ¿qué había comido en una tarde de agosto, por ejemplo? ¿si le gustaban las galletas o si no era tan difícil conseguir café en Cuba?

Hace unos meses mi curiosidad fue parcialmente resuelta, sí, parcialmente porque creo, siento, que en algún momento necesito vivir a Cuba, ir, verla, saberla, preguntarle cosas. Hacerle las interrogantes que yo misma me hago y que día a día me atormentan.

La inquietud fue aplacada por una periodista, quien a través de sus redes sociales vive con una autonomía, con una libertad, honestidad y una felicidad que es capaz de traspasar la barrera de la virtualidad. 

M es alegre, es morena, es joven, es cálida, escribe sin detenerse. Viaja, vive. M vive, solo eso. 

Ella me ha mostrado lo que yo deseaba ver. Nos enseñó unos trozos de pan que les dieron a los damnificados del último tornado, unos hombres que iban en transporte urbano, un perro chino, una cena navideña que superó la dictadura de la carne. 

M también muestra a sus viejos y nuevos amigos. La risa, la hermandad, el amor por Cuba. 

Nos enseña cómo se vive en aquel lugar donde pensé que la gente no lo hacía.

Gracias M por mostrarme otra cara de Cuba, la que supera la dictadura de la carne, la que celebra, la que se ríe, la que sueña. La que no se detiene, la que es solidaria, la que vive.

Gracias Facebook por ser la ventana hacia ese pedazo de tierra que anhelaba conocer desde otra perspectiva. 

Gracias a la tecnología que puede apagar curiosidades y generar otras.

Gracias a todos los valientes que viven y que deciden amar, superar y celebrar. Gracias a aquellos a los que nada, ni siquiera un sistema poderoso, puede torceros.

Ariadna García

jueves, 21 de febrero de 2019

En un día: cuatro niñas desnutridas, un hombre que te acusa, Las FAES


Salir a la calle es enfrentarse a una violencia que no se acaba nunca. Era miércoles 20 de febrero, entré a la misma estación de todos los días, una mujer llevaba a cuatro niñas, ninguna tenía más de cinco años. Le desenredaba el cabello a una con crueldad, alguien le dijo que era más fácil si comenzaba por las puntas "de abajo hacia arriba", la mujer hizo saber a quienes íbamos a su lado que no se detendría. Me impresionó que la pequeña no llorara, solo le decía "no quiero". No quiero con fuerza, no quiero con seguridad, no quiero dejando claro que no la haría llorar. 

Los ademanes también dejaron ver que los maltratos hacia las niñas van más allá del cepillo. Mi cara no podía esconder tanta indignación y rabia, tomé una foto con ganas de hacer algo ¿Algo? como si aquí hubiese justicia, como si la Lopna las protegerá, como si el Estado hará su parte, ese algo se me fue en dos segundos, pero no la impotencia de que esto pare. 

Las menores tenían el cabello despigmentado, amarillito como se le pone a quien está desnutrido. Otro rasgo de una violencia que se volvió ley hacia los venezolanos: hambre, comida racionada, Clap.

Salí del Metro despavorida, como casi siempre. Dejé la cabeza puesta en el trabajo, en la pauta que iríamos a cubrir. Al estar en El Cementerio y hacer unas fotos a varios locales cerrados, uno de los comerciantes bajó rápidamente a avisarle a alguien que un par de periodistas estaban por allí, se nos acerca un hombre visiblemente acelerado, pero hace un esfuerzo para hablarnos pausado “Ustedes tienen que pedir permiso para hacer fotos aquí, pedírselo al condominio, no pueden llegar aquí con esa actitud”. Le digo: creo que está usando la palabra incorrecta, nosotros no tenemos ninguna actitud, no sabíamos que había que pedir permiso, mientras suelto esto, me voy alejando y le digo al fotógrafo que nos retiremos de inmediato. Salimos de allí, continuamos el trabajo en la calle.

En el interín una protesta de obreros de la UCV que no cobran desde el 3 de febrero. Historias de inmigrantes que se niegan a cerrar las santamarías. Ojos aguarapados, ahorros perdidos, negocios que se caen. 

Caracas da la impresión de que no se deja, así como la niña del cepillo en su cabeza. Así le arranquen el cabello con fuerza ella dirá: no.

Cae la noche, cito a una amiga en el municipio Chacao, conversamos por una hora, lo único que nos permitía el racionamiento de agua en su casa, que llega a las 8:00 pm y se va a las 9:00 pm, entiendo la premura de mi amiga, comemos torta rapidito, dejamos la plaza y los cuentos para otro día. 

