martes, 22 de enero de 2019

El femicidio en Ecuador y la xenofobia contra venezolanos, por Ariadna García

"La humanidad está en crisis y no hay otra manera
de salir de esa crisis que mediante la solidaridad
entre los seres humanos”.
Zygmunt Bauman

El sociólogo, filósofo y ensayista polaco de origen judío Zygmunt Bauman dedicó sus últimos años a analizar los fenómenos migratorios en el mundo: el racismo, la heterofobia y el drama de los refugiados que huían a Europa. Paidós publicó en 2016 “Extraños llamando a la puerta”, en este libro el experto describe lo que ocurre cuando un desconocido, en este caso un inmigrante, llega para alterar lo que dominamos, nos llena de dudas, nos alerta y pone recelosos ante un escenario inseguro. “El extraño viene por mi trabajo”, “el extraño viene por mi comida”, el extraño me quitará lo que es mío”, todas sensaciones que si no se canalizan responsablemente desde el Estado, pueden desatar una ola de horror como la que ocurrió recientemente en Ecuador.
Un hombre asesinó a su pareja el sábado 19 de enero en Ibarra, Ecuador. La mujer de 22 años, se llamaba Diana Carolina Ramírez. El año comenzó con terribles femicidios en la región. Los primeros 10 días de 2019 Chile registraba cinco femicidios y otros cinco frustrados. En Caracas extraoficialmente se han perpetrado unos 10 femicidios en lo que va de año. En Argentina cada 26 horas una mujer muere a manos de un hombre solo por ser mujer. La violencia machista no es lo que indigna al Ecuador, la razón es una sola: el victimario era venezolano.
El homicida tenía un cuchillo sobre la nuca de Diana, la policía se mantuvo inmóvil por casi dos horas. No vimos el protocolo que se usa en estos casos: neutralizar al agresor y salvar la vida, no hubo francotiradores para detenerlo. Vimos a unos oficiales temerosos, torpes, que fueron acorralando al asesino, situación que terminó con la vida de Diana. El mal manejo de la situación por parte del cuerpo de seguridad tampoco indigna al Ecuador.
El comunicado que emitió el presidente de ese país Lenín Moreno dice lo siguiente: “Ecuador es y será un país de paz. No permitiré que ningún antisocial nos la arrebate. (…) He dispuesto la conformación de brigadas para controlar la situación legal de los inmigrantes venezolanos en las calles, en los lugares de trabajo y en la frontera. (…) Les hemos abierto las puertas, pero no sacrificaremos la seguridad de nadie. Es deber de la Policía actuar duramente contra la delincuencia y el crimen y, tienen mi respaldo”.
El femicidio de Diana no es “delincuencia”. Yordis Lozada no buscaba arrebatarle el teléfono, la cartera o algún objeto de valor, el hombre era la pareja de Diana, lo que cambia el foco del asesinato y lo incluye en la extensa lista de crímenes de género que ocurren en el mundo. El presidente Lenin Moreno, lo ignora, no menciona la palabra “femicidio” por el contrario se centra en la nacionalidad del homicida e irresponsablemente da rienda suelta a la xenofobia y a la persecución. La orden de Moreno se cumplió a cabalidad. Esa noche venezolanos eran vejados, acorralados, a algunos les quemaron las pertenencias, los golpearon, los corretearon como animales asustados. Una ONG registró este 21 de enero unas 82 personas afectadas.
Ecuador, así como la región, se conmueve, se enardece, se enfurece por el crimen de Diana, pero no por el machismo que cobra la vida de miles de mujeres. Nadie dedica la misma fuerza a corregir esta conducta que se gesta en nuestros hogares y que se inculca con especial atención en los varones. La ira de hombres contra mujeres se hace cada vez más fuerte y los resultados son: el asesinato de Diana. Sin embargo, la mayoría nos tilda a las mujeres que hemos entendido esta realidad de “feminazis”, deslegitiman nuestras exigencias, las banalizan. Ecuador no protesta por nosotras, Ecuador protesta por sacar de su territorio a “los extraños que tocan a la puerta”: los venezolanos. 
“La afluencia de tales extraños tal vez haya destruido cosas que nos son muy preciadas y que esos recién llegados tienen toda la intención de mutilar o erradicar nuestro estilo de vida”, explica Bauman. El filósofo francés Pierre-André Taguieff describe el racismo y la heterofobia, es decir, la aversión a la diferencia, en tres niveles o en tres formas que se caracterizan por su complejidad. -El racismo primario- que considera universal, la reacción natural ante la presencia de un desconocido extraño, ante cualquier forma de vida humana que se ajena y provoque confusión.
“El racismo primario no necesita que nadie lo inspire ni lo fomente. Tampoco necesita una teoría que legitime este odio elemental, aunque en ocasiones se ha reforzado y utilizado como instrumento de movilización para la movilización política. En estas ocasiones, puede pasar a otro nivel superior de complejidad”, aclara Taguieff.
Según los filósofos el “extraño” es descrito como alguien con mala voluntad y “objetivamente” dañino; es decir, alguien que supone una amenaza para el grupo al que inspira aversión. “Un caos muy actual de -racismo secundario- es la xenofobia, ambos aparecen en momentos de nacionalismo rampante, cuando una de las líneas divisorias sostenidas con más fuerza se razona recurriendo a la historia, la tradición y la cultura compartidas. Finalmente, el racismo –terciario-, de “mistifactoría”, que presupone la existencia de los dos niveles “inferiores”, se distingue por la utilización del argumento cuasi biológico.
Bauman cree que “son precisamente la naturaleza, la función y la forma de funcionamiento del racismo lo que lo distinguen claramente de la heterofobia- ese difuso desasosiego, inquietud o angustia que la gente siempre suele experimentar cuando se enfrenta con -ingredientes humanos- que no entiende del todo, con los que no se puede comunicar fácilmente y de los que no se puede esperar que se comporten de forma conocida y rutinaria”.
“La heterofobia es un fenómeno bastante corriente en todas las épocas y más todavía en una era de modernidad en la que son más frecuentes las ocasiones para la experiencia -sin control- y resulta más plausible interpretar esta experiencia en términos de inoportuna interferencia de un grupo humano extraño. Alfred Rosenberg escribió lo siguiente sobre los judíos: “Zunz asegura que el judaísmo es el capricho del alma judía. Ahora el judío no puede escaparse de este “capricho” aunque se bautice diez veces, y el resultado necesario de esta influencia sería siempre el mismo: falta de vida, anticristianismo y materialismo”. Lo que es cierto sobre la influencia religiosa se puede aplicar también a otras intervenciones culturales. Los judíos no tienen remedio. Sólo serán inofensivos con la distancia física, la ruptura de la comunicación, el encierro o la aniquilación”, analizaba el filósofo polaco quien falleció el 9 de enero de 2017.
Comunicados como el de Lenin Moreno y las actuaciones en masa que se desataron la noche del sábado, suponen un terrible peligro para los venezolanos que emigran hacia países vecinos por la crisis económica, política y social de Nicolás Maduro. Medidas impulsivas e irresponsables terminan por desatar la ira, la violencia y el caos contra un grupo de personas que luego, cuando ya es muy tarde, concluye en “el encierro o la aniquilación”.  

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