martes, 12 de febrero de 2019

El olor de la pobreza

Hace unos años atrás, cuando Venezuela no atravesaba la crisis que vive ahora, una tía me hablaba del olor de la pobreza, pero por más que lo intentara no lograba entender, ni saber a qué se refería. No podía existir en el mundo tal olor.

Ella lo relacionaba con el humo y volvía a repetir: pobreza. Olor a pobreza.

Intuyo que lo descubrí en 2018, cuando el detergente se hizo incomprable, el gas escaseó aún más y la higiene en general se volvió un lujo. Llegué a ese olor en el Metro.

De repente la gente comenzó a oler como a leña, a humo, a fogones, a ropa mal lavada. Entendí que ese era el olor del que mi tía hablaba, ese al que yo no podía llegar. 

El olor a pobreza no es más que la suma de varios infortunios: falta de poder adquisitivo, falta de agua, de gas, de luz, de comida, de servicios básicos en general. El cuerpo no se mantiene ajeno a esa realidad, el cuerpo habla, llora, huele. El cuerpo grita.

Esta realidad la percibo en la Línea 3, entre los que vienen de Charallave, Ocumare, Santa Teresa. He llegado a la conclusión de que de allí vienen los más pobres, esos que viajan todos los días a Caracas a buscar el pan. Son ellos quienes huelen a fogones, a leña, a humo. Son los mismos que ahora cargan racimos de cilantro y cebollín. Sacos enormes con restos de verduras que hallaron en algún mercado. 

La pobreza huele a desdicha, a rabia, a trabajo mal remunerado, al no descanso. Huele a llanto, a injusticia, huele a una cuenta que jamás te dará. Huele a los billetes que no alcanzaron para el Ace, ni para el café, tampoco para el aceite.

Es un olor que hace mella en la dignidad. El olor a pobreza es extremo. Se solapa. Es el humo que ya se metió en la ropa, en la piel. Son los ojos que llevan horas sin dormir los que te hablan, los que ya no lloran.

Durante mucho tiempo pensé que no existía tal olor. No podía ser cierto. Ahora lo huelo, lo palpo, lo siento. No solo entra por la nariz, sino también por la mirada. 

El olor a pobreza tiene cara, no se oculta.

Venezuela.



Ariadna García

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