jueves, 21 de febrero de 2019

En un día: cuatro niñas desnutridas, un hombre que te acusa, Las FAES


Salir a la calle es enfrentarse a una violencia que no se acaba nunca. Era miércoles 20 de febrero, entré a la misma estación de todos los días, una mujer llevaba a cuatro niñas, ninguna tenía más de cinco años. Le desenredaba el cabello a una con crueldad, alguien le dijo que era más fácil si comenzaba por las puntas "de abajo hacia arriba", la mujer hizo saber a quienes íbamos a su lado que no se detendría. Me impresionó que la pequeña no llorara, solo le decía "no quiero". No quiero con fuerza, no quiero con seguridad, no quiero dejando claro que no la haría llorar. 

Los ademanes también dejaron ver que los maltratos hacia las niñas van más allá del cepillo. Mi cara no podía esconder tanta indignación y rabia, tomé una foto con ganas de hacer algo ¿Algo? como si aquí hubiese justicia, como si la Lopna las protegerá, como si el Estado hará su parte, ese algo se me fue en dos segundos, pero no la impotencia de que esto pare. 

Las menores tenían el cabello despigmentado, amarillito como se le pone a quien está desnutrido. Otro rasgo de una violencia que se volvió ley hacia los venezolanos: hambre, comida racionada, Clap.

Salí del Metro despavorida, como casi siempre. Dejé la cabeza puesta en el trabajo, en la pauta que iríamos a cubrir. Al estar en El Cementerio y hacer unas fotos a varios locales cerrados, uno de los comerciantes bajó rápidamente a avisarle a alguien que un par de periodistas estaban por allí, se nos acerca un hombre visiblemente acelerado, pero hace un esfuerzo para hablarnos pausado “Ustedes tienen que pedir permiso para hacer fotos aquí, pedírselo al condominio, no pueden llegar aquí con esa actitud”. Le digo: creo que está usando la palabra incorrecta, nosotros no tenemos ninguna actitud, no sabíamos que había que pedir permiso, mientras suelto esto, me voy alejando y le digo al fotógrafo que nos retiremos de inmediato. Salimos de allí, continuamos el trabajo en la calle.

En el interín una protesta de obreros de la UCV que no cobran desde el 3 de febrero. Historias de inmigrantes que se niegan a cerrar las santamarías. Ojos aguarapados, ahorros perdidos, negocios que se caen. 

Caracas da la impresión de que no se deja, así como la niña del cepillo en su cabeza. Así le arranquen el cabello con fuerza ella dirá: no.

Cae la noche, cito a una amiga en el municipio Chacao, conversamos por una hora, lo único que nos permitía el racionamiento de agua en su casa, que llega a las 8:00 pm y se va a las 9:00 pm, entiendo la premura de mi amiga, comemos torta rapidito, dejamos la plaza y los cuentos para otro día. 

Al pasar por la tercera transversal de Los Palos Grandes nos encontramos con una alcabala de Las Fuerzas de Acciones Especiales (FAES), cuerpo señalado de cometer múltiples ejecuciones extrajudiciales en el último año, sobre todo, en zonas populares de Caracas. Los funcionarios llevan capuchas, armas de distintos tamaños, el terror se impone y cada quien baja los vidrios con extrema obediencia, sentí miedo, sentí pánico.

En un solo día: el peine y las niñas. El hombre que me acusa de “tener una actitud”. Las FAES. Caracas.

Ariadna García

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