miércoles, 26 de abril de 2017

Una bomba que detiene un corazón

Una bomba lacrimógena detuvo este miércoles el corazón de Juan Pablo Pernalete, un joven de 20 años, imagino a Juan entre la multitud, entre las banderas tricolores y las camisas blancas, lo veo allí en la calle, parado, sudando, aguerrido, luchando por Venezuela, luchando con todas sus fuerzas por rescatarla y llevarla a un lugar mejor.

Imagino los brazos de juan, brazos fuertes, los de un atleta, esquivando bombas, devolviéndolas a las manos de la Guardia Nacional Bolivariana, corriendo de un lado a otro, huyendo del humo, de ese humo que pica en los ojos y en la garganta hasta hacerte vomitar.

Imagino a Juan ayudando a una señora que se asfixia, lo veo tomando algo de aire para regresar con más fuerza, lo veo allí en esa calle totalmente vulnerable, solo con sus ideales y con la convicción de que está cambiando la historia de su país.

Imagino a Juan corriendo con fuerza junto a sus amigos, imagino la bomba venir con furia y él solo tiene su pecho para detenerla, para pararla en seco y decirle: basta, aquí estoy yo, todo esto soy yo, no tengo miedo, no hay más, solo mi pellejo. La bomba no cede, impacta fuerte contre él, la bomba golpea su corazón hasta detenerlo.

Imagino a Juan en una camilla, luchando, luchando por vivir, porque sabe que su misión no está completa, Juan quiere salvar a Venezuela y no tiene ganas de perder, imagino su corazón henchido de alegría y de tristeza, imagino su pequeño corazón tomando de la mano a Venezuela, imagino a Juan diciéndole: no te rindas que yo no te defraudé, no te rindas que yo seguiré aquí entre tus recuerdos, no te rindas que yo te daré la fuerza, no te rindas que yo no lo hice.

Una bomba detuvo la vida de Juan, la congeló en un segundo, detuvo sus sueños y la esperanza de los que anhelan ser salvados, una bomba detuvo su sonrisa que debió de ser hermosa, detuvo la carrera de un estudiante, su beca, detuvo una juventud que no conoció la libertad. Una bomba detuvo un corazón que latía con fuerza, porque Juan no estaba dispuesto a perder: “Unas veces se gana, otras se pierde, pero esta vez, no estoy dispuesto a perder. TE AMO VENEZUELA”.

En memoria a Juan Pablo Pernalete, asesinado el 26 de abril en una protesta contra el gobierno de Nicolás Maduro.



Ariadna García

El hombre que menazaba con paz

Él era un dictador, no tenía chispa, ni gracia, usaba un gran bigote que lo hacía ver ridículo y medía casi dos metros, su séquito bostezaba durante las cadenas y la esposa lo miraba con todo el odio del mundo, por más que intentara hacer algo bien todo le salía mal, hasta la risa le salía mal.

En su boca la palabra paz sonaba como una bala de fuego, su discurso estaba colmado por el odio, la violencia y el autoritarismo. Era un hombre ignorante con ínfulas de gran bailarín. El pueblo había jugado a escondidas a ponerle la cola del burro más de una vez.

Le encantaba asesinar, así que ideó un castillo repleto de armas con las más agresivas, las más sofisticadas, el número podía exterminar a toda la humanidad, también contaba con hombres a su disposición, hombres viles capaces de cometer los crímenes más atroces. Estos seguidores iban desde inexpertos, hasta pistoleros profesionales.

Cuenta la leyenda que el dictador se aburrió un día de  ejecutar a sus víctimas con armas de fuego y perdigones a quemarropa, por lo que decidió crear un enorme salón de torturas, para ello llamó a los chinos quienes le construyeron un cubo de aproximadamente 1000 metros, con tecnología avanzada. El dictador podía matar a las personas desde su habitación a través de una enorme pantalla táctil, los hacía jugar partidos de fútbol por horas y cuando ya estos no podían más les generaba un paro cardíaco con un botón.

