martes, 28 de agosto de 2018

Caminar una Caracas sin transporte cuando se está "enfermo"

No he escrito mucho sobre mi salud porque no quiero hacer del tema un drama (tampoco lo es afortunadamente). En este blog escribí un relato titulado "El diagnóstico" en donde cuento cómo fue el día en que lo supe y cómo me sentí. 

Los primeros días fueron de miedo hasta que descartamos lo más importante y seguí, seguí con mi vida sin reproches, sin ansiedades, sin sobresaltos. 

Ya pasó más de un mes y en estos últimos días los analgésicos no han hecho mucho, la molestia se ha vuelto más intensa, el dolor en el vientre también. 

Este domingo me descubrí en el baño más abultada, aquello que era casi imperceptible de pronto salió y me recordó que está allí siendo un ajeno en mi cuerpo, lloré, lloré al sentir que estas últimas semanas han sido las más difíciles, lloré al ver mi cuerpo diferente, lloré otra vez por mi amiga que se fue del país gracias a este régimen que se ha propuesto echarnos, lloré al sentirme sola y ser mezquina porque sé que hay personas que han estado para mí, creo que lloré por todo. 

Una de las cosas que me ha generado más sinsabores es movilizarme por Caracas, el transporte está colapsado, entonces cuando no te toca ir de pie (90%) en el Metro, te toca caminar porque la estación está abarrotada y no hay efectivo para pagar autobús. 

Han sido muchos los días en que he ido agarrada con fuerza de la manilla y apretando los labios porque siento dolor, pero ¿Quién me ofrecerá el asiento? ¿Quién se va a imaginar que esa muchacha joven no se siente tan bien? Esto último me hace pensar constantemente en las personas que tienen alguna discapacidad, ¿Cómo será el día a día para ellos? Ir de un lado a otro en una ciudad donde a todas las vías les cayeron a porrazos.

Nos movemos en una Caracas sin acceso a ninguna parte, nos desplazamos en escaleras paralizadas y ¡como cansan! Caminamos con prisa cuando no queremos, ni podemos correr, por mal alimentados o por salud como mi caso. La movilidad en Caracas para los enfermos es en verdad una tortura. 




El Hilo de Ariadna

miércoles, 22 de agosto de 2018

Septiembre

Septiembre es posiblemente el mes más importante para mí este 2018. Ocurrirán dos cosas que me cambiarán la vida o quizá exagero y no pasa tanto.

Pero es que en septiembre me operan, sí, me sacarán un intruso que se alojó en mi ovario derecho. En septiembre también sabré si mi libro que envié a la Filuc quedó entre los finalistas o no.

En septiembre me preparo para dos noticias que desde ya me ponen muy ansiosa. Primero, quiero saber qué se siente no tener ese intruso en mi cuerpo, si se irá el dolor en la cintura y en el vientre, si ya no me cansará tanto subir escaleras, si se salvará mi ovario izquierdo, si será maligno o benigno. No sé, no quiero llenarme de preguntas, pero me da curiosidad todo aquello.

Lo segundo es por ese libro que escribí en menos de 48 horas porque soy un desastre de persona y lo envié casi al cierre de la convocatoria. Me inquieta saber si gustará al jurado y sobre todo, si llegará a publicarse, si las 80 páginas danzarán por las manos de lectores desconocidos que nadarán en todo lo que he hecho para ellos.

Me agrada la idea de pensar en que mis palabras andarán por sus huellas dactilares, me emociona saber que #elhilodeariadna ha creado una historia que guarda mares, dictaduras y libertades.

Ya quiero que sea septiembre, quiero saber qué sentirá mi cuerpo y quiero saber qué sentirán ustedes cuando lean ese poemario chiquito que he ideado.

La vida es un libro fascinante, una historia por descubrir, un sendero que pisar. Es un huésped extraño, una montaña llena de nubes, un camino lleno de flores y lodo. Es lo que no sabemos, pero que ansiamos.


El Hilo de Ariadna

miércoles, 8 de agosto de 2018

No traigan la carta

Vuelvo a los lugares a los que iba con mis amigos, pido el mismo té, pero ya no sabe igual, parece jugo de tamarindo, en cada sorbo exprimo mi lengua y doy patadas sin descanso, busco ese sabor que me enloquecía, pero no está como tampoco lo están mis amigos.

Cuesta vivir esta Caracas vacía, cuesta mirar hacia arriba, ver el concreto y no hallar respuestas. Sé que debo encontrar nuevos sabores o juro que no podré.

Necesito de vuelta los colores, el helado como me gustaba, volver a ocupar el Mc Donalds hasta la madrugada, necesito poder pagar el helado de nuevo, recobrar la libertad o juro que no podré.

Aunque ellos no regresen más, necesito ver gente y no estas mesas vacías, necesito que el niño también pueda comer helado y sea feliz. No necesito recuerdos, necesito momentos que me hagan sentir viva, necesito que mis pies vayan a donde quieran porque ahora en esta silla solo me apetece llorar.

No traigan la carta.


El Hilo de Ariadna