miércoles, 6 de abril de 2016

El recetario de mi abuela


En memoria a las autoras de este recetario. Con todo mi amor.

Hoy, quiero compartir con ustedes el recetario de mi abuela, este está compuesto por hierbas, ungüentos, amores, predicciones y tradiciones, las más íntimas de la familia que he decidido revelar.

Su nombre era Ana Lucía, una mujer bastante buenamoza, de rasgos indios, morena, cabello negro liso, cara rígida, manos rígidas, gestos rígidos, era dura como una piedra, los años la ablandaron y esa blandura afortunadamente me tocó a mí.

Mi abuela tenía bigotes, llevaba el cabello corto, usaba siempre camisa y falda, nada llamativas, nunca había usado cosméticos, ni pinturas de uña, tampoco afeitaba sus piernas, decía que por eso la gente ahora era tan "debilucha", que en los vellos estaba la fuerza, nadie lo refutaba.

Pocas veces salía, yo ya la agarré muy vieja, era como un caballo cansado, recuerdo una vez que fuimos a la bodega y dos niñas la miraron con atención, creo que los bigotes les resultaron confusos, yo quise aclarar -hey niñas, es mi abuela, es una señora- pero yo era una niña también y yo a esa edad era muy tímida.

Mi familia está compuesta por muchas mujeres, los hombres allí casi no figuran, creo que esa tradición se la debemos a mi abuela y más adelante les diré por qué.

#Melodijomibuelita es parecido a un recetario, son los recuerdos que tengo de las estrictas recomendaciones y vigilancias que montaban mis abuelas, desde que nosotros estábamos en las barrigas de nuestras madres.

Josefina era la otra abuela, esa era aún más celadora y más fuñida.


#melodijomiabuelita
Con la regla no se carga muchacho, porque los pone pujones
Con la regla no se come: ni cambur, ni aguacate, pone la sangre hedionda
En la noche se le cortan las uñas es a los muertos
En semana santa no se ve la televisión, ni se escucha la radio
Las visitas no se reciben en los cuartos
Al hombre no se le sienta en las piernas, ¡ni que sea su papá!
El árnica es buena para las chocozuelas
En casa ajena no se abre la nevera
Si a uno no lo invitan, uno no va
Muchacho no se deja solo
Es malo andar con los pies descalzos 
En los vellos de las piernas está la fuerza, por eso no se cortan
Todo se purga con sal de higuera

Ya vendrán otras recomendaciones o tendré que consultar con las otras extrañas mujeres de mi familia que se dividen en dos bandos: las Garcías y las Pérez. Muchos de estos mandatos, los obviábamos , pero mis abuelas tenían una forma mística, para comunicarse y para hacernos sentir su autoridad.

Recuerdo que una de las rarezas de mi familia era el libro de sueños, en la casa existía uno y se consultaba con mucha frecuencia, por lo general alguien sabía qué significaban los sueños, pero cuando no, se iban al librito amarillento, bastante viejo, si soñabas que se te caía un diente, era seguro que alguien iba a morir y generaba conmoción en toda la familia.

Llamaban por teléfono y averiguaban si todos habían amanecido completicos, a mi abuela la mataron muchas veces, como era la más vieja, la primera llamada que hacían era para Yaracuy, donde vivíamos, esta tradición aún se mantiene. Había sueños más curiosos que me son difíciles de recordar, pero creo que soñar con agua tenía una de las predicciones más excéntricas.

Mi abuela no era muy católica, pero tampoco era bruja, en la casa nunca hubo velas prendidas, si algún vecino fallecía, nos daba órdenes claras -¡Aquí no se pone música!-

A pesar de que estas excentricidades vivían entre nosotros, mi abuela Ana Lucía era la más escéptica, era de pocas palabras, concreta, nunca devaneaba, ni siquiera en sus últimos días, en los que mantuvo la lucidez intacta, hacía en el día lo que tenía que hacer, sin miramientos ni complicaciones, no decía groserías, la única parecida era "tronco" que para nosotros sería como un "coño".

Ahora sí les contaré porqué a mi particularmente, mi abuela Ana Lucía me parecía fascinante e irreverente, ella era bastante despreocupada por las apariencias, me pongo a revisar y no encuentro algún prejuicio evidente, para ella no eran tema, ni las preñadas, ni las divorciadas, nada de eso.

Aunque no nos hablaba de la sexualidad, nos contaba a vuelo de pájaro sus experiencias con bastante franqueza, para ser una abuela fabricada en 1923, nunca quiso casarse, ni pertenecer al grupo de "las señoras del pueblo", tuvo cinco hijos de cinco hombres distintos y lo decía sin pudor, ni mojigaterías, uno de estos hombres quiso casarse con ella y lo rechazó. 

Mi abuela nos decía -yo sí tuve bastantes experiencias- y allí quedaba el tema, nadie le hacía preguntas, solo bromeábamos con ella con un -Aaabuelaaa- esto siempre lo disfrutábamos, el que hablara así, que se mostrara así, que nos espabilara con cuentos de verdad verdad.

Mis abuelas eran más pilas que nuestras madres, al detectar algún movimiento extraño, merodeaban cerca de nosotros para hacernos sentir que lo sabían todo y si lo descubrían, de alguna forma se volvían cómplices. 

Otra cosa que siempre me llamó la atención, fue el cuento de la lechosa, si alguien en el pueblo tenía vitíligo, (ahora sé que medicamente se llama vitíligo) mis abuelas discretamente decían que, la muchacha quedó así, porque se comió una lechosa que le habían regalado. Muchos de estos misterios seguirán sin respuestas, pero yo no refuto nada de lo que decían esas señoras y menos ahora que no cuento con el libro de los sueños.

El libro de sueños debe haber quedado en algún rincón de la casa, si algún día alguien lo encuentra espero que sepa que fue el protagonista de muchas historias.

Debo confesar que afeito mis piernas, posiblemente he perdido la fuerza y aunque me salte alguna de las recetas, otras se mantienen intactas y viven... viven.




Ariadna García



2 comentarios:

  1. Me conozco el recetario y los significados de algunos sueños, todo por haber sido criada por mi abuela.
    Por cierto si sueñas con culebra es chismes y peleas 🙈🙈🙈🙈 jajajajaja.

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    1. Jajajajaja qué genial, hay que rescatar ese recetario y todas las cosas buenas que nos enseñan las abuelas.

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