miércoles, 2 de agosto de 2017

Eneida la trapecista

Hace algunos años conocí a una señora cubana de 70 y tantos años, recuerdo que la primera vez que nos quedamos solas, me pidió que le pasara "un pomo", me tomó varios minutos saber qué era, entre señas y adivinanzas por fin descubrí que se trataba de un pote.

Ella tenía un Accidente Cerebro Vascular (ACV) que le había inmovilizado la mitad del cuerpo, no podía valerse por sí misma. En aquel momento apenas comenzaba a conocerla y ella me contaba que había sido trapecista junto a su esposo, en algún circo cubano.

Yo dudaba de su cordura, primero porque no tenía referencia alguna de abuelas malabaristas, eso no figuraba dentro de las ocupaciones de las abuelas, al menos de las que yo conocía, en mi mundo se dedicaban a los trabajos del campo, a criar a los hijos, a vender tortas, arepas o majaretes para ganarse la vida y sacar adelante a sus familias. Venezuela es un país con una vasta historia de matriarcados.

Eneida me contaba historias fantásticas, con miles de contorsiones peligrosas que realizaba de la mano de su marido. Por las noches corroboraba esas anécdotas con su hija y ella me aclaró que todas eran ciertas, que el ACV solo había afectado la parte motora de su cuerpo mas no su juicio.

Ella era rubia y de ojos azules, bajita y siempre olía a flores. Le encantaba perfumarse, verse en el espejo y me pedía que la maquillara y le delineara las cejas, yo me esmeraba poniéndole rubor, porque de cualquier manera había que olvidarse de ese castigo que era vivir las 24 horas del día postrada en una cama.

Sus historias atrevidas se quedaron grabadas en mi memoria y sus malabares siempre serán la prueba de que las mujeres son heroínas, capaces de lograr las hazañas más feroces.

Para Eneida una mujer especial.



El Hilo de Ariadna

miércoles, 26 de julio de 2017

Algo último

No sé qué pasará de aquí al 30, pero estos días se quedarán en mi memoria como los últimos del chavismo, así los siente mi alma, así los anuncia esa sirena que pasa todas las mañanas por la casa, no sé si será el fin de ellos o de nosotros, pero hay algo último.


El Hilo de Ariadna

lunes, 24 de julio de 2017

30 poemas y un fin


  1. Los días se volvieron más ruidosos y la herida ondeaba entre el hambre y la ruina.
  2. Contábamos los días con las manos apretadas y rezábamos para que no fuera 30.
  3. La garganta se secó y ya no encontraba las palabras.
  4. La única preocupación no era comer, era vivir.
  5. La Cruz Roja izó su bandera pero ya los muertos eran decenas y centenas.
  6. No había temor a él pero sí al gatillo que estaba más alegre.
  7. Los motorizados se multiplicaron al igual que las armas, todo antes del 30.
  8. Había una sensación de que siempre era fin.
  9. Los días no se vivían, nos vivían.
  10. Cada muerte me abatía como un recordatorio de que también era mi muerte.
  11. El agua faltaba, la comida faltaba, pero la risa nunca se nos fue.
  12. Todo se definía antes o después del 30.
  13. El 30 era una condena de muerte y la gente lo sabía.
  14. Nada se alejaba más como la vida y la libertad.
  15. El canto era democracia, como una palabra nueva.
  16. Las mujeres fueron tan fuertes que se volvieron los verdaderos soldados.
  17. Ni con trajes de tigres asustaban, lo habían perdido todo.
  18. La sangre de esos días era tan joven que a todos eclipsaba.
  19. Por la ventana solo se escuchaba muerte.
  20. El 16 fue una fiesta tricolor.
  21. Las amenazas eran tan reales como el sol que nos alumbraba cada día.
  22. Yo escribía esto con el pesar de los pasares.
  23. Cada día era un venezolano menos.
  24. Los niños regresaban de la escuela con el olor de una guerra.
  25. No había rendija por donde esconderse, la ansiedad te devoraba.
  26. Aprendieron a defenderse de las bombas como los noruegos del invierno.
  27. Altamira se cundió con dos palabras: tenemos hambre.
  28. La muerte no era lo peor, era la tortura y sus caras.
  29. Se creían invencibles pero el pueblo habló en más de siete millones de formas.
  30. La tiranía era real pero la gente también.
El Hilo de Ariadna

Para ti mono

Caracas; 12 de julio de 2017

Hoy es tu cumpleaños, no sé por qué te escribo esto, ha de ser por la necesidad de expresar todo lo que tengo acumulado en los años que llevamos sin hablarnos. Nuestros cumpleaños siempre fueron especiales, tu te esmerabas por llenarme de sorpresas maravillosas y conseguías asombrarme como ninguna otra cosa en el mundo.

