viernes, 24 de febrero de 2017

No puedo repetir las bromas de Maduro

Empiezo contando que yo nunca he sido la más graciosa, ni la más sarcástica o la más optimista, de hecho me considero bastante aburrida. Lo cierto es que desde niña me tocó hacer de grande, pues estaba en el medio de dos adultos que no eran capaces de resolver sus problemas sin incluirme y eso me llevó a encargarme de mí, de mis cosas, de mis tareas y en algunos casos hasta de mis fiebres. 

Para mí la vida siempre fue algo muy serio y desde pequeña supe cómo iban las cosas a mi alrededor. Así que hoy me resulta imposible hacer bromas con "la dieta de Maduro", la yuca amarga, los penes, las millonas y millones. Me es impensable hacer eco de los "chistes" que hace el presidente de Venezuela, porque detrás de esa yuca amarga van diez muertos y detrás de la "dieta de Maduro" van cientos de niños desnutridos, cientos de personas sin medicinas, presos políticos, criminalidad, narcotráfico, hambruna, desidia, pobreza... La lista es larga y me faltaría espacio para enumerarlas todas. 

Basta con entrar a un vagón del Metro de Caracas para ver el estado en el que se encuentra la gente, miradas perdidas, rostros cadavéricos, angustia, ropas que delatan que ya no son de la talla de esos cuerpos, se respira pobreza y violencia. Y es muy difícil hacer bromas con cosas tan serias o al menos para mí es así. 

Tal vez soy una amargada o demasiado vieja, pero esa es una de las cosas que más me separa de mis compatriotas, esa facilidad que tienen para convertirlo todo en una burla, esa manía de hacer de nuestra cruda realidad un meme, una mofa, un chiste malo.

Ahora el tema es el supuesto deportista Adrián Solano y digo supuesto porque desde que apareció su nombre en la palestra pública todo ha estado empañado de polémica y de hechos un tanto extraños. Primero una deportación desde Francia y luego una competencia con un desempeño terrible que se ha vuelto viral y que le ha valido el nombre de "el peor esquiador del mundo". 

Nicolás no se reirá de esto, de esto no hará chistes como lo hizo con la yuca amarga refiriéndose a una persona que "tuvo inconvenientes", "inconveniente" morir, un comentario tan burdo y tan desalmado, sobre un lamentable caso en el que una familia murió tras consumir este tubérculo.

Me cuesta prestarle atención a Solano y a sus memes o a los ñames de Maduro, me cuesta hacer chistes de este desastre que tiene al país sumido en la ruina. Me cuesta hacer bromas con "la dieta de Maduro" cuando veo que mi prima ha rebajado más 10 kilos y la miro como si no pasara nada, pero ambas sabemos qué pasa, pasa que ya en su casa no se hacen tres comidas al día sino dos o una como en tantos hogares venezolanos.

Pasa que pasan cosas gravísimas como que un parámedico no puede salvar vidas porque los motorizados simulan lesiones para robarle la moto y luego dispararle como a un perro. Pasa que una joven fue asesinada a golpes por sus compañeras de clase porque esta violencia desmedida se asentó como un cáncer en nuestra sociedad.

Pasa que no me río porque hay muchas familias que hoy lloran a sus hijos muertos o lloran porque se les fueron a otro país. Me cuesta mucho reirme de este caos porque cada caso es más grave que el anterior, porque nada se atiende y el desespero es muy grande. Pasa que ya los niños no van a las escuelas porque deben hacer colas por comida con sus padres.

También pasa que el Seguro Social ya no entrega las medicinas a tiempo y el reloj corre y las enfermedades no esperan. Pasa que las bolsas Clap no alimentan a una familia entera. Pasa que hay bebés muriendo en los hospitales por falta de medicinas y de equipos para ser atendidos.

Pasa que jugar con la vida de la gente me resulta dantesto y pasa que no puedo permitir que mi boca reproduzca las palabras de un dictador. 

El Hilo de Ariadna

lunes, 20 de febrero de 2017

Belief

Escribo esto porque con frecuencia observo que algunas personas se resisten a aceptar las cosas tal y como son, a aceptar la verdad, dudan de la palabra, dudan de la gente, de lo que ven, dudan de todo y entiendo que duden de la palabra porque es algo que a menudo no se toma en serio, yo me la tomo en serio, en parte porque mi trabajo depende en un 40% de ella, el otro 50% es la veracidad, 5% brevedad y 5% sencillez. 

