Hace
un año conocí a Mazen en Berlín, yo me encontraba en una estación de
tren tratando de llegar al puente de Oberbaum, había caminado por horas Kreuzberg,
caminé hasta perderme, solo hice una parada en un restaurant vegano,
donde comí una sopa de lentejas y unas bruschetas que horas después me
provocaron el vomito.
Yo viajaba sola, lo único que llevaba era un morral, un mapa y muchas
ganas de conocer. No tenía idea de cómo llegar a ese lugar, me
impacientaba y decidí pedir ayuda, vi a
Mazen de lejos, llevaba audífonos así que dudé en preguntarle, sin
embargo, me paré frente a él y le señalé el puente en el mapa, como pude
le pedí que me dijera cómo llegar allí, fue más difícil de lo que
pensaba, ninguno de los dos hablaba un idioma parecido, él árabe y yo
español.
De
alguna manera pudimos comunicarnos al punto de que Mazen insistió en
acompañarme y a partir de allí hicimos un pequeño recorrido por la
ciudad, sentí que éramos amigos de toda la vida, con nuestro poco inglés
hablamos, me contó que venía de Siria que era refugiado y que su
familia se encontraba en Alepo, para ese momento llevaban tres días sin
luz, sin agua y sin comida.
Mazen tenía tres meses viviendo en Berlín, adaptándose a un nuevo país, aprendiendo un nuevo idioma, desde que lo vi intuí que se sentía solo. También sentí como si yo había sido una vieja amiga que llegaba a visitarlo.
Fuimos al puente de Oberbaum, vimos cómo las luces de colores se reflejaban en el agua, tomamos un bus y no pagamos, llegamos al Domo de la ciudad y recorrimos varios lugares, incluyendo la famosa Puerta de Brandeburgo.
Por su hospitalidad lo invité a cenar, lo llevé a un Subway,
me explicó qué carnes no comía y que nunca antes había estado allí, yo
sabía un poco más de alemán así que pedí los sándwiches, me contó que
era casado y que esperaba que su esposa llegara en unos meses, me
parecieron muy jóvenes para tal compromiso, 21 años cuando mucho, pero
es parte de su cultura.
Comimos,
después de eso llegó la hora de marcharme, mi bus salía a las 11pm,
Mazen nuevamente insistió en acompañarme, esta vez hasta la estación
central, que era bastante lejos de donde nos encontrábamos, se comportó
terriblemente amable y caballero.
Al
momento de decir adiós, nos dimos un apretón de abrazos, sentí que me
despedía de un gran amigo. Ha pasado un año y Mazen no se ha
reencontrado con su familia, seguimos siendo amigos, ya hoy habla alemán
y tiene trabajo, no le pierdo la pista, él siempre será mi
referencia en el exilio.
AG
Hermosa historia Ariadna, me sacó una sonrisa inmensa al leerla :)
ResponderEliminarMuchas gracias Daniel, me alegra mucho que te haya sacado esa sonrisa :)
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