Recuerdo ese jabón con luces de colores que encendía cuando era puesto debajo del agua o aquel platillo con 300 bombones que luego tuve que repartir en bolsitas con los compañeros del trabajo, eran demasiados y no me alcanzaron los días para comerlos todos.

Aunque yo no era tan creativa como tú, trataba de celebrarte de forma especial, una vez me fui a buscar un monito y encontré uno que se parecía exactamente a ti, lo acompañé con un pie de limón del Mc Donalds de La Castellana que tanto te gustaba. 

Hoy que estas en otro lugar, tan distante de mi vida, de mi realidad, hoy cuando tengo la certeza de que nuestras vidas no volverán a cruzarse, me pregunto si habrá alguien dándote una sorpresa y llenándote de mimos, si ya te han felicitado y arropado como un niño pequeño. Si alguien estará para ti cuando el exilio se vuelva mas frío.

Estas palabras no son para remover emociones del pasado, ni para exculparme, tampoco son un puñal de recuerdos torturadores, son amor, son los buenos momentos que pasamos juntas, son la alegría de ese tiempo, son las horas de la verdad y del perdón. Son las horas de tu cumpleaños que deseo sea hermoso, porque he descubierto que te amo para siempre.


El Hilo de Ariadna

martes, 27 de junio de 2017

Foráneos

Por unos pocos días fuimos foráneos en aquella tierra tupida de maleza y agua, por unos días nos miramos a hurtadillas, esquivando palabras y mosquitos, por unos días la corriente era tan fuerte que podía arrastrarnos y lanzarnos lejos, por unos días el cabello se me cubrió de arena y la sal me salpicaba en las mejillas, por unos días me sentí foránea en mi cabeza y quise controlarlo, por unos días fue en vano y sucumbí ante mis deseos, por unos días su piel lucía tostada como el cacao y yo me despedía de la playa y de todo, por unos días yo era una mujer alegre y por otros era como las nubes cuando se condensan.


El Hilo de Ariadna

Todavía quiero a mi ex

Hace casi un año que terminamos, se supone que la distancia de por medio lo hace más fácil, sin embargo, me doy cuenta de que todavía lo extraño.

Fue este domingo cuando fui al Festival de Cine Alemán y vi "Entre nosotros", era sobre una pareja de alemanes de unos 30 años que luchaban contra sus marcadas diferencias para seguir juntos. El acento del protagonista y sus rasgos, me lo recordaron; de pronto me encontré llorando en la sala, llorando con todas mis fuerzas porque lo extrañaba y porque todo en esa película era él.

Al llegar a casa estuve a punto de escribirle un mensaje y contarle todo lo que me había pasado, pero luego pensé que eso solo sería doloroso para ambos y que tal vez a él ni siquiera le interese.

Allá son seis horas más de diferencia y al pensar en escribirle, lo imaginé tendido en la cama con el teléfono en silencio y la alarma puesta a las 07:00 am para que lo despierte cuando vaya al trabajo, lo veo silenciando el celular una y otra vez porque quiere dormir 15 minutos más.

Sale retrasado en su auto blanco y pasará a más de 100 kilómetros por hora, le llegará una nueva multa de 30 euros y le mentará la madre al gobierno alemán.

Recuerdo el intenso y claro azul de sus ojos y por un tiempo breve siento que acaricio de nuevo sus suaves pies. En mi cabeza abrazo su enorme cuerpo y le doy un último beso en la boca.

Ha pasado casi un año, pero todavía quiero a mi ex.


El Hilo de Ariadna

sábado, 6 de mayo de 2017

Perdí los tomates (crónica)

Esta mañana desperté muy ansiosa en ir al mercado Guaicaipuro a comprar cosas para un picnic, tomé el bus en la Libertador a eso de las 9 de la mañana, miraba la ciudad con tristeza y añoraba poder recorrerla a todas horas, el auto se fue llenando, en el primer asiento, al lado del chofer, iba un cargamento de papel toilet capaz de surtir un orfanato, a mi lado se sentó una joven con un bebé en brazos y bolsas aparatosas que obstaculizaban la salida.

