martes, 6 de febrero de 2018

Desayuno con un chavista

Lo esperaba en casa porque me traería un par de hallaquitas que con cariño su esposa había preparado para mí, se trata de los que alguna vez fueron mis suegros, par de chavistas, unos ancianos. 

En aquella época les tenía paciencia y respetaba su ideología política, muy distinta a la mía, cuatro años más tarde, me doy cuenta de que ya no tengo ni la paciencia, ni las ganas, ni el corazón, ni la razón para entenderlos o para mantenerlos cerca de mi vida.

Los precios suben por "la especulación", no hay pan porque "han abierto más panaderías", lo que rebasó mi cabeza fue esta frase que resumo: "la vecina está más flaca porque es muy floja para la cocina". ¿Cuánto nivel de maldad cabe en un chavista? ¿Cuánto resentimiento? ¿Cuánta cobardía? 

Les hablo de dos profesores con varios posgrados, él me resumió el panorama económico de los países de la región, no es un desinformado, ni una persona sin educación, un desalmado tal vez. Hace mucho decidí sacar de mi lado a esa gente que no suma, esa gente que no hace empatía con los demás, a esa gente que lleva camisas rojas y saben ¿por qué? Porque ese rojo representa la sangre de los venezolanos que mueren hoy por obra y gracia de "su revolución".

Ariadna García