jueves, 3 de diciembre de 2015

No me hables con violencia

Este diario que no es secreto, pero que recoge muchas veces mi intimidad, es la ponchera donde lavo mi cara triste, cuando no desaparece.

-No me toques con violencia.

Escribo cuando estoy triste, es una verdad. Escribo cuando las desgarraduras de mi alma llegan a la ropa, cuando se vuelven táctiles. Hoy me siento triste, hoy estoy triste, hoy nada me consuela.

Supongo que este dolor me hace responsable, porque conozco las causas de mis dolencias, pero me mantengo inmóvil, no hago nada para acortarlas, solo tengo esta pantalla y mis palabras, para intentar curar lo que siento.

-Y no te hablo con violencia.

-Me reprochas.

Intento susurrar un grito que se mueve dentro, intento hacer algo, pero no hago nada. Volvió la tristeza, maldita sea. Siento un dolor en el pecho y un vacío profundo que se refleja en mi mirada, en qué momento quise esto.

-Nunca lo quise, no te miro con violencia.

Me siento enredada, es una sensación que me causa un estupor tremendo, me siento pesada entre mis sábanas y los recuerdos, vienen las heridas del pasado como demonios. Vienen a mí, a estrujarme, vienen a tocarme. Viene a mi una verdad, que pongo en un hilo y la balanceo, con la intención de que se voltee y no sea verdad.

-No te hablo con violencia.

Te escucho... Presto atención a ese sustico que crece en tu pecho, te conoces muy bien, no has cambiado, encuentras cosas del 2007 cuando eras una adolescente, un test psicológico, un mapa de vida, un libro, una ficha, lees cosas que te recuerdan, que te describen, no eran hojas sueltas, eran pruebas de que has mantenido tu esencia, lees cosas de una chica sorprendente.

-Por eso, maldita sea, no te toques con violencia.

Reconocer el fracaso se me hace difícil, pero la sensatez me acompaña, saldré de esto, tal vez no ilesa, pero saldré y lo importante es salir, respirar, respirar la libertad de estar vivos.

Quisiera ponerte un pañito de agua caliente y quitar ese susto que se alojó en tu corazón chiquito, me contaron que los pañitos de agua caliente curan la fiebre, entonces yo podría curarte a ti. Muchas veces se está perdido, y más cuando estamos grandes, cuando nos creemos seguros de tomar las mejores decisiones, pero que va, niña mía, somos todos unos pendejos. El susto pasará, pero yo seguiré aquí, tal vez con otro diseño, otro teclado, pero seguiré aquí.

-Por favor no te toques con violencia.





Ariadna García

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