Al pasar por la tercera transversal de Los Palos Grandes nos encontramos con una alcabala de Las Fuerzas de Acciones Especiales (FAES), cuerpo señalado de cometer múltiples ejecuciones extrajudiciales en el último año, sobre todo, en zonas populares de Caracas. Los funcionarios llevan capuchas, armas de distintos tamaños, el terror se impone y cada quien baja los vidrios con extrema obediencia, sentí miedo, sentí pánico.

En un solo día: el peine y las niñas. El hombre que me acusa de “tener una actitud”. Las FAES. Caracas.

Ariadna García

martes, 12 de febrero de 2019

El olor de la pobreza

Hace unos años atrás, cuando Venezuela no atravesaba la crisis que vive ahora, una tía me hablaba del olor de la pobreza, pero por más que lo intentara no lograba entender, ni saber a qué se refería. No podía existir en el mundo tal olor.

Ella lo relacionaba con el humo y volvía a repetir: pobreza. Olor a pobreza.

Intuyo que lo descubrí en 2018, cuando el detergente se hizo incomprable, el gas escaseó aún más y la higiene en general se volvió un lujo. Llegué a ese olor en el Metro.

De repente la gente comenzó a oler como a leña, a humo, a fogones, a ropa mal lavada. Entendí que ese era el olor del que mi tía hablaba, ese al que yo no podía llegar. 

El olor a pobreza no es más que la suma de varios infortunios: falta de poder adquisitivo, falta de agua, de gas, de luz, de comida, de servicios básicos en general. El cuerpo no se mantiene ajeno a esa realidad, el cuerpo habla, llora, huele. El cuerpo grita.

Esta realidad la percibo en la Línea 3, entre los que vienen de Charallave, Ocumare, Santa Teresa. He llegado a la conclusión de que de allí vienen los más pobres, esos que viajan todos los días a Caracas a buscar el pan. Son ellos quienes huelen a fogones, a leña, a humo. Son los mismos que ahora cargan racimos de cilantro y cebollín. Sacos enormes con restos de verduras que hallaron en algún mercado. 

La pobreza huele a desdicha, a rabia, a trabajo mal remunerado, al no descanso. Huele a llanto, a injusticia, huele a una cuenta que jamás te dará. Huele a los billetes que no alcanzaron para el Ace, ni para el café, tampoco para el aceite.

Es un olor que hace mella en la dignidad. El olor a pobreza es extremo. Se solapa. Es el humo que ya se metió en la ropa, en la piel. Son los ojos que llevan horas sin dormir los que te hablan, los que ya no lloran.

Durante mucho tiempo pensé que no existía tal olor. No podía ser cierto. Ahora lo huelo, lo palpo, lo siento. No solo entra por la nariz, sino también por la mirada. 

El olor a pobreza tiene cara, no se oculta.

Venezuela.



Ariadna García

martes, 22 de enero de 2019

El femicidio en Ecuador y la xenofobia contra venezolanos, por Ariadna García

"La humanidad está en crisis y no hay otra manera
de salir de esa crisis que mediante la solidaridad
entre los seres humanos”.
Zygmunt Bauman

