Mostrando entradas con la etiqueta ciudad. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta ciudad. Mostrar todas las entradas

martes, 10 de enero de 2017

Una torta y un café

Martes. Estaba dispuesta a tomar un café, decidí ir a Monsieur, un pequeño restaurant francés con techo rojo que tiene poco menos de dos años en Caracas. Aquí las crêpes no son excelentes, pero el café moca que preparan sí, este contiene una densa capa de chocolate de avellanas que se asienta al final, capaz de hacerte perder la razón por varios minutos y sumergirte en un baño dulce que huele a pecado, por otra parte, la atención del mesonero es maravillosa y eso me basta para volver una y otra vez, además de que él aprende a ser barista en Youtube y cuando voy practica con mi marrón, al que le pone rostro de cerdito.

Este mesonero se llama Angelo y desafortunademente no lo conocerán para cuando vayan, pues, me enteré hace poco que renunció al petit café, para ir tras unos planes más ambiciosos en Barquisimeto.

De camino al lugar mientras subía las escaleras del metro pensaba: ¿en serio irás a tomarte un café, de verdad te comerás una torta? ¿sabes que tu sueldo mínimo no alcanza para esos lujos? eres periodista y encima trabajas en Venezuela, hice caso omiso a los reproches que la Ariadna realista me hacía y seguí presta a consumar mi pecado vespertino.

De pronto me dije: solo quiero hacer lo que me gusta hacer por un instante, así deje todo el salario allí, lo único que deseo es caminar, ver las nubes sobre el Ávila y sentir el inusual frío de Caracas. Al salir de la estación, di pocos pasos y al llegar al café noté que estaba cerrado, había olvidado que no abre los lunes. 

Opté por ir a Amelie otro café cercano, al transitar, clavaba la mirada en el piso, en los adoquines que alguna vez fueron marrones o rojos, ya están muy sucios y gastados, luego observé hacia el norte y vi el cerro, sereno, blanco, limpio, sentía que me aferraba a aquella ciudad ruidosa y al mismo tiempo que me despedía, recuerdo que las nubes aún se veían, el cielo estaba azul y al fondo había un aviso del Hotel Monserrat y otro de Ron Cacice que decía: Ron venezolano el mejor del mundo.

Me detuve en el semaforo, pasaron varios motorizados con sus caras poco afables y sus manos casi siempre en posición extraña.  Inhalé  el humo denso de los viejos carros y esperé el cambio de luz en calma. 

En el trayecto le hablaba a Caracas y me hablaba a mí, explicaba que debo hacer estas cosas mientras siga viviendo aquí. Quiero aprovechar tus lugares, observar tus colores y guardar tus aromas, para escribir más adelante sobre ellos, para recordarlos intactos cuando los extrañe. En cada pisada que doy, siento que una parte de mí se queda

Al llegar a Amelie divisé que estaba abarrotado, por lo que pediría para llevar, es un sitio algo pequeño y con una acústica terrible, sin embargo, coincidencialmente mi amigo Nelson estaba allí, esperando por una mesa, nos saludamos con sorpresa, le reproché por unos desayunos pendientes y finalmente nos sentamos a conversar, a los pocos minutos, apareció otra amiga afuera, salí a saludarla y luego entré a continuar la plática con mi amigo politólogo.

En ese momento volví a hablarme adentro y decía: en otra ciudad no tendré amigos que aparecerán accidentalmente, no habrá caras ni sabores conocidos, tampoco cafés conocidos, me tocará buscarlos sola y descubrir cómo se le dice al guayoyo en esa otra ciudad, tocará construir una vida y hacer nuevos amigos, ver otro cielo y otras nubes, no estará Caracas, ni El Ávila, seguramente tampoco los motorizados, entonces mi corazón se detiene y pregunta¿perder todo eso por una torta y un café?




A.G
Twitter: @Ariadnalimon
Instagram: Ariadnagarci

domingo, 24 de enero de 2016

Caracas es un basurero improvisado

Edificios invadidos, aguas negras derramadas, un olor putrefacto constante, ruido, aguas negras otra vez, un motorizado a la deriva, calles sucias, agua, nubes, una montaña cálida. Dos sujetos se pelean en la entrada del supermercado, todos parecen carritos chocones, una señora finge haber perdido su tarjeta, la cajera con tos la llama mentirosa; todo se resuelve. Ruido, tras ruido, basura, tras basura, el hombre del piropo insolente: Caracas.





A.G

lunes, 24 de noviembre de 2014

Mi relación con Caracas es como mi relación con Dios

No sé si nos estamos alejando o acercando...

Caracas 22 de noviembre de 2014; 06:10 pm.


Caracas ¡chica! Qué relación tan enfermiza esta que hemos tenido tú y yo en los últimos años, yo te amo, comencé a disfrutarte, a caminarte, a balancearme en ti, aprendí a cuidarme de ti, de tu violencia que no es tuya sino de otros. Admito que cuando he visto esas guacamayas volar sobre mí se me pasa todo, se me olvida la violencia, el hedor de Chacaíto, hasta el ruido tormentoso de los motorizados, ese ruido que me convirtió en una persona temerosa, con sobresaltos ante el asomo de cualquier peligro.  

Si me preguntas cuanto duraremos tú y yo, te diría que toda la vida. Pero por ahora creo que es necesario separarnos, no podemos seguir así Caracas, ya no tengo la tranquilidad para soportarte, ni tampoco veo cerca las respuestas para ayudarte. Veo que estás muy herida, contaminada, viciada y muy perturbada.

Creo que te matamos primero a ti.

Anoche volviste a asustarme y sentí que no estoy preparada para vivir así, con esa angustia en el pecho y ese temblor en las manos.

Atendí una llamada y eso bastó para desatar la furia; dos chicos me siguieron y enseguida noté que iban a robarme, tal vez es una tontería, sé que otros han vivido cosas peores en tus calles, pero esos cinco minutos en llegar a la caseta del metro, fueron como una carrera por mi vida. Llegué pedí ayuda y ahí me quedé hasta que se fueron.

Afortunadamente pude esperar, calmarme y regresarme, no me atreví a salir de la estación.
Pero Caracas, aquí con mi corazón te digo -no me gusta que me toquen conocidos, mucho menos extraños, estoy consciente de mis alcances y de los tuyos y por eso te digo -no podemos seguir así-.

No quiero encerrarme en un cuarto a ver como pasan las horas, pero tampoco quiero sentir el corazón salido de mi boca, cada vez que pongo un pie en la calle.

Caracas no te digo hasta aquí, porque obsesivamente me cuesta alejarme y desprenderme. 

Pero con miedo te digo: no nos hagamos más daño.

No puedo y sé que tu tampoco resistes más.

Con amor y con pasión te beso y te digo: basta.




A.G