martes, 23 de septiembre de 2014

Un animal herido

Ahora mismo escucho la lluvia, mantengo la ventana abierta y observo los relámpagos que caen hoy lunes 22 de septiembre. 

Me mudé a esta casa hace dos meses y tanto, fue una llegada abrupta, salí huyendo de un sitio que si bien no era mío, era de mis abuelos. 

Ellos que cuando vivos tanto me quisieron; ella me consentía con dulzura, estoy segura de que si compartiéramos este difícil y escaso 2014, me daría eso que solo saben dar las abuelas.

Él con su voz fuerte y acogedora me decía siempre: “mi nieta querida”, no estuve en su casa ni un año, aunque el tiempo que pasé allí me sirvió para sentirlos, para en ocasiones ver tu cocina, tocar tus cosas e imaginar cómo sería su estado cuando tú aún vivías, para imaginar cómo olería tu casa hace 15 años.

Para tocar la pared y pensar que tú también la tocabas, que tú estabas allí, que tu casa siempre sería tu casa y que tu energía se mantendría allí por siempre.

Tu hijo, mi padre, qué diferente es a ustedes, sé que está enfermo, tal vez aún no lo perdono, tampoco lo justifico, pero sé que está enfermo. Sólo una persona con un problema psiquiátrico puede convertirse en eso en que él se convierte, un animal feroz, con tentáculos, con ira, con gasolina que derrama por la boca, para luego prenderle fuego a todo lo que está cerca.
-Padre, padre que estás en los cielos, cómo un padre maldice a su hijo y le desea la muerte, ¿padre cómo es posible eso?-
Llegué a esta casa blanca, muy triste, aturdida, muy desconcertada, en ocasiones me siento como un animal herido

Adaptarse a otro lugar lleva tiempo, pero es fácil.
La verdad, es que cuando nunca se ha tenido un techo, se sabe que todo a tu alrededor es inestable, que puedes ir y venir constantemente, que te puedes mudar, que te pueden echar, que cualquier situación es posible. También sé que el día que exista ese lugar, mi hogar, lucharé para que ninguna otra situación sea posible, mas que la del amor y el respeto.
Un lugar donde mi paz y mi yo se compenetren plácidamente, un lugar donde el respeto sea posible, donde mi corazón se ensanche.
Un lugar donde la magia crezca y nunca falten algodones de azúcar.
Donde yo esté completa, sin heridas.
Donde el verde camine.
Donde la serenidad deje de ser un deseo y se convierta en mi reino.


Ariadna García

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