El sociólogo, filósofo y ensayista polaco de origen judío Zygmunt Bauman dedicó sus últimos años a analizar los fenómenos migratorios en el mundo: el racismo, la heterofobia y el drama de los refugiados que huían a Europa. Paidós publicó en 2016 “Extraños llamando a la puerta”, en este libro el experto describe lo que ocurre cuando un desconocido, en este caso un inmigrante, llega para alterar lo que dominamos, nos llena de dudas, nos alerta y pone recelosos ante un escenario inseguro. “El extraño viene por mi trabajo”, “el extraño viene por mi comida”, el extraño me quitará lo que es mío”, todas sensaciones que si no se canalizan responsablemente desde el Estado, pueden desatar una ola de horror como la que ocurrió recientemente en Ecuador.
Un hombre asesinó a su pareja el sábado 19 de enero en Ibarra, Ecuador. La mujer de 22 años, se llamaba Diana Carolina Ramírez. El año comenzó con terribles femicidios en la región. Los primeros 10 días de 2019 Chile registraba cinco femicidios y otros cinco frustrados. En Caracas extraoficialmente se han perpetrado unos 10 femicidios en lo que va de año. En Argentina cada 26 horas una mujer muere a manos de un hombre solo por ser mujer. La violencia machista no es lo que indigna al Ecuador, la razón es una sola: el victimario era venezolano.
El homicida tenía un cuchillo sobre la nuca de Diana, la policía se mantuvo inmóvil por casi dos horas. No vimos el protocolo que se usa en estos casos: neutralizar al agresor y salvar la vida, no hubo francotiradores para detenerlo. Vimos a unos oficiales temerosos, torpes, que fueron acorralando al asesino, situación que terminó con la vida de Diana. El mal manejo de la situación por parte del cuerpo de seguridad tampoco indigna al Ecuador.
El comunicado que emitió el presidente de ese país Lenín Moreno dice lo siguiente: “Ecuador es y será un país de paz. No permitiré que ningún antisocial nos la arrebate. (…) He dispuesto la conformación de brigadas para controlar la situación legal de los inmigrantes venezolanos en las calles, en los lugares de trabajo y en la frontera. (…) Les hemos abierto las puertas, pero no sacrificaremos la seguridad de nadie. Es deber de la Policía actuar duramente contra la delincuencia y el crimen y, tienen mi respaldo”.
El femicidio de Diana no es “delincuencia”. Yordis Lozada no buscaba arrebatarle el teléfono, la cartera o algún objeto de valor, el hombre era la pareja de Diana, lo que cambia el foco del asesinato y lo incluye en la extensa lista de crímenes de género que ocurren en el mundo. El presidente Lenin Moreno, lo ignora, no menciona la palabra “femicidio” por el contrario se centra en la nacionalidad del homicida e irresponsablemente da rienda suelta a la xenofobia y a la persecución. La orden de Moreno se cumplió a cabalidad. Esa noche venezolanos eran vejados, acorralados, a algunos les quemaron las pertenencias, los golpearon, los corretearon como animales asustados. Una ONG registró este 21 de enero unas 82 personas afectadas.
Ecuador, así como la región, se conmueve, se enardece, se enfurece por el crimen de Diana, pero no por el machismo que cobra la vida de miles de mujeres. Nadie dedica la misma fuerza a corregir esta conducta que se gesta en nuestros hogares y que se inculca con especial atención en los varones. La ira de hombres contra mujeres se hace cada vez más fuerte y los resultados son: el asesinato de Diana. Sin embargo, la mayoría nos tilda a las mujeres que hemos entendido esta realidad de “feminazis”, deslegitiman nuestras exigencias, las banalizan. Ecuador no protesta por nosotras, Ecuador protesta por sacar de su territorio a “los extraños que tocan a la puerta”: los venezolanos. 
“La afluencia de tales extraños tal vez haya destruido cosas que nos son muy preciadas y que esos recién llegados tienen toda la intención de mutilar o erradicar nuestro estilo de vida”, explica Bauman. El filósofo francés Pierre-André Taguieff describe el racismo y la heterofobia, es decir, la aversión a la diferencia, en tres niveles o en tres formas que se caracterizan por su complejidad. -El racismo primario- que considera universal, la reacción natural ante la presencia de un desconocido extraño, ante cualquier forma de vida humana que se ajena y provoque confusión.
“El racismo primario no necesita que nadie lo inspire ni lo fomente. Tampoco necesita una teoría que legitime este odio elemental, aunque en ocasiones se ha reforzado y utilizado como instrumento de movilización para la movilización política. En estas ocasiones, puede pasar a otro nivel superior de complejidad”, aclara Taguieff.
Según los filósofos el “extraño” es descrito como alguien con mala voluntad y “objetivamente” dañino; es decir, alguien que supone una amenaza para el grupo al que inspira aversión. “Un caos muy actual de -racismo secundario- es la xenofobia, ambos aparecen en momentos de nacionalismo rampante, cuando una de las líneas divisorias sostenidas con más fuerza se razona recurriendo a la historia, la tradición y la cultura compartidas. Finalmente, el racismo –terciario-, de “mistifactoría”, que presupone la existencia de los dos niveles “inferiores”, se distingue por la utilización del argumento cuasi biológico.
Bauman cree que “son precisamente la naturaleza, la función y la forma de funcionamiento del racismo lo que lo distinguen claramente de la heterofobia- ese difuso desasosiego, inquietud o angustia que la gente siempre suele experimentar cuando se enfrenta con -ingredientes humanos- que no entiende del todo, con los que no se puede comunicar fácilmente y de los que no se puede esperar que se comporten de forma conocida y rutinaria”.
“La heterofobia es un fenómeno bastante corriente en todas las épocas y más todavía en una era de modernidad en la que son más frecuentes las ocasiones para la experiencia -sin control- y resulta más plausible interpretar esta experiencia en términos de inoportuna interferencia de un grupo humano extraño. Alfred Rosenberg escribió lo siguiente sobre los judíos: “Zunz asegura que el judaísmo es el capricho del alma judía. Ahora el judío no puede escaparse de este “capricho” aunque se bautice diez veces, y el resultado necesario de esta influencia sería siempre el mismo: falta de vida, anticristianismo y materialismo”. Lo que es cierto sobre la influencia religiosa se puede aplicar también a otras intervenciones culturales. Los judíos no tienen remedio. Sólo serán inofensivos con la distancia física, la ruptura de la comunicación, el encierro o la aniquilación”, analizaba el filósofo polaco quien falleció el 9 de enero de 2017.
Comunicados como el de Lenin Moreno y las actuaciones en masa que se desataron la noche del sábado, suponen un terrible peligro para los venezolanos que emigran hacia países vecinos por la crisis económica, política y social de Nicolás Maduro. Medidas impulsivas e irresponsables terminan por desatar la ira, la violencia y el caos contra un grupo de personas que luego, cuando ya es muy tarde, concluye en “el encierro o la aniquilación”.  

martes, 15 de enero de 2019

El hombre parlante y la niña que no quería oír

Caracas; 15 de enero 10:00 am.

