domingo, 28 de septiembre de 2014

La chica de una extraña mancha color violeta


Amapola  es una joven callada, un ceño fruncido es siempre su carta de presentación, muchos piensan que está malhumorada, pero simplemente es un gesto que la acompaña desde que era una bebé, a pesar de su cara rígida, es una joven muy despierta, atenta al sonido de la ciudad, a las miradas que la bordean, a sus rutas, a todo lo que se le cruza.

Amapola trata de pasar inadvertida, por las calles del peligroso valle, donde hace vida desde hace cuatro años, ella siente que si se quita la capa oscura que usa para salir desde los 15 años, alterará a las personas o simplemente serán menos amables de lo que ya son con ella, por la extraña mancha que apareció en su cuerpo, una sombra purpura que comenzó a propagarse por su piel como una epidemia.

Fue una situación inesperada, la vulnerabilidad estaba en su época más fuerte, sin embargo la joven menuda, de ojos marrones, cabello gris y belleza común, comenzó a convertirse en un ser diferente,  a trabajar a diario para saber lidiar con esa característica que tal vez  podrían tener otros, se hizo más fuerte, más segura, más feliz. Aunque a Amapola  le cuesta todavía compartir su extraño color con otros, no por pena o por miedo, sino porque sabe que, converge en una sociedad muy prejuiciosa, que aún no está preparada para respetar o admirar lo que simplemente es distinto.

Lleva algunos años estudiando cine en la Universidad de Poronto y, en todo ese tiempo nunca ha sido invitada a una fiesta, sus intereses están fuera de aquella institución y la verdad no ha hecho mayor intento en  hacer amigos. Sin embargo, hace poco un joven la invitó a una fiesta de halloween con la intención de molestarla, le dijo -oye tú, hey tú monstruo ¿quieres ir a una fiesta este sábado? necesitamos una cosa extraña como tú, para que haga más tenebrosa la fiesta, ¿qué dices?- y Amapola respondió:

-Me importa un carajo si para vosotros soy tenebrosa o no, pero asistiré a tu fiesta para ver cómo se divierten los idiotas.

Amapola pasó días pensando que haría en esa fiesta, en ese mundo que no era el suyo y donde sabía que no iba a encajar, se atrevió a invitar a un acompañante, Jonás, un chico que llevaba tres años intentando acercarse a ella, él siempre le decía que era hermosa y ella le respondía que hermosa era la voz de Annette Cocorosie.

La noche de la fiesta entraron al gran salón con sus disfraces, Am destapó su cuerpo y muchos pensaron que cargaba maquillaje corporal, hasta recibió felicitaciones por su atuendo tan original.  

Bailaron muchísimo esa noche, poco le importó ver cómo se divertían los idiotas, como ella misma los había llamado.

Pasada la medianoche, su acompañante Jonás, puso la punta de sus dedos en la cintura de ella y con la mirada la llevó hasta una de las habitaciones, estaban completamente nerviosos, pero aún así, se despojaron de la ropa, él la alzó por la cintura, observó fijamente su abdomen y en un suspiro estaba clavado frente a ella, ella mordió sus labios y con ello despertó una pasión infatigable.   

Su acompañante esbozó:

 -Tienes la piel tan suave como la corteza de un durazno y tu cuerpo se siente fresco, como arándanos recién cortados…


Ariadna García

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