jueves, 3 de diciembre de 2015

La revelación

Soñar con una tatarabuela que no conociste y más que soñar, aquello era una pesadilla. Ella estaba allí, de espaldas, se veía grande, fuerte, con aspecto mas bien de fantasma, tenía el cabello gris, largo y bastante despeinado. 

Se parecía a mi bisabuela, Ana Lucía, pero esta era un poco más alta y me gritaba con voz imponente ¡ESTOY VIVA! ¡MÁS VIVA QUE NUNCA! Yo con las piernas y la boca paralizadas, le gritaba a duras penas que ¡NO! que estaba muerta, como pude, me fui moviendo por el pasillo y enredándome en una cortina, para ir a implorar el socorro de otra muerta, que en mi sueño, al parecer aún estaba con vida. 

Luego me despertó la luz que entraba por la ventana y ya con el susto sosegado y las ideas más claras, pensé en todas las mujeres de mi familia: en LatiTula, América, Mili, Lérida, Zoraida, Josefina y Ana Lucía. 

En aquellas que no conocí, pero que de seguro, tuvieron el mismo carácter, esa forma apaciguada y honesta de llevar la vida. Y vi todo lo que esas mujeres han dejado en mí y en lo importante que han sido en la vida de todos nosotros, en su sabiduría, en sus dichos antiguos, en sus hierbas, en sus supersticiones, en su concepción de "Hombres y mujeres de bien".

Después de todo, no fue una pesadilla, sino una magnífica revelación.


Ariadna García

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