Me subo en el Metro, hacia mi mano derecha iban dos señores conversando. Uno hablaba excesivamente alto, me incomodó, nadie decía nada. Al bajar la mirada vi a una niña como de 11 años que se encontraba cerca del señor-parlante. Noté algo más: ella llevaba su mano puesta en una de las orejas para detener la ráfaga de ruido.

Le dije al interlocutor del señor-parlante:

-Disculpe, le puede decir a su amigo que baje un poco el tono de la voz. Muchas gracias.

-(Yo iba leyendo un libro) el señor parlante respondió aún más alto: "¡Qué, va leyendo la biblia!".

-No. Solo que lleva a la niña atormentada. No ve. Dije.

El interlocutor aparentemente era el padre de la pequeña. No pensé que fuera con ambos. El señor la abrazó y le preguntó con voz baja: "¿vas atormentada?".

El padre que iba más próximo que yo, no se había dado cuenta de que la niña iba aturdida y con la mano puesta en la oreja. Cómo podía verlo.

Escasamente los padres se fijan en lo que quieren sus hijas, en lo que padecen, en lo que viven. No sé si es falta de sensibilidad o qué, pero los hombres van más atentos a sus amigos-parlantes que a las orejas de sus niñas.

El hombre impertinente agregó: "No, ella ya está acostumbrada al ruido".

Repliqué en voz alta: por enseñarlos a "acostumbrarse" es que tenemos dictaduras. La gente en el Metro seguía callada y sorprendida. El hombre dijo no sé qué otra cosa más. El amigo le pidió que se calmara. Dejé de oír. Volví a mi libro.

Llegamos a mi estación y me bajé.

Espero que esa niña sepa a partir de hoy que por sobre todas las cosas debemos ser valientes. Que sí, que muchas veces nuestros padres no estarán para protegernos o que incluso serán ellos quienes nos pongan en un grave peligro. Espero que esa niña sepa que NO debemos acostumbrarnos a nada y que juntas somos más fuertes que cualquier hombre-parlante.

Ariadna García

#ElHiloDeAriadna 

miércoles, 9 de enero de 2019

El caos de moverse en el TransMilenio de Bogotá

TalCual- El tráfico en Bogotá te recibe sin disimulo. Desde que emprendes camino a la ciudad encuentras las vías atestadas de automóviles. La contaminación es tangible. En las noches te sangra la nariz y en el día ves a algunas personas usar tapabocas.
El TransMilenio parece ser el gran problema en cuestión de movilidad para los bogotanos. Las líneas principales han colapsado. La cara de los pasajeros refleja inconformidad, enojo y cansancio.
Es diciembre. En un bus hacia Chapinero una mujer se queja luego de varios frenazos bruscos y grita: “¡Será que se sacó la licencia de conducir de una caja de Cheetos!”. Algunos se ríen y la secundan. Alrededor, los cuerpos bambolean de un lado a otro y una mujer se lamenta porque sin querer le arañaron el brazo.
Esta misma escena se repite en otras rutas. A cualquier hora los autobuses van abarrotados. No hay espacio para nadie más. En 2017 se varaban a diario unos 33 buses de TransMilenio, según una investigación del diario colombiano El Tiempo.
Este sistema de transporte masivo no cuenta con señalizaciones. No hay operadores, ni parlantes que recuerden las normas de uso, ni ciertas advertencias. No hay un rayado. En las entradas y salidas de los pasajeros, la gente se amontona en las puertas, quienes salen abren un pequeño espacio, a empujones. Los bogotanos no saben cómo se usa el TransMilenio y los turistas tampoco, porque no hay nada que les indique el cómo.
Los boletos de un viaje en el TransMilenio de Bogotá cuestan 2.400 pesos colombianos, lo que equivale a casi un dólar, debido a que la moneda estadounidense en ese país tiene un valor de unos 2.800 pesos. Hacer dos viajes al día son 4.800 pesos.
La congestión en las rutas para desplazarse por la ciudad, hace que fácilmente un colombiano haga unos cuatro viajes al día, lo que significa unos $3,42 diarios, esto equivale a 9.576 pesos.
Si un colombiano hace cuatro viajes durante 20 días, destina 191.520 pesos de su salario solo en transporte público y 95.760 si hace solo dos viajes al día. El salario mínimo en Colombia hasta diciembre de 2018 era de 781.242 pesos.
Los bogotanos destinan el 24,51% de su salario al mes para movilizarse en transporte público, si hacen cuatro viajes al día
En esta infraestructura se permite la ingesta de alimentos. No hay papeleras dentro de las estaciones. Un usuario puede recorrer varias y no hallar un solo lugar para destinar los desechos.
La planificación del TransMilenio queda a la vista de quien se sube en él como en la improvisación. Pareciera que con el tiempo se perdió el norte de lo que sería el proyecto o simplemente se desatendió.
En 2016 los vehículos de esta empresa privada estuvieron implicados en 4.600 accidentes, de acuerdo a El Tiempo.
El TrasMilenio lleva 20 años prestando sus servicios, hoy expertos como el ingeniero Miguel Fernando Cardona Valencia, quien fue funcionario y dirigente en la operación del sistema, aseguran que el medio de transporte “ha llegado a su máxima capacidad”.
El ingeniero explica que al construirse el TransMilenio Bogotá tenía seis millones de habitantes, en la actualidad esta cifra ronda los ocho millones. La población creció, pero el proyecto se estancó y no volvió a contar con expansión de rutas, ni inversión.
Quienes se mueven por Bogotá lo hacen con cansancio y reproches. Una persona que vive a unos 20 minutos de su trabajo puede tardarse hasta unas dos horas si toma el TransMilenio, según contó Daniela Mejía en entrevista a TalCual.
La mendicidad también está presente en los pasillos de estos autobuses que van apresurados. Es común ver a venezolanos y colombianos explicar su mala situación y pedir ayuda, así como a otros vender golosinas y cualquier artículo para ganarse la vida.
Bogotá es una urbe sitiada por el tráfico. El uso de bicicletas no se ha vuelto masivo. Mientras tanto los usuarios caminan a trompicones en esa ciudad poblada de murales coloridos, que hacen ameno el viaje cuando el trancón pega más fuerte.
Con información de El Tiempo. Recorrido realizado por el equipo de TalCual en diciembre de 2018.