Me bajé del carro desesperada pues no cabía una persona más, en la puerta había un señor con medio cuerpo afuera y otro le gritaba que se montara en el segundo piso. Entré al mercado y recordé que necesitaba comprar un coleto, fue lo primero que llevé, había varios tipos con diferentes precios, toqué la textura de dos y me decidí por uno que no parecía algodón pero tampoco nailon.

Caminé hasta el puesto de frutas, no encontré fresas así que bajé al segundo piso, me detuve en el tarantín de flores, los girasoles eran altísimos y parecían montañas de oro desplazando todo lo que se encontraba a su alrededor. Pregunté por unas florecitas rarísimas de color blanco, eran extremadamente pequeñas y parecían de papel. Noté que la muchacha encargada llevaba gorra y que su cabello se había caído por una terrible enfermedad, me atendió con amabilidad y aunque en ese momento no compré nada, una hora después volví a para llevar algunas, fue allí cuando aprendí que las flores que me gustan se llaman: gerberas.

Caminé pocos metros hasta donde venden las moras, el kilo estaba en 6.000 bolívares, el doble del mes pasado, así que llevé solo 1/2, al frente de mí estaba un señor como de 70 años con una pequeña bolsa que contenía varios tubérculos, uno de los vendedores se acercó y dijo que estaba robando, "¡todo eso es robado, todo lo que lleva ahí, arranca (márchate) de aquí pa` que salgas barato!". El anciano tartamudeó algunas palabras y se retiró en silencio, luego apareció otro vendedor un poco más alterado dispuesto a golpearlo, sin embargo, el hombre ya se había perdido entre la multitud y yo deseaba que siguiera siendo así.

En el puesto de al lado los tomates se veían tan rojos y maduros que pensé en llevar albahaca para hacer una salsa, compré 1/2 kg por 1.500 bolívares, yo misma los escogí, me fijé en que estuvieran maduros pero sin abolladuras, también llevé una lechosa, la albahaca y algo de hierbabuena para preparar té.

En la cola para tomar el ascensor había una chica muy joven, embarazada y languidecida, se paró casi a mi lado, parecía algo nerviosa, entramos al elevador y la ascensorista nos recibió con el mismo carisma de siempre: buenos días muchachos, buenos días muchachas, ¡pasen adelante! El aparato bastante viejo tiene un rosario por uno de los lados y de fondo casi siempre se escuchan rancheras, aunque nunca estuve en México, cada vez que me subo allí, imagino que debe sentirse así.

Me fui a la calle a tomar el bus de regreso a casa, en una mano llevaba una bolsa grande con ropa y en la otra: las frutas, los tomates, la albahaca con la hierbabuena y las flores. Pasó un carro a los pocos minutos, estaba abarrotado, me enredé un poco al subir, un hombre muy gentil se ofreció a ayudarme y tomó mis bolsas, yo me quedé de pie con las flores y la albahaca entre las manos, noté que el señor bajó la cabeza al agarrar mi mandado, pero no pude ver lo que había ocurrido, detrás de él se desocupó un puesto y pude sentarme, toqué tímidamente su espalda y le hice seña que ya podía encargarme de mis enseres, le di las gracias y me los pasó, al recibir las bolsas, sentí que el peso no era el mismo; de unos seis tomates solo quedaban dos, revisé todo y le pregunté al señor: disculpe, creo que se me cayeron los tomates, respondió -¿será la bolsa que se rompió?-, no sé, tal vez, no se preocupe, no importa, dije.

La bolsa no estaba rota, en el intercambio, los tomates rodaron por el piso, lo supe después de un rato, cuando uno llegó hasta mi pie derecho, pude salvar a ese, al resto no los encontré. Fue así como supe, que mis flores favoritas se llamaban gerberas y que perder tomates perfectos no es una gran desgracia, que una gran desgracia hubiese sido que golpearan al anciano o que el último no hubiese saltado a ofrecerme ayuda. Después de todo las flores vuelven a crecer y los tomates a madurar.



El Hilo de Ariadna