Si ahora mismo te dijera a ti que me estás leyendo que puedo cocinar dormida, tal vez no me creerías, dudarías y pensarías ¿no? ¿imposible? ¿estás jugando? Aunque eso no es cierto, me he topado con situaciones similares y un ejemplo verdadero es este:

Dentro de una semana cumplo 26 años y hasta ahora no he consumido ninguna droga ilegal, entiéndase: marihuana, cocaína, etcétera. Sólo he ingerido alcohol y fumado cigarrillos un par de veces, aclaro, esto no me hace mejor persona o especial, simplemente no he querido hacerlo, yo encontré la forma de drogarme con chocolates y cafés.

Pero si le dices eso a alguien, seguro no lo creerá y te insistirá ¡es mentira! ¡lo hiciste! ¡ja, por favor! ¡no te hagas la virgen! Lo cierto es que no tienes que demostrarle nada a nadie, solo debes ser tú, confiar en ti y en lo que quieres, el hecho de no drogarte no te hace una mojigata, simplemente eres tú, es tu esencia y eso está bien.

Aunque más de una vez tuve peleas inútiles con gente sorda, luego te das cuenta de que no valen la pena, de que malgastaste segundos en palabras vacías que para esa persona nunca tendrán sentido y es mejor no librar esas batallas.

Mientras escribo esto, escucho Cámara lenta de Javiera Mena y me siento tranquila de no tener que demostrar nada, de no tener que gritarle más a los sordos, porque no tengo que convencer a nadie con mi credo, porque ya tengo mayoría de edad para mandar a la mierda y porque simplemente lo que me resulta molesto no le doy muchas vueltas.

Y aunque más de una vez defendí mi verdad, ya hoy no me importa, al final siempre creerán lo que quieran. Lo importante es qué haces tú con eso. 

Lo importante es cómo te defiendes tu de ti, cómo peleas por mantenerte único y fiel a tu ser, sin limitaciones, sin curitas, sin temores, sin vergüenza, lo importante es que tú sepas la verdad de quién eres y de qué quieres. Lo realmente valioso no es que digas la verdad, es que aprendas a escucharte a ti cuando estás dormido o cuando estás despierto, que sepas hablarte y acariciarte.

En el Hilo de Ariadna no hay espacio para los complejos, para las poses o los prejuicios, yo no critíco, no dudo,  yo creo y vivo. Cuando creo en la palabra creo en que todo es posible y si es posible, tal vez algún día pueda cocinar dormida.

Es mejor creer que pasarse la vida dudando.


El Hilo de Ariadna

domingo, 12 de febrero de 2017

Una mujer que fumaba cigarrillo en los 80s

Cada vez que puedo le pregunto a mi tía cómo era la Venezuela de los 80s, ella tenía 20 años y me cuenta que era la época de plena bonanza petrolera, carros lujosos, el Bulevard de Sabana Grande se jactaba de contar con la casas de los diseñadores más reconocidos en el mundo, drogas, apareció el VIH. Caracas era una ciudad cosmopolita, atractiva para los extranjeros, era la meca de la región.

Soda Stereo, Hombres G, Queen, Mecano, son algunas de las bandas que se escuchaban por aquellos años y fumar estaba de moda. Mi abuela tenía unos 44 años, cada vez que quería se iba de viaje a Miami -sola- con un dólar a 4,30, fumaba, trabajaba, no le pedía permiso a su esposo en lo absoluto, era una feminista nata.

Pregunté si mi abuela no era considerada una perdida, por fumar cigarrillos, mi tía aclaró que para nada, "en aquel momento era muy nice fumar, las mujeres que lo hacían tenían clase, incluso eran vistas como poderosas. En esa época no existían campañas en contra del tabaquismo, eso vino después, en los 80s pasaban comerciales fabulosos, recuerdo que había uno de la Belmont que comenzaba con: tucu tucu tucu tuu".

Fiestas descontroladas y grandes hombreras eran otro rasgo de esa época fluorescente, enormes peinados, afros, maquillajes fuertes y cinturones capaces de cortar la respiración, las mujeres comenzaban a deslastrarse del rol de amas de casa y venían usando jeans desde los 70s.