domingo, 6 de enero de 2019

Edwin Erminy, el escenógrafo del Teresa Carreño que se le plantó a Chávez en 2003

Caracas; 21 de octubre 2003
Carta de renuncia de Edwin Erminy, luego de trabajar 20 años en el Teatro Teresa Carreño.

Ingeniero José Luis Pacheco
Presidente
Fundación Teresa Carreño.—
Apreciado Ingeniero,
Fue un honor formar parte del Teatro Teresa Carreño. Ya no es posible. El lema de su gestión es "Ahora el Teresa Carreño es de todos". La realidad de los hechos es que bajo su mandato el Teresa Carreño ha dejado de ser un teatro y sirve cada vez a menos venezolanos.

1. Un teatro medio muerto.
No puede ser de todos un teatro cuyas puertas están cerradas, cuyas salas están vacías. Celebramos los 150 años de Teresa Carreño y los 20 del complejo cultural que lleva su nombre cancelando la programación de ópera (incluyendo la suspensión en el último minuto de la última producción que nos quedaba, la ópera venezolana "Los Martirios de Colón", por imprevisión financiera y una insólita incapacidad para negociar con los artistas), reduciendo al mínimo las funciones y eliminando los estrenos del Ballet Nacional de Caracas, compañía que fuera orgullo del país. El teatro no ha estrenado ni una sola producción, ni se ha planteado en concreto proyecto artístico alguno, durante su administración. En el campo de los espectáculos populares y folclóricos el balance es igualmente sombrío: solo dos espectáculos de música venezolana, el merecido y muy esperado homenaje al Carrao de Palmarito, convertido inexplicablemente en un evento cerrado al público, con la sala a medio llenar de funcionarios del Conac obligados a asistir mediante circulares a sus jefes y activistas políticos que aplastaron con sus consignas el canto y el recuerdo del maestro; y el mitín político "Barrio Adentro", organizado por la Embajada de Cuba, con la participación del grupo Madera, contraviniendo una norma dictada por usted mismo en contra de las actividades de proselitismo político en nuestras salas. Los pequeños y medianos empresarios, que tradicionalmente alimentaban con su trabajo nuestra programación, han desaparecido paulatinamente, llevándose su experiencia y contactos artísticos de años, sin que pudieran llegar a ningún tipo de convenio con el teatro. Ya es normal ver pasar fines de semana sucesivos sin actividades en la Sala Ríos Reyna.
Los planes educativos, que permitieron unir el esfuerzo de artistas, empresas privadas y el teatro para traer a decenas de miles de niños de escasos recursos a nuestras salas, y nos merecieron el reconocimiento de la Unesco, mueren hoy de mengua. Apenas sobrevive, sin continuidad, orientación pedagógica ni apoyo financiero, el programa Ballet para las Escuelas: una iniciativa aislada de algunos empleados del teatro.
Hoy en este teatro no se canta, no se baila, no se actúa, no se produce y no se educa. El teatro ni siquiera cumple con su misión de colaborar con quienes si lo hacen: los teatros y agrupaciones culturales del área metropolitana. Siguiendo sus órdenes, de nuestros inmensos depósitos no ha salido ni un traje, ni una peluca, un par de zapatos o una tarima para apoyar la gestión de artistas profesionales ni aficionados que luchan por expresarse y servir a sus comunidades pese a las dificultades del momento. De nada han valido las proposiciones de intercambio ni los proyectos de reglamentos que hemos elaborado para garantizar el uso adecuado y responsable de esos recursos. Para el "teatro de todos" no existe la solidaridad ni la responsabilidad social.
La pretensión de cobrar alquileres por igual a todos los que solicitan nuestra colaboración, incluyendo ahora el uso de espacios de ensayo que durante años han estado a disposición de los mejores artistas del país, no solo huele a neoliberalismo del más salvaje sino que resulta francamente insensata y discriminatoria. Nadie alquila nada. Nadie tiene real. No se puede aplicar el mismo rasero a una gran empresa publicitaria que a cualquiera de nuestros principales grupos de teatro y danza, actualmente en peligro de extinción. Su gestión está colaborando con esa extinción. En el futuro será difícil recuperar el tiempo, e imposible recuperar los talentos, que hoy estamos perdiendo.