Reía a carcajadas cada vez que veía una de sus presas caer al piso, a algunos les generaba convulsiones, porque le fascinaba ver salir espuma desde sus bocas, a otras mujeres les arrancaba los pezones con una aplicación creada por japoneses.

Más adelante incluyó a su cubo de torturas las recomendaciones rusas y cubanas, estas eran un poco ortodoxas pero las más letales, regularmente las ponía en práctica los domingos, cuando acostumbraba desde un megáfono a hablarle al pueblo. Mientras ejecutaba a alguna persona lo transmitía para que los habitantes escucharan y no se atrevieran a desafiarlo. Así transcurrieron unos diez años. Aquel hombre bigotudo había engordado hasta el hartazgo, matar personas ya no lo saciaba.

Los aldeanos cansados de sus abusos prepararon una jugada en su contra. Se organizaron por años y eligieron fusilarlo un primero de abril durante las fiestas patronales. Lo emborracharon a él y a sus soldados, los hicieron beber hasta enloquecer y los amarraron juntos, encendieron el fuego a un gran caldero y los echaron al vacío como huesos para sopa.

En diez años el pueblo no lo había acabado porque algunos no creían que fuera capaz de tanta maldad, otros estaban amenzados y a un pequeño número no le interesaba porque recibía buena recompensa al hacerle favores. Fue hasta  que murieron cerca de 300.000 personas cuando se unieron y decidieron exterminarlo.

A pesar de las 300.000 fosas que construyeron en honor a las víctimas, la gente que visitaba el pueblo no creía aquella historia de horror, de un hombre que amenazaba con paz.




El Hilo de Ariadna

sábado, 22 de abril de 2017

A los que salen en defensa de Venezuela y de Hans Wuerich el joven desnudo en una protesta

Hace rato entendí de qué manera ser activa, eficiente y constructiva en mi país y no es precisamente desde la crítica, me sabe si la gente se va, se queda, si marcha, si cacerolea, si grita, nada de eso me interesa, tampoco los miles de audios que envían a diario por WhatsApp, ni las fotografías y vídeos que se vuelven virales, pero hoy recibí una cadena sobre el joven que se desnudó en una concentración, Hans Wuerich, con quien por cierto creo vi clases en la Universidad Santa María. 
El texto estaba escrito por la profesora Juymar García, docente de esa casa de estudios. Uno debe cursar Servicio Comunitario con García porque es la única profesora que lo da o al menos en el momento que yo estudié. 
Recuerdo el primer día de clases, humilló delante de todos nosotros a una muchacha que supuestamente se expresó de forma incorrecta hacia ella en el grupo de Facebook que había para esa cátedra, el reclamo me pareció desmedido, siguió y siguió, hasta ridiculizarla frente a todos, quise salir corriendo de allí, pero tuve que quedarme para pasar esa materia obligatoria, además ya me habían advertido sobre su trato. 
Hoy escribe en defensa de un estudiante, esos que ella misma ha vilipendiado en la Universidad Santa María, tantas veces, no creo en sus palabras hacia ese muchacho que, sin duda, es más que valiente al quitarse sus ropas frente al mundo. 
Hans fue símbolo de paz, de valentía y de libertad en medio de tantas vejaciones para los venezolanos, sin embargo, no dudo de que existan personas aprovechándose de la situación para ganar fama y lucrarse de esta terrible crisis. 
A los que salen a las marchas a cazar buenas tomas para hacerse famosos, a los que escriben sobre Venezuela para viralizarse, a los que actúan bajo esa premisa les digo esto: detrás de esas marchas hay mucho dolor, muchas familias destruidas, niños con hambre, enfermos, gente muriendo, hay un río de sangre también, que ha crecido en estos lamentables 18 años, hay gente llorando, impotente, hay luto, hay un dolor que debe respetarse y en momentos así es mejor guardar silencio, respetar, respetar a las víctimas, respetar el dolor y respetar a Venezuela.
Ariadna García