Esa mujer que fumaba cigarrillo en los 80s, planificó tener tres hijos, no más, le decía a su hija que se graduara y se comprara un marido para que cuando este no sirviera lo botara. Era una mujer que no tenía reparo en decir lo que pensaba y que hacía exactamente lo que quería. 

Perfumaba la ropa con Estée Lauder y doblaba las camisas en papel de seda, hasta hoy su closet conserva el olor, era extremadamente celosa con sus labiales y poseía un par de pelucas; cuando el médico le prohibió viajar (por la aneurisma que padecía desde hace varios años), comprendió que ya era vieja y decidió cambiar los tacones por unos mocasines Sebago color vinotinto.

La tía dice que era una "chica plástica" de esas que sudaban Chanel como la canción, sin embargo, esa mujer parca, recibía a todos los amigos que su hija se traía de la escuela, más adelante recibió a muchos homosexuales con el mismo amor, fue una madre para varios de ellos y tenía el don de la palabra. 

Era una época en la que todo era nuevo para todos, lo elemental estaba por averiguarse y el asombro era parte del día a día. La dictadura de Pérez Jiménez había terminado en el 58 y la gente disfrutaba de vivir en democracia.

"Los 80s fueron una época de mucha explosión, el arte te lo encontrabas en todas partes, las obras de: Soto, Cruz Diez, Mateo Manaure, Pascual Navarro (lo veías en la calle a cada rato), Lía Bermúdez, Jacobo Borges, Elsa Gramcko, Pedro León Zapata, estaba la Cátedra del Humor en el Aula Magna de la UCV ¡Eso era lo máximo qué época!", relata mi tía con sollozo.

Los 80s son para mí una década fascinante, soy una fiel exploradora de ella y sobre todo de su música, la percibo como unos eternos carnavales, donde la gente reía, bailaba y la serpentina lo cubría todo. El Caribe rozaba su punto más caliente y el sol se reflejaba en los Fiat Supermirafiori de tonos estridentes. 

Imagino que "Ágarrense de las manos" se escuchaba en los hogares y que ser diferente también estaba de moda y todos estaban en sintonía de estar a la moda. Se leía en los labios la palabra libertad y las mujeres y los hombres se bamboleaban en un ambiente de sensualidad.

Era una Venezuela amigable que recibía inmigrantes como arroz, era el país de las mujeres bellas, de la salsa y del guaguancó. Era una mujer que fumaba cigarrillo en los 80s, así fueran muy caros.




El Hilo de Ariadna

miércoles, 8 de febrero de 2017

Y descubrí cómo me gusta el café

En Yaracuy, en las tardes, casi siempre tomábamos café con leche. Recuerdo que mi abuela acostumbraba a mojar el pan dentro y este se volvía completamente aguado hasta desintegrarse.

Mamá lo tomaba igual, para aquel entonces yo no conocía que existían otras formas de prepararlo, ignoraba que le ponían nombres extranjeros o aderezos como la canela o el cacao, mucho menos que se estudiaba para convertirse en barista. No sabía que el café era un arte.

En Albarico la vida era simple y rutinaria, yo comencé a tomar café después de los 10 años, creo, pero poco. Crecí convencida de que a mí también me gustaba con leche, lo que llamamos en Venezuela: un tetero. Hoy, luego de unos años he descubierto que lo prefiero marrón claro, con poca azúcar y bien espeso.

También he encontrado otros hallazgos como que me gusta saborearlo sola, sentada en una mesa por donde transiten la brisa y las personas y ponerme a escribir en cada sorbo.

Por estos días la vida es más compleja, pero recurro a la pausa de esos tiempos, a la quietud de ese pueblo, recurro a las manos grandes de mi abuela, la invoco y la siento cerca de mí, la escucho respirar más fuerte que los árboles, incluso siento que sus hojas me tocan desde lejos.

Ya la taza está por terminar, pero la brisa sopla con más fuerza así que me detengo para percibir cómo barre todo lo bueno y malo que pulula por las calles. La corriente me lleva lejos pero al final me devuelve entera.

Tomar café siempre será una mágica tradición, un ritual para reecontrarme con mi abuela.





El Hilo de Ariadna