2. Un teatro que ya no es teatro.
Lo que ahora sustituye al ballet, la ópera, el folclor y los espectáculos populares en nuestra programación son las múltiples presentaciones personales del Señor Presidente de la República.
La relación de este teatro con el poder ha sido siempre difícil y desigual. El ego de los gobernantes ansía el espacio de los artistas por lo que tiene de grande y glorioso. Aunque sea solo en apariencia. Todos recordamos la mudanza del Congreso Nacional al teatro para celebrar la pavosísima coronación de Pérez II. Poco ha cambiado en estos tiempos, quizás más bien se han profundizado esas tendencias.
Nadie puede negar el derecho, nacido del poder y no de la razón, que se abroga el primer mandatario de utilizar a su libre albedrío los espacios del teatro. Lo que si podemos es argumentar que convertir una sala de espectáculos de nivel internacional en una sala de audiencias implica una subutilización irracional de los recursos técnicos y artísticos de la institución y un atentado contra la vocación del edificio.
¿De qué sirven la tramoya computarizada, las plataformas móviles de uso variable, los controles de iluminación, el acondicionamiento acústico, el personal altamente especializado, para que el Señor Presidente pueda, por ejemplo, repartir uno a uno, durante horas sin fin, cheques a atletas de mérito? ¿No valdría la pena sugerirle al Señor Presidente que utilizara respectivamente la habilitaduría del IND, allá en Montalbán, o los gimnasios de ese organismo o, para mayor gloria deportiva, el Estado Olímpico de la UCV?
El Teatro Teresa Carreño es más o menos bueno para las artes escénicas, la música, el cine y algunas pocas cosas más. Eso ya es bastante. Al menos para los que creemos en el valor civilizador de las artes y en el derecho del pueblo a acceder a sus expresiones ¿Para qué forzar la barra?
Cada edificio tiene su vocación: su ubicación, su forma arquitectónica, sus recursos técnicos y su historia los hacen adecuados para un determinado fin. El Aula Magna de la UCV, o la Sala Plenaria de Parque Central o el Auditorio de la Casa Sindical de El Paraíso son buenos ámbitos para las asambleas. El hermoso espacio cívico de la Plaza Bicentenaria, Premio Nacional de Arquitectura, o la Plaza Caracas del Centro Simón Bolívar (si reubicamos a los buhoneros) son ideales para los grandes encuentros colectivos. Los estudios abandonados de VTV (si contratan algún escenógrafo con criterio) son ideales para las alocuciones mediáticas.
Uno no oye noticias como "el Presidente Bush declara la guerra a Irak desde el Radio City Music Hall" o "Fidel condena a muerte a los disidentes desde el histórico cabaret Tropicana en La Habana". ¿No podemos esperar de nuestros gobernantes un poco de respeto por la misión cultural de nuestra institución?

