El 4 de julio fue mi diagnóstico. Tumor de ovario de siete centímetros en el ovario derecho, en la boca de la doctora no sonaba tan aterradora, pero en la mía, en la mía no quise tenerla más.
Sin embargo, la utilicé en más de una ocasión para explicar mi situación de salud. Todavía lo hago cuando recuerdo que hace apenas dos meses me operaron y que debo llevar las cosas con calma.
El 6 de septiembre la doctora retiró el quiste de mi cuerpo, prefiero la palabra quiste, suena menos letal. La biopsia arrojó que era benigno. No hubo que quitar el ovario. Mis órganos se volvían a acomodar.
Pero lo que importa ahora no es nada de eso, lo que importa ahora es esa palabra hostil, que carece de simpatía, que no sabe del viento, ni de la risa.
La palabra tumor es estéril, no te lleva a ninguna parte, es mezquina, es puntiaguda. Te carcome la cabeza por las noches, se te mete en el esternón y no se sale.
La palabra tumor no se acaba después. Es como una mordida que deja la marca de sus dientes para siempre. La palabra tumor no se va de tu cabeza, se queda como una intrusa, es macabra, es mentirosa. Es una conspiración.
La palabra tumor no quiere a nadie, solo sabe hacer daño. La palabra tumor te persigue. Hace trampas, nunca se calla. La palabra tumor está allí a la espera para atacar de nuevo.
El Hilo de Ariadna
Si que hablan muchas boberias pero no saben de donde surgio la palabra Tumor. Del Chino del Griego, de donde ?
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