3. Dos visiones diferentes del teatro.
No se trata solo del desuso, el mal uso y el subuso de los espacios y recursos del teatro. Más grave aun es el choque de dos maneras de entender el trabajo del teatro, reflejo de dos éticas diferentes.
En el teatro sabemos que lo que no se planifica con tiempo y no se ensaya no sale. Un teatro decente en cualquier parte civilizada del mundo es programado por expertos con un año de antelación. Aunque usted no lo crea, eso ocurría en el Teatro Teresa Carreño hasta hace muy poco. Para la gente de teatro hay dos mandamientos universales: que el escenario es un lugar sagrado y que el público merece siempre el mayor respeto. Si no que le pregunten en el más allá a los difuntos Elías Pérez Borjas, Carlos Giménez y Vicente Nebrada cuyas iras incontenibles lograron grabarnos en el código genético que nada que no sea perfecto debe presentarse al público desde un escenario. Para cumplir con esa visión y ese nivel de exigencia nos hemos formado durante 20 años de vida institucional, tanto en la práctica del teatro como en pasantías, talleres, cursos y postgrados tanto en el país como en el exterior.
Usted y yo hemos sido testigos de cómo para el Señor Presidente y quienes "organizan" sus eventos estos valores son intrascendentes. La revolución es otra cosa. "Cuando lo extraordinario se convierte en cotidiano", como decía el Che Guevara, ¿qué importa poner a activistas incompetentes o militares autoritarios, sin la menor noción de organización de eventos, a cargo de nuestra sala? ¿Qué importa traer en autobuses del interior a más gente de la que cabe en la sala, para hacerla esperar 5 horas por la llegada del Señor Presidente, pasando hambre y orinándose? ¿Qué importa improvisar el programa de un evento y utilizar recursos técnicos sin tiempo para instalarlos debidamente y mucho menos para ensayar nada? ¿Qué importa llenar el escenario y la sala de pancartas mal pegadas con alambre y tirro?
Mi respuesta, ingeniero, es que sí importa. Lo que la retórica del político llama "amor al pueblo" es lo que nosotros llamamos "respeto por el público" y nos debería obligar a atender con cortesía a todos los que entran a nuestro teatro, a comenzar las funciones con puntualidad, a exigir que la factura técnica y estética de lo que se presenta sea óptima. No hacerlo revela un profundo desprecio por el pueblo, esa gente que en las reuniones con la Casa Militar del Señor Presidente llaman "pueblo en general" como si se tratara de una masa amorfa que sólo sirve para llenar el fondo de una toma de televisión.

4. Un equipo desmoralizado y desmembrado.
El efecto más grave de la imposición de esta visión de la vida del teatro ha sido la desmoralización, y ahora, el desmembramiento del equipo humano que durante 20 años se ha formado en este teatro, para sustituirlo por uno que sea cómplice de esta aberración. Su gestión necesita militantes que obedezcan la línea que baja del Señor Presidente, no tolera artistas y técnicos creativos, independientes y críticos.
El primer paso de esta estrategia ha sido neutralizar los niveles gerenciales, en los que por razones estrictamente partidistas usted no confía. Para ello ha centralizado en sus manos la totalidad de las decisiones técnicas, artísticas y administrativas, eliminando todos los mecanismos de consulta a los gerentes profesionales. Como resultado, las gestiones más sencillas se han hecho infinitamente lentas e ineficientes y la parálisis del teatro se ha agravado. Los gerentes han demostrado una y otra vez su disposición a trabajar con usted por la institución y se han topado una y otra vez con su puerta cerrada.
No parece coherente esta manía centralizadora y autocrática con los principios de la "democracia participativa" que supuestamente orientan "el proceso". Esta contradicción la pretende resolver su gestión apelando al asambleísmo.
Permítame una digresión. En el teatro, en los teatros en general, no existe una jerarquía única e inamovible. Lo que hay es una estructura de mandos dinámicos y alternantes, en la que el tramoyista manda a la hora del montaje, el coordinador de escenario a la hora de la función, el jefe de sala justo antes y después, el director de escena (o de orquesta o el coreógrafo) durante el ensayo, y así sucesivamente. Para el observador neófito el teatro parece funcionar sólo pero lo que realmente ocurre es que los diversos mandos actúan de manera orgánica y las jerarquías, aún siendo abiertas, son conocidas y respetadas por todos. No es un mal modelo para una república.
Lo que resulta francamente inaceptable es que se haga creer al personal que son ellos en pleno, reunidos en asamblea, los que tienen la potestad de decidir en áreas tan especializadas como la programación artística o la distribución del presupuesto.
Primero porque conceptual y políticamente la idea es un esperpento sobreviviente de los años 60 del siglo pasado. Poner a la burocracia interna de las instituciones del Estado como el centro de la gestión cultural no tiene sentido. ¿Es que acaso los espectadores, tanto los existentes como los potenciales, no tienen derecho a opinar sobre el destino de un teatro que debería ser su espacio de encuentro? ¿Es que acaso los artistas, los intelectuales, los creadores, no valen nada para un teatro que debería ser su espacio para la creación?
Y en segundo lugar, es inaceptable porque es mentira. Las decisiones no las toma nunca la asamblea. Están cocinadas antes y se presentan solo para informar al personal, con énfasis en la distribución de prebendas que acallen las conciencias. No hay debate. Hay, como en las asambleas de Stalin, aclamación.
Mucho me temo que lo que está detrás de esta visión infantil, sectaria y burocrática es la desmedida ambición política de un personaje que se ha convertido en el verdadero factor de poder en el teatro y que lo está utilizando, a usted y al teatro, como un trampolín para metas personales más altas. El jefe de un sindicato ilegítimo que despide empleados y hace nombramientos sin consultarlo a usted y mucho menos a las bases que lo eligieron. El jefe de un sindicato que, al igual que usted, es testigo silencioso de las limitaciones al derecho al trabajo, los maltratos y las amenazas, tanto veladas como directas, a los que han sido sometidos nuestros compañeros de sala y de escenario por parte de funcionarios armados de la Casa Militar del Señor Presidente, la DISIP y hasta los Tupamaros, que asumen el mando de nuestros escenarios durante las frecuentes visitas del primer mandatario. El jefe de un sindicato que ahora, casualmente, asume la "coordinación" de las presentaciones del Señor Presidente en el teatro, aparentemente con la potestad de hacer contrataciones millonarias de alquiler de equipos y servicios.

5. ¿Perspectivas?
Mientras el teatro esté en manos de un sindicalero convertido en pequeño emperador y de los colaboradores de un Presidente que no entiende la verdadera utilidad de un teatro, mientras estén marginados los gerentes y jefes de unidad profesionales, las perspectivas son sombrías. Continuarán los abusos, se reducirá cada vez más la producción, bajará la calidad. Serviremos cada vez peor a cada vez menos venezolanos.
Está usted equivocado en su decisión de comprar tecnología audiovisual de punta para mejorar la calidad de las presentaciones del Señor Presidente. Esos equipos se llevarán una inmensa tajada de un presupuesto que estaría mejor invertido en hacer teatro para la gente de Caracas. La tecnología se hará obsoleta en poco tiempo, la burocracia se abultará con los operadores de las nuevas máquinas, y las presentaciones del Señor Presidente seguirán siendo improvisadas, mal diseñadas, porque el rancho, proverbialmente, está en la cabeza de quienes "crean" esos eventos. Porque la ética que los orienta no está del lado de la calidad en el servicio a la comunidad.
En todo caso, ingeniero, volviendo a lo de la tecnología de punta, lo sensato sería mantener buenas relaciones con proveedores de servicios confiables, negociando condiciones favorables para la institución. Las empresas especializadas están dispuestas a hablar, pero su gestión no ha mostrado interés alguno en oírlas.
No bote los reales en equipos que nunca podrán cubrir las exigencias siempre cambiantes de los creativos del espectáculo. El Teresa Carreño necesita urgentes inversiones en mantenimiento y en el rescate de su programación artística y educativa. No hacerlo llevará al cierre del teatro, simplemente porque se nos caerá encima o porque dejará de tener razón de ser.
Si su gestión realmente quisiera hacer de este un "teatro de todos", la función educativa no estaría eliminada. Sólo podremos ampliar el acceso de los caraqueños al teatro si sembramos hoy en los niños y jóvenes de todas las clases el conocimiento y la sensibilidad por lo que hacemos aquí, y la conciencia de que esta casa les pertenece. Esta es una tarea urgente. Mientras tanto, suena a retórica hueca la letanía sobre abrir el teatro a los excluidos ¿como piensa usted lograr que ese 80% de venezolanos que se acuestan hoy sin saber si van a comer mañana, aparten Bs. 50.000 de su presupuesto de actividades de ocio y tiempo libre para comprar los boletos subsidiados, por ejemplo, de Olga Tañón? ¿Cual es su plan para que los caraqueños desempleados o subempleados o informales encuentren la disposición física y emocional, no estén demasiado desinformados, desmotivados, cansados, inseguros o hambrientos para pasar una velada en el teatro? ¿Existen espectáculos elitescos, como se ha repetido hasta la saciedad, o es elitista la falta de estrategias realistas, efectivas y concretas para garantizar el acceso de todos a todos los productos del espíritu humano?
En cuanto a nosotros, los artistas y técnicos marginados por su gestión, sólo me queda confiar en las habilidades que hemos desarrollado durante siglos para lograr que la creatividad florezca en los momentos más oscuros. Seguiremos trabajando y luego, cuando pase este accidente, volveremos a entregar nuestro trabajo a nuestra comunidad en estos espacios. En el camino, trágicamente, quedarán las voces de cantantes que se perderán sin haber cantado, los cuerpos de bailarines que nunca bailaron, y la ausencia de tantos y tantos artistas, diseñadores y técnicos que perdimos a la diáspora del talento venezolano.

Atentamente,
Edwin Erminy
Arquitecto Escenógrafo.

Edwin Erminy falleció el 1 de enero de 2019 en Trinidad y Tobado, donde residía desde hace un par de años, a